Por alguna casualidad del destino Bingham me llevó a cenar a La Maison, un restaurante con vista a la Torre Eiffel que íbamos con mis padres una vez por año, ya que era extremadamente caro, pero valía cada centavo.
Bingham ordenó varios platos de comida para mí. Yo me negué, insistiendo con que con un plato era suficiente, lo cual era mentira obviamente, pero intentaba ser educada y no parecer una aprovechadora.
Por primera vez en mucho tiempo, sentí que el vestido que tenia puesto se me iba a explotar debido a todo lo que había comido. Estaba con la panza llena y era una sensación sumamente increíble.
-Así que...cuéntame- Habló mientras bebía de su copa de vino- ¿Cómo llegaste a ser Ingeniera?
Desde que habíamos llegado no tuvimos la oportunidad de conversar ya que yo me atraganté con toda la comida.
- Yo jamás creí en que la misión de la mujer en la vida sea ser una ama de casa, tener hijos y un marido. Me di cuenta que si yo quería ser independiente, necesitaba ser profesional y para eso tuve que luchar contra toda la sociedad machista, incluyendo mi propia familia. A mi padre por poco no le dio un infarto cuando le dije que me iba a ir a estudiar a la universidad y que no me iba a casar con el hombre que él me había elegido. Mi madre estaba como loca, yo era una deshonra para la familia. Mi hermano, por su parte, no le gustó mucho la idea, pero gracias a su apoyo económico pude cumplir mi sueño.
Sus ojos marrones me miraban muy sorprendidos.
-¿Y tu planeas ser soltera toda la vida? ¿No quieres formar una familia ?
-No me molestaría ser soltera, yo era muy feliz trabajando antes de la guerra de lo que me gustaba. Pero tampoco me molestaría tener una familia, lo que pasa es que si algún día tengo un marido, él debe aceptar que yo no lo voy a esperar todos los días con la comida hecha, la casa limpia y los niños bañados listos para cenar. El aseo de la casa al igual que los niños, es una responsabilidad de ambos.
-Vaya...- Contestó sorprendido- Nunca escuché palabras tan...polémicas.
-Espero que tu mente se haya abierto un poco.
Él simplemente me sonrió y me dejó seguir comiendo el postre.
(....)
Estábamos caminando por las calles de Paris sin decir una palabra. Bingham me miraba de reojo cada dos por tres, hasta que se frenó en seco y comenzó a hablar.
-Mi esposa murió hace seis años debido a una herida mal curada en la pierna, que luego se infectó. A partir de ahí, dejé a mi hija a cargo de mi suegra porque yo no sabia nada acerca de como cuidar a una nena de cuatro años, yo simplemente la visitaba los fines de semana y le llevaba dinero a mi suegra para todos los gastos.
Debo admitir que me sentí conmovida e indignada al oír esa historia. Él en ese momento desesperado hizo lo que creyó mejor para su hija, pero no era excusa "no saber como cuidar a una nena de cuatro años", porque las mujeres no tenemos un superponer que nos hace aptas para saber cuidar niños o niñas, todo se aprende si se quiere.
-¿Cómo se llama tu hija?
-Astrid y ahora tiene diez años. Pero no la veo hace dos debido a la guerra.
-Yo creo que cuando vuelvas a casa, debes ocuparte de ella. Para ser padre no se estudia, se aprende mediante las experiencias y a medida que los hijos van creciendo. Te vas a equivocar, porque eres un ser humano, pero siempre vas a hacer lo que creas mejor para tu hija.
-¿Tienes hijos?
-No- Contesté riendo.
-¿Cómo sabes eso, entonces?
- De las conversaciones que solía tener con mi madre cuando ella me decía "ya me vas a entender cuando seas mamá"
-Sabias palabras- Me sonrió- Las tendré en cuenta.
-Eso espero.
Continuamos caminando hacia mi hotel, mientras teníamos conversaciones random. Durante el trayecto me había olvidado completamente que el pertenecía a la SS, él no parecía para nada un asesino.
Cuando llegamos a mi hotel, Alexander y el Coronel se encontraban discutiendo de una forma no muy civilizada en la puerta. Nose que se gritaban en alemán, lo único que podía distinguir era cuando mencionaban mi nombre.
Al notar mi presencia me di cuenta que Alexander me odiaba y probablemente tenia ganas de matarme en ese preciso momento. Pero yo no fui yo el motivo por el cual dejaron de discutir, sino por Bingham.
-Heil Hitler- Dijeron el Coronel y Alexander a la vez.
-Heil Hitler- Respondió Bingham- Soy Bingham Grosval, Sargento de la quinta división de la SS de Paris.
-Coronel Voschaider del regimiento de pilotos en Montoire- Se presentó- Y él es mi subordinado, Alexander Oscheider.
Bingham solo estrechó su mano con la del Coronel.
-Por lo que tengo entendido, la señorita Lâforet esta noche estaba a cargo de Oscheider- El Coronel y Alexander asintieron- Pues me temo que la llevó a un club nocturno de mala muerte para que él pueda tener sexo con una prostituta, dejando a esta pobre chica tirada ahí al borde del desmayo por la mala alimentación que tiene- Su tono de voz se elevó, al punto que yo llegué a tener miedo- Espero que esto se revisto y que el trato hacia ella mejoren, ya que esta trabajando para nosotros. De lo contrario, me veré obligado a tomar medidas poco convincentes con su regimiento, Coronel.
El Coronel contestó algo rápidamente en alemán, al igual que Alexander y Bingham sonrió.
-Buenas noches, Jazmine- Me dio un beso en la mejilla y se fue sin despedirse de los hombres.
(...)
-¡¿Estas feliz con lo que lograste,puta?!- Alexander entró gritando de forma violenta a mi habitación- ¡No te das una idea de la cantidad de problemas que me has traído!- Me pegó una cachetada tan fuerte que dejó mi labio sangrando y mi mejilla colorada.
-¡Tu mismo te buscaste los problemas, ya jamás te hice nada!- Grité.
-¡¿Cómo estuvo el sexo con ese imbécil de la SS?! ¡Y hasta estoy seguro que has dejado que te follé gratis, maldita perra!
-¡Por lo menos yo no tengo que pagar para tener sexo!- Los ojos celestes de Alexander se abrieron como platos. Él estaba loco y segado por la furia. Me empujó contra la pared, provocando que mi cabeza se golpeara contra ella y que luego mi cuerpo cayera al piso.
-No puedo matarte- Dijo ya más calmado- Pero puedo hacer lo poco que queda de tu vida miserable.
Se bajó los pantalones y luego se quitó su ropa interior, dejando su miembro a la vista. Yo no lo podía creer, su pene estaba erecto. A él le excitaba maltratarme,pegarme y verme sufrir.
-Chupame el pene- Me ordenó.
Yo comencé a llorar y a gritar, pero eso solo lo excitaba.
Me jaló fuerte del cabello, acercando mi rostro a su pene.
-¡Hazlo, puta!
Con mucha repugnancia, no me quedó otra opción que colocar mi boca sobre su miembro y hacer lo que me ordenó.
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Jazmine Lâforet
RomanceJazmine Lâforet era una chica que rompía con el estereotipo típico de mujer durante la Segunda Guerra Mundial. Sus peculiares aptitudes fueron las que llamaron la atención del ejército alemán que había invadido su pequeño pueblo en el oeste de Franc...