Capítulo 3

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-Lucas esta bien- Le informé a Margot- Me llegó una carta de él y me pidió que te avisara.

-¡Gracias a Dios!- Se llevó las manos a su rostro y comenzó a llorar.

-Bueno, eso es todo...nos vemos.

-¡Jazmine!- Me tomó del brazo- ¿Quieres pasar? necesito contarte algo.

Margot no era mi persona favorita en el mundo. Ella era la novia de mi hermano desde que ambos tenían dieciocho años y todo estuvo perfecto hasta que a la edad de veinte años ella se fue por un par de meses a Paris y volvió embarazada de otro nombre.

Yo no juzgaba el hecho de que sea una madre soltera, estaba en todo su derecho a serlo. Pero si ya no quería más a mi hermano, se lo tendría que haber dicho para no lastimarlo. Es más, antes de que ella le diera la noticia cuando volvió al pueblo, mi hermano le propuso matrimonio. A Lucas se le partió el corazón en mil pedazos cuando ella lo rechazó porque estaba embarazada de otro.

A partir de ese momento, dejaron de ser novios. Sin embargo, esa mujer era el amor de su vida. Él la seguía amando.

-Bien- Contesté de mala manera.

Me adentré en la pequeña casa de Margot y me indicó que me sentara en el sillón, para luego ofrecerme una taza de café, algo que yo rechacé porque me disgustaba demasiado.

-Voy a ser directo contigo, Jazmine...- Comenzó a hablar- Mi hija, Mary Louise, esta enferma y nose que más hacer. Ya probé todos los remedios caseros posibles y no tengo dinero como para llevarla hasta Paris para que la vea un medico, además de que seria muy peligroso y también necesitaría un montón de permisos a los cuales no puedo acceder.

-¿Qué tiene Mary Louise?

-Fiebre, mucha fiebre. No se la puedo bajar, además de que tiene muchísimo dolor de cabeza y dolor en los huesos- La mirada que me daba cuando hablaba hacia que noté que estaba muy preocupada por su pequeña hija de tres años.

-Lo siento mucho, pero...¿qué quieres que haga?

-Te vi el otro día saliendo de la Alcaldía y ningún ciudadano común va ahí, al no ser que tengan algo que ver con los Nazis...A mi no me importa lo que estés haciendo, pero te pido por favor que si puedes me consigas los permisos para ir hasta Paris de forma segura o que algún medico venga a ver a mi niña.

Yo tenía el dinero que me habían entregado de los caballos y pronto iba a tener un salario. Pero no quería crearle falsas esperanzas por si no le daban los permisos para salir del pueblo

-Veré lo que puedo hacer, pero no te prometo nada.

Yo tenía el dinero que me habían entregado de los caballos y pronto iba a tener un salario. Pero no quería crearle falsas esperanzas por si no le daban los permisos para salir del pueblo

-Gracias, muchísimas gracias- Me abrazó y comenzó a llorar.

-Lo hago por la niña, no por ti- Le contesté de forma seca y me retiré de su humilde hogar.

Mientras caminaba para llegar a la casa de Alan, una tristeza muy fuerte me invadió nuevamente. Era horrible ver el pueblo en el que había crecido lleno de Nazis y de sus tanques militares. Además, no saben lo insoportable que era escuchar a sus aviones mientras practicaban en nuestros cielos, sin mencionar el miedo que eso generaba, ya que podía bombardearnos y destruir todo en cuestión de minutos.

Toqué varias veces la puerta de la casa de Alan, pero como no me atendió, decidí ingresar por el patio trasero y fue justamente ahí donde me lo encontré, dándole de comer a las gallinas. Me levanté un poco el vestido,para que no se ensuciara con el barro y me quité los zapatos, a pesar del frío, para evitar que estos se mancharan también.

-¿Qué...qué haces aquí?- Preguntó nervioso cuando notó mi presencia.

-Vine a agradecerte las flores que dejaste en mi casa...- Yo también estaba algo nerviosa o , mejor dicho, me sentía incomoda.

-Ah...- Suspiró aliviado- De nada y perdón si te hice sentir incomoda ayer, nose en que pensaba y ...¡por el amor de Dios! eres la hermana de mi mejor amigo, ni si quiera tendríamos que tener el tipo de relación que tenemos.

Él tenia razón, por ciertos "códigos", estábamos traicionando a mi hermano. Pero Alan era un de los pocos hombres jóvenes que quedaban en el pueblo y , además, era hermoso. Tenia el cabello negro y lacio, unos ojos verdes muy brillantes y , hasta antes de la guerra, tenia un cuerpo espectacular, luego la escasez de comida y otros problemas ocasionados por la guerra lo forzaron a abandonar el estilo de vida sana que llevaba. Yo no estaba dispuesta a abandonar a la única persona que podía satisfacerme sexualmente.

-Yo quiero continuar teniendo sexo contigo- Sí, yo era muy sincera y directa casi siempre.

Sus ojos verdes se volvieron enormes ante mis palabras.

-¿De enserio quieres seguir teniendo sexo con el rengo que ayer te propuso matrimonio?- Preguntó riendo.

-Claro que sí- Sonreí.

-Tengo que terminar de desplumar unas gallinas y llevarlas al mercado, pero después estoy libre.

- No puedo hoy, tengo que asistir de forma obligatoria a una fiesta Nazi en la casa del alcalde.

-Oh bueno, ten cuidado por favor- Me dio un beso en la mejilla.

-Por su puesto- Sonreí- Me olvidé de decirte, mi hermano esta bien, me llegó una carta de él.

Algunas pequeñas lagrimas brotaron de sus ojos. Alan amaba a mi hermano igual que yo. Esas eran lagrimas de felicidad.

-Es la mejor noticia que me han dicho en mucho tiempo-Me abrazó.

-Hoy, después de la fiesta, vengo a dormir a tu casa- Le guiñé el ojo y me fui

Jazmine LâforetWhere stories live. Discover now