Capítulo 9

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Dos días habían pasado del incidente con Alexander. Él me había ordenado no salir de mi habitación para que nadie notara el gran moretón que tenia en una de mis mejillas a causa de sus golpes y eso fue lo que hice. Pasé dos días enteros ordenando servicio a la habitación para que nadie me viera, pero tarde o temprano iba a tener que salir y el día había llegado.

El Coronel había mandado a mi habitación un bellísimo vestido blanco de gala junto con una estilista personal. La chica era alemana y por lo que entendí era algo así como la amante del Coronel. Su nombre era Ana y fue muy amable conmigo.

Cortó mi largo cabello dejándolo a la altura de los hombros. Al principio estaba en shock, yo amaba mi cabello largo, pero un cambio no me venia nada mal. Además, ella cubrió lo más que pudo el moretón de mi mejilla y yo le rogué por favor que no le dijera a nadie. Después me colocó un labial rojo y , por ultimo, me ayudó a colocarme el hermoso vestido blanco que resaltaba en mi piel morena.

Me miré en el espejo y quedé sorprendida. Había pasado muchísimo tiempo desde la ultima vez que me había arreglado. Yo era una chica coqueta, me gustaba el maquillaje, tener las uñas prolijas y arreglar mi cabello, pero la guerra me había quitado todos esos lujos.

Un auto nos pasó a buscar por la entrada del hotel a mi, al Coronel y a Ana. Tuvimos media hora de viaje hasta la embajada alemana en París. Esta estaba decorada con la esvástica Nazi por todas partes, había una alfombra roja, prensa y luces por todas partes. Parecía la premiación de una película.

Bajamos del auto y literalmente desfilamos por la alfombra roja mientras posábamos para las fotos y el Coronel respondía algunas preguntas de los periodistas. Me sentía como la estrella de una película, lastima que era un evento Nazi y yo trabajaba de forma forzada para ellos.

Me quedé sorprendida cuando me di cuenta que me tenía que sentar en la mesa principal frente al gran escenario que había en el cual iban a hacer una presentación.

Todas las mesas estaban llenas de comida y de bebidas carísimas, mientras que todo el pueblo francés moría de hambre. Eso me indignaba demasiado y lo peor es que no podía hacer nada al respecto.

El Coronel y Ana se fueron por ahí a hablar con otros miembros del ejército. Por mi parte, el Coronel me había dado la libertad de merodear por el lugar hasta que la cena fuera servida, así que primero aproveché para comer y beber un poco.

Con la panza satisfecha, me levanté de la silla y comencé a recorrer el lugar. La embajada era sumamente lujosa. No sabia mucho de arte, pero podía notar que las pinturas que decoraban el lugar eran carísimas, además de los enormes candelabros que colgaban del techo para alumbrar el ambiente y las distintas imágenes de Hitler que estaban por todas partes.

Alguien me tomó bruscamente el brazo. Me di vuelta rogando que no fuera quien yo estaba pensando, pero lastimosamente había acertado.

-Te ves muy preciosa esta noche- Con su otra mano acarició mi mejilla lastimada.

-Gracias- Dije entre dientes

-Esos labios rojos...- Habló con deseo y acarició la comisura de mis labios con su dedo pulgar.

-Alexander, por favor...- Hice mi rostro a un lado, intentando no llorar.

-Te cortaste el cabello también- Pasó su mano sobre este- Te queda mucho mejor, parece que después de todo trabajar con los Nazis no fue tan malo....

-Vete o te juro por el amor que le tengo a mi hermano que gritare muy fuerte y todos los que están aquí presentes me oirán.

Sus ojos me miraron con furia y acercó su rostro al mío. Yo por reflejo cerré los ojos, esperando lo peor.

-Ni se te ocurra volver a amenazarme- Me dijo.

Cuando me dispuse a abrir mis ojos, Alexander se alejaba entre la multitud y yo suspiré aliviada.

Un mozo me ofreció una copa de vino y yo acepté. Desde hacia mucho tiempo no bebía un buen vino francés . Extrañaba esos pequeños placeres de la vida como sentarme en el patio de la casa con mi hermano Lucas y hablar de nuestras vidas mientras bebíamos vino, Champagne o lo que fuera que tuviéramos en el momento.

-Señorita Lâforet.

Me di la vuelta y me encontré con Bingham sonriéndome muy alegremente.

-Sargento Grosval- Lo saludé.

-Bingham, dime Bingham por favor.

-Esta bien- Sonreí.

-Te queda lindo...el corte de pelo- Dijo nervioso- Y el vestido también.

-Gracias- Sonreí amablemente- No sabía que venias a este evento.

-Estoy en representación de la SS.

Por alguna razón, Bingham provocaba alegría en mi cuerpo. Quizás era porque fue la única persona amable conmigo en tanto tiempo, pero en el momento que yo recordaba que era miembro de la SS y de las atrocidades que estos cometían contra la humanidad, esa sensación desaparecía completamente.

Él se dio cuenta que no me gusto mucho la respuesta. Se generó un silencio incomodo, hasta que vino un mozo a ofrecernos una copa y obviamente aceptamos.

-Mi suegra me mando una foto de mi hija...¿quieres verla?

-Sí, me encantaría.

De uno de los bolsillos de su uniforme, sacó una foto pequeña y me la entregó a mi.

A pesar de que la foto era en blanco y negro se podía notar que la niña, Astrid, tenía el cabello rubio y los ojos marrones y la misma sonrisa que su padre. Supuse que el cabello rubio era debido a su difunta madre.

-Es muy bonita- Le devolví la foto- Se parece mucho a ti.

-Gracias- Contestó sonriente- Me dieron unos días libres para ir a verla.

-Eso es genial, me alegro muchísimo.

-Si, bueno eh...- Sonaba muy nervioso a la hora de hablar- Me preguntaba si..ehh bueno...

-Bingham me estas poniendo nerviosa.

Él suspiró.

-¿Quieres venir a Alemania conmigo?- Preguntó rápidamente.

Esa pregunta me tomó por sorpresa. No me esperaba una propuesta así en lo absoluto.

-¿Me estas hablando en serio?

-Absolutamente.

-Yo tengo un trato con el Coronel que no puedo romper. Además, no puedo abandonar mi pueblo de un día para otro y tampoco...- Bingham me interrumpió.

-Él soldado te golpea, Jazmine ¿cómo puedes tolerar eso?

Inmediatamente llevé mi mano a mi mejilla. Al parecer el maquillaje se estaba corriendo, dejando al descubierto mi gran moretón provocado por Alexander.

-¿Pensaste que no me iba a dar cuenta? Voy a matar a ese desgraciado.

Normalmente yo no le deseaba la muerte a nadie, pero Alexander era un caso especial.

-Nada me haría más feliz que eso.

-Déjamelo todo a mi- Contestó- Me voy en dos días a Munich ¿vienes conmigo?

-¿Cuantos días serían?

-Cinco días. Luego te puedo llevar de vuelta a tu pueblo o te puedes venir conmigo a Polonia.

Antes de que pudiera darle una respuesta, uno de los soldados a cargo del Coronel prácticamente me obligó a ir a sentarme a la mesa principal, porque la "presentación" iba a comenzar.

En la mesa me encontraba junto a Ana y varios hombres más que parecían muy importantes dentro del ejercito. El Coronel se encontraba arriba del escenario esperando a que la gente se acomodara.

En la pantalla apareció el dibujo del prototipo de un avión de guerra o ,mejor dicho, una maquina de matar. Jamás había visto algo semejante y no parecía muy posible llevar ese dibujo a la vida real. Tenía varios errores matemáticos y de espacio.

Lo mejor de la noche fue cuando el Coronel anunció que yo era la encargada de llevar a cabo la construcción de esos avione

Jazmine LâforetWhere stories live. Discover now