Mi primera semana de trabajo había concluido al fin. Básicamente lo que hice durante toda la semana fue informarme sobre como los alemanes construían sus aviones, que materiales utilizaban, cuanto costaban esos mismos materiales, etc. No me lo habían dicho aun, pero ya estaba segura que mi misión iba ser ayudar en la construcción de aviones nuevos o mejorar los ya existentes.
Una sensación horrible se formaba en mi cuando recordaba para quien estaba trabajando. Sabía que probablemente estaba contribuyendo a la muerte de los Aliados, pero una parte de mi ser egoísta quería salvar mi vida y para eso tenia que ayudar a los alemanes.
Me encontraba en el Van House Bar. Este bar se encontraba en un local en el centro del pueblo, el cual los alemanes habían expropiado. En ese lugar antes había un pequeño restaurante, pero los dueños eran judíos y , por lo tanto, de un día para otro desaparecieron y el local pasó a manos de los Nazis, los cuales lo refaccionaron todo. Además, solo los alemanes y las mujeres que fueran con ellos podían ingresar. Yo ,por mi parte, podía ir solo los viernes y sábados después del trabajo, ya que era una beneficio que el Coronel me había conseguido por trabajar para él.
Tranquilamente estaba bebiendo mi trago de Vodka, mientras le escribía cartas a mi hermano y a mis padres cuando Alexander se hizo presente en el lugar junto a otro soldado. Cuando nuestras miradas se cruzaron, él me sonrió y yo simplemente negué con la cabeza para luego continuar escribiendo.
Alexander apoya una botella de Vodka sobre mi mesa y luego se sienta en una silla, de manera que quedamos enfrentados.
-¿Qué haces?- Encarné un ceja.
-Compartiendo mi botella de Vodka contigo- Contestó obvio.
-Dejaste a tu amigo solo- Continué escribiendo- Deberías compartir la botella con él.
-Él es aburrido- Le dio un trago del pico a la botella- No bebe ni siquiera cerveza.
-No tengo ganas de emborracharme- Contesté- Gracias igual.
Él se llevó la mano al corazón y actuó como si estuviese herido.
-Eso dolió- Dijo riendo- Nadie nunca me rechazó una botella de Vodka.
-Quizás otro día, cuando este más de humor.
-¿Y por qué estas de mal humor entonces?- Le dio otro trago a la botella.
-¿Tu en verdad me estas preguntando por qué no estoy de humor?
-Sí.
Rápidamente recogí lo que estaba escribiendo, dejé un poco de dinero sobre la mesa para pagar el estúpido trago que me había pedido y me fui del lugar.
Comencé a caminar rápido, quería llegar a mi casa y acostarme a dormir, necesitaba descansar mi mente, pensar en algo lindo, distraerme un poco de esta maldita guerra.
-¿A dónde estamos yendo?- Alexander comenzó a caminar junto a mi.
Yo me frené en seco.
-No hay un nosotros...tu no vienes a ningún lado conmigo.
-Estamos yendo a tu casa- Confirmó- Cinco cuadras y a la derecha.
Él sabia la dirección de mi casa desde el día que me había llevado el uniforme y la invitación a la fiesta del Coronel.
-No estas invitado-Dije seca- Ahora déjame en paz, hace frío y me quiero ir a dormir.
Alexander se quitó su campera verde militar, quedando solo con una remera blanca térmica que marcaba perfectamente sus músculos. Sin embargo ver su cuerpo en perfecto estado físico me daba rabia, ya que mientras ellos dormían calentitos, tenían agua caliente y se alimentaban mejor que un Rey, mi pueblo se estaba muriendo de hambre y frío.
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Jazmine Lâforet
RomanceJazmine Lâforet era una chica que rompía con el estereotipo típico de mujer durante la Segunda Guerra Mundial. Sus peculiares aptitudes fueron las que llamaron la atención del ejército alemán que había invadido su pequeño pueblo en el oeste de Franc...