Como resultado de la derrota de los ejércitos en la Batalla de Francia , el Gabinete francés buscó un cese de las hostilidades con el Tercer Reich. El armisticio se firmó el 22 de junio de 1940 en Compiègne. Bajo sus condiciones, el norte y oeste de Francia fueron ocupadas por la Werhmacht (ejército alemán), el tercio restante del país estaba gobernado por un gobierno francés con sede en Vichy.
Un mes había pasado desde que el ejercito Alemán había invadido nuestro pueblo Montoire, en el oeste de Francia. Se nos había informado que mientras acatemos sus ordenes, podíamos seguir con nuestras vidas normalmente. Pero desde luego eso no fue así.
No podíamos seguir con nuestra vida normal desde su llegada. Varias personas fueron sacadas a la fuerza de sus casas a plena luz del día y no podíamos hacer nada al respecto. Teníamos que tolerar que la bandera Nazi flameara en la plaza central y convivir con los soldados que , generalmente, se ponían borrachos durante la noche e intentaban acostarse con nosotras, las mujeres del pueblo.
Montoire era un lugar estratégico. Antes de que la guerra comenzara, los pilotos francés realizaban sus practicas aquí, debido a las grandes hectáreas de campo que poseíamos por sobre las cuales podían volar sin molestar o herir a alguien. Además, se realizaban reparaciones o mejoras en los aviones de guerra. Casi todos los aviones del país venían a ser reparados a nuestro pueblo.
Los alemanes aprovecharon esa situación y trajeron a un regimiento de pilotos al pueblo para aprovechar nuestras bases, nuestros conocimientos sobre aviones y nuestras hectáreas de campo.
Estábamos conviviendo con el enemigo...con las personas que asesinaban a nuestros hermanos, primos, tíos, padres en el campo de batalla por una ideología estúpida de un hombre que simplemente quería más poder del que ya tenia.
Esta maldita guerra había separado a mi familia. Mis padres huyeron a América en cuanto se enteraron que una guerra iba a azotar a todo el continente Europeo, mientras que mi hermano y yo decidimos quedarnos. Por un lado, mi hermano quería defender a su país y yo , por el otro, no quería que él algún día vuelva a casa y que la encuentre vacía.
Mi familia se dedicaba a la cría de caballos de competencia y también criábamos gallinas y cerdos para luego venderlos en el mercado. Lo que más ganancia nos dejaba eran los caballos, pero el problema era que durante la guerra la gente no gastaba la poca plata que tenia en un caballo de competencia, ni siquiera la gente más adinerada.
Yo estaba sola en mi casa y era mi responsabilidad encargarme de todo. Los caballos se habían vuelto una pesadilla para mi, con el poco dinero que me ingresaba de la venta de cerdos y gallinas se me era imposible mantenerlos. Porque no solo debía alimentar a los caballos, también tenia que seguir pagando los impuestos de la casa que habían aumentado para contribuir a la guerra y , además, los alemanes nos habían agregado un impuesto extra para garantizar nuestra seguridad. En otras palabras, si querías vivir más vale que pagues ese impuesto.
Mientras me encontraba limpiando la casa, alguien tocó la puerta y luego me arrojó una carta por debajo de esta. Temerosamente tomé la carta y la leí. El alcalde la ciudad, que conservaba su puesto pero era manejado por el jefe del regimiento alemán, solicitaba mi presencia en una hora en la alcaldía.
Rápidamente me coloqué el vestido más bonito que tenia, arreglé mi largo cabello en una trenza y me heché un poco de colonia para quitarme el olor a granja. Antes de salir tomé mi bolso con mis documentos y observé una foto de la familia completa que estaba colgada en el living. Sonreí recordando lo felices que éramos cuando estábamos los cuatro juntos y luego me fui de la casa.
La alcaldía quedaba a unos diez minutos a pie mi casa y mientras recorría las calles del pueblo, se podía notar la tristeza que abundaba a cada habitante. Los niños ya no salían a las calles a jugar por miedo a no volver a sus casas, algunas mujeres se vieron forzadas a prostituirse para poder alimentar a sus niños y la gente más vieja estaba muriendo desnutrida ya que no podían trabajar para generar ingresos.
Ver la bandera con la esvástica Nazi en la plaza central frente a la alcaldía me provocó un escalofrío en todo el cuerpo con el simple hecho de pensar que mi hermano estaba en quien sabe donde luchando para que nuestra bandera vuelva a flamear.
Una vez que entré a la alcaldía intenté contenerme y no demostrar lo asustada que estaba. Para mi sorpresa, un soldado muy amablemente me dirigió a la oficina principal donde se encontraba el jefe del regimiento, el Coronel Voschaider, un hombre de unos cincuenta años aproximadamente, su cabello era casi blanco y tenia ojos celeste. El ejemplo perfecto de la raza superior...la aria.
-Buenas tardes- Dije con la voz temblorosa- El alcalde solicitó mi presencia aquí.
-Así es- El Coronel se levantó de su escritorio- Pero él se encuentra indispuesto ahora, así que tendrás que conformarte conmigo- Me dedicó una sonrisa maliciosa.
-Esta bien.
El Coronel se volvió hacia el escritorio que le pertenecía al alcalde y buscó entre unas carpetas varios papeles.
-Usted es la señorita Jazmine Lâforet ¿correcto?- Yo asentí- Tienes veintiséis años, no estas casada ni tienes hijos, tienes un hermano el cual es piloto, tus dos padres huyeron del país y...- Se colocó unos anteojos porque se le dificultaba leer los papeles- Aquí esta la parte interesante, eres ingeniera aeronáutica y piloto de aviones de combate...es muy extraño que una mujer tenga un titulo universitario y más uno que implica desarrollar un oficio de hombres. Además, no dejemos de lado el hecho de que eres piloto, algo a lo que se dedican exclusivamente los hombres.
-Esa es una descripción bastante precisa de mi vida- Contesté- ¿Pero, a qué quiere llegar con todo esto?
-Vera señorita, yo cuento con un regimiento de pilotos muy experimentados, pero son simplemente eso...pilotos. No tienen idea de como arreglar un motor si este se rompe, como solucionar un corto circuito,etc.Usted tiene la capacidad de diseñar un avión desde cero si quiere y es por eso que la necesito. Según su expediente antes de la guerra trabajó aquí mismo para el gobierno diseñando y mejorando aviones. Pero también ayudaba en el entrenamiento de los pilotos y nos vendría muy bien saber las maniobras que utilizan los franceses.
Tragué en seco y comencé a temblar.
-Me esta pidiendo que traicione a mi país...
-Piénsalo de esta manera...la guerra provocó una situación económica desastrosa para Francia, si aceptas ayudarnos mi regimiento esta dispuesto a comprarte todos los caballos que tengas a un muy buen precio y , además, recibirás una muy buena paga cada mes por tu contribución y tienes garantizada tu seguridad hasta el fin de esta guerra.
Yo no podía traicionar a mi país, no mientras mi hermano estaba en el exterior combatiendo y mis vecinos muriendo de hambre. Sí aceptaba, yo iba a contribuir a la decadencia de Francia.
-No puedo, lo siento.
-Que pena...- Dijo en tono sarcástico- Seria muy feo que las cartas de tu hermano o de tus padres sean retenidas y jamás te lleguen- Sacó dos sobres de uno de los cajones del escritorio- Y también se que eres hija de una blanca con un negro, por eso tienes ese color de piel tan extravagante que no es ni blanco ni negro...podrás no ser judía, ni negra, pero puedo mandarte muy lejos por el simple hecho de que eres mestiza.
En palabras más simples, si no aceptaba tenia que despedirme de mi vida.
-¿Puedo contestarle mañana?- Me atreví a preguntar.
-Tiene veinticuatro horas a partir de este momento para darme una respuesta- Me contestó en un tono grosero- Puede retirarse, señorita.
-Muchas gracias- No se merecía un gracias de mi parte, pero con esa gente había que ser amable.
-Señorita- Llamó mi atención antes de que me fuera- Usted debe ser muy inteligente, no cualquiera tiene un titulo de Ingeniera y menos una mujer. Espero que esa inteligencia la ayude a tomar la decisión correcta.
-Sí Coronel- Agaché levemente mi cabeza en símbolo de respeto y me retiré del lugar.
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Jazmine Lâforet
RomanceJazmine Lâforet era una chica que rompía con el estereotipo típico de mujer durante la Segunda Guerra Mundial. Sus peculiares aptitudes fueron las que llamaron la atención del ejército alemán que había invadido su pequeño pueblo en el oeste de Franc...