Capítulo 6: Dulces labios

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−¿Cómo es que no te molesta venir sólo para hacer sándwiches?− Pregunto mientras unto mayonesa en los panes apilados a mi lado.

Clara sonríe sarcásticamente por la comisura de sus labios y se acomoda los lentes por el puente de su nariz, luego toma los demás ingredientes y pone los sándwiches terminados en una charola grande.

−Porque es lo único que sé preparar.

−Ah, ¿sí?− La reto. −¿Qué harás el día que te cases?

−Me conseguiré un marido que sepa cocinar.

Me río.

−¿Y qué pasaría si te casas pensando que él sabe cocinar y él pensando de que tú sabes cocinar?

Levanta las cejas y lo piensa. Me mira apretando los labios y agita sus cejas una y otra vez, para luego buscar la respuesta en las paredes. No debería ser tan difícil responder esa pregunta. Si yo me hiciera esa pregunta, pues, siempre existen restaurantes o comida a domicilio.  Cocinar es lo de menos, la verdadera cuestión es comer, sea lo que sea.

Clara vuelve a mirarme y me sonríe con esos blancos dientes arrugando la nariz adorablemente.

−Divorciarme.

Nos reímos.

−Pobre hombre, le vas a romper el corazón.− Pongo mi mano en el pecho dramáticamente.

La expresión de ella se torna seria y frunce un poco el ceño, concentra sus ojos en los ingredientes para los sándwiches y sus orificios nasales se dilatan.

−Tú mejor que nadie, sabes que todos sufrimos por un corazón roto− Aprieta la mandíbula. −o rompemos uno.

Me quedo callado. No tengo idea de qué responderle, pero inmediatamente siento un nudo en la garganta. ¡Idiota! Debí haber sabido que encontraría la forma de emparejar esta conversación con lo que le hice. Le sigue doliendo, lo sé. No es para menos. Supongo que yo también lo estaría. Curiosamente, a mi me rompió el corazón, el haberle roto el corazón a ella.

Cuando terminamos con el último sándwich, Clara se lleva la charola a la cocina, donde mamá se dedicará a envolverlos en papel aluminio y meternos en una enorme bolsa de plástico. Espero que los tragones de mis primos no se coman todo, apenas son suficientes para la familia, y de hecho es sólo para soportar las dos horas de viaje y no tener el estómago vacío.

Desde el comedor, escucho a Clara y a mamá que conversan sobre cosas triviales y comparten una que otra carcajada. Aprovecho la oportunidad y me dirijo a mi cuarto. Cuando entro, me encuentro con un completo basurero. He descuidado mucho mi habitación desde hace días. Arrugo la nariz, sintiendo vergüenza por mi mismo y enciendo el computador para poner la canción de "Besos en Guerra" de Morat. Me gustó mucho esa canción y la he estado poniendo por las noches antes de dormir, como una especie de adicción.

Dejo reproduciendo la canción y me dedico a ordenar mi cuarto. Comienzo por levantar la ropa del suelo y ponerla en el cesto de ropa sucia, hacer mi cama y ocuparme del desorden que tengo en mi escritorio. Los post-its de Clara siguen en sus lugares, por lo que solo acomodo mis cuadernos y libros de la universidad.

Tarareo la letra de la canción, cuando escucho que tocan la puerta.

−Adelante.

Me concentro en los CD's que están desordenados sobre una repisa y los voy acomodando alfabéticamente, ignorando quién acaba de entrar a mi habitación.

−¿Matt?

Volteo y me encuentro con Clara parada junto a la puerta. Dejo los CD's y me acerco a ella.

Volveré a ConquistarlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora