» VII - Parte.

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Se vistió rápido cuando notó que la mirada de Kaito no se atrevía a cruzar con la suya, nuevamente. Un enojo creció en él, pero esta vez consigo mismo, estaba manchado, había perdido algo a lo que debía darle importancia, con una persona a la que no quería. Su corazón latía débilmente, sintiendo como su portador lentamente caía en una profunda depresión a causa de las acciones cometidas. Un pobre omega que había sido reclamado, pero no marcado, algo que sería digno de vergüenza, pero solo lo era porque lo único que Shinichi esperó de este momento, fue poder sentir algo por quién compartía la cama, pero no.

Kuroba Kaito no le inspiraba ese amor. El mago tenía una figura envidiable, un cuerpo de película, tan atractivo, pero no había nada más en él que llamase su atención.

Cuando su ropa volvió a su lugar, volvió a sentirse tan sucio, con una imperiosa necesidad de correr a una ducha y fregar su cuerpo, quitarse el aroma que impregnaba cada centímetro de su piel. Entregado a quién ni siquiera amaba, eso sí le resultaba un decepción.

—Shinichi... —le llamó. Su voz era suave, pero clara. En absoluto se arrepentía de haberle poseído, pero sí de su maldito trato en aquella azotea. De alguna forma estaba entendiéndose a sí mismo, comenzando a notar que su corazón latía por su crítico favorito.

—No digas nada. —le imploró con ojos lastimeros, Kaito casi se ahogaba en su propia saliva de tal expresión deplorable en una persona tan inteligente —Yo sé que esto no significa nada, lo entendí. —sentenció, terminando con su corbata y corriendo hasta la puerta de salida. No miró siquiera cuan sucia podía haber dejado las sábanas, solo quería huir de Kaito, al que malditamente pertenecía, al que su alma de omega estaba destinado.

¿Quién fue el imbécil que pensó en eso? Se sentía vulnerable pensándolo.

Kuroba lo vio largarse, pero el detective de haberlo mirado un instante siquiera, se habría dado cuenta de que el mago estaba al borde de las lágrimas. Para él no había sido nada, para él fue dar su alma a quién le pertenecía.

—Estúpido detective... —farfulló, resentido. Su corazón se sintió desolado viéndose ahí, solo, otra vez. Aquella vez en la azotea él todavía no comprendía sus sentimientos, pero ahora sí y Kudo igualmente acababa huyendo de él. Quería decirle lo que sentía, que lamentaba haber sido un idiota, que en verdad quería amarlo como correspondía...

¿Cómo podía demostrarle qué quería dar pie a todo aquello? Por supuesto, la mejor manera no fue acostándose con él.

Tan idiota, como siempre.



Shinichi no reparó en seguir en aquel instituto apenas abandonó la enfermería. Debía volver a Beika, y debía ser rápido. Sus pasos acelerados no tuvieron ningún obstáculo, no se sentía capaz de poder asistir nunca más a ese lugar y así estaba bien. Solo pediría el regreso con Hakuba y su mártir terminaría. No quería ver nunca más a Kuroba Kaito, no cuando la sonrisa de ese chico estaba demasiado clavada en sus memorias, al igual sus llamativos ojos.

Idiota, estás enamorándote. Escondió sus ojos con el flequillo cuando aquello pasó por sus pensamientos, algo tan real que le aterraba. El día en que conoció a Kaito debió ser el peor, especialmente cuando ya estaba condenado. Odiaba a las almas gemelas, odiaba no resistirse a su dominancia, odiaba todo lo que tuviese que ver con él y más que nada odiaba ser un omega. Jamás pensó que odiaría su condición de género. Kuroba lo tenía enfermo, insano, de una manera en que el verdadero Shinichi ya casi no existía.

Sus ojos, preciosos zafiros, ni siquiera tenían ese brillo especial que los hacía lucir.

. . .

Límite { Kaishin | Shinkai }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora