» Epílogo.

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Se paró frente al espejo, admirándose. Su piel pálida había estado retornando a su color natural, al igual que el brillo de sus azulados ojos. Tras de él aparecía el chico de violáceos ojos, acercándose lentamente hasta él desnudo. Sus cuerpos delineaban el abdomen levemente marcado, sus brazos, todo estaba resultando precioso. Sus cuerpos aparte de su olor natural, desprendían también el de aquellos fluidos mezclados que habían quedado de la noche anterior.

Shinichi se paró de perfil, solo para admirar aquella marca que se marcó para la eternidad en su cuello. A pesar de ya estar sellada su piel, y que las cicatrices le resultaban desagradables, se admiró de aquella no pudiendo despegar su mirada de ella. Era la marca de su alpha. De su compañero de vida, de su querido ladrón, una persona de la que estaba enamorándose día a día.

El mago le abrazó, pegando su cintura a la propia, haciéndole notar aquello que le colgaba entre las piernas. Ambos yacían desnudos, admirándose en el espejo.

—Lo siento por la cicatriz... —pidió el más alto, como pudiendo leerle los pensamientos. Lo único que podía molestar al detective, es que esta quedase a la vista.

—Está bien, Kaito —le sonrió, volteándose para ser abrazado dando su rostro. —Eres tú, está bien.

Kuroba se apoyó en el hombro del detective, con un último susurro —Perdóname por todos los errores de antes, y los que probablemente sucedan después...

—Seguiremos juntos, ¿no? —la sonrisa del detective era tan luminosa que no podía evitar contagiarlo. —Podemos hacerlo —acabó diciendo, pegando sus labios a los de su ladrón, quién recibió gustoso el suave y delicado contacto.

. . .

Dos años después.

—¡Kaitoooo! —el detective llamó desde la entrada de su hogar. Veía el reloj con un poco de impaciencia, notando como el minutero corría y su amado mago aún no descendía esas escaleras. —¡Vamos a llegar tardeee! —volvió a exclamar agotándose su paciencia.

En las habitaciones de arriba se oían cosas moviéndose y siendo lanzadas sin control alguno. Shinichi suspiró, después tendría a Kuroba de ama de llaves durante algunos días ordenándole la mansión, porque sin duda el mago era muy desordenado en momentos como este.

Segundos después, con un precioso traje azul cobalto, con el borde del cuello pintándose de un tono negro, usando una camisa blanca y con corbatín a juego con su traje. Estaba galantemente peinado un poco, pero dejando sus mechas en desorden como acostumbraban. Llevaba un sobrero de copa del mismo color cobalto y cinto negro. Sin duda lucía demasiado atractivo, Shinichi no podía despegar su mirada soñadora de ese mago tan bien vestido. Un traje que de hecho, él escogió para Kaito.

Esta sería su primera presentación de magia bajo el nombre de la compañía de magos Hopper. Nombre que le acogió luego de que la dueña de éste le viese en una pequeña improvisación.

—¡Rápido, no debes estar tarde en tu primera actuación! —aclamó Shinichi, sin ganas de decirle que se veía jodidamente bien. Kaito sonrió por el sonrojado de su novio y subió al auto, cantarín.

—¡Sí, sí, amore! —siseó Kuroba, distrayendo al detective conductor que le miraba de reojo.

Shinichi colocó su mano sobre la de Kaito cuando puedo, estando ambas sobre la palanca de cambios.

A veces se le olvidaba como es que todo empezó, de una forma tan dramática que parecía novela de televisión. Después recordaba que aunque pudiese, no cambiaría ninguna de sus acciones, porque todos los escándalos y vivencias le llevaban hasta él, hasta su alma gemela, la que él había recibido luego de conflictos con los brazos abiertos, no porque fuese ideal, sino porque amaba a Kaito Kuroba, no a lo que él destino dictó, lo amaba a él como persona y lo aceptaría bajo cualquier situación. Así mismo se veía reflejado en la mirada de su mago, quién le veía como persona y no como el omega que le tocó.

Algo en su corazón se llenaba de calidez cuando pensaba en lo feliz que había estado siendo con su encantador y ruidoso mago, el que llenaba sus días de vida y alegría desde que estaba en su casa casi todos los días. Incluso recordaba con gracia como eran expertos para dejar un terrible caos en la cocina cuando intentaban cocinar, ¡y eso que Kaito había aprendido a hacer muchísimos tipos de dulces!

—¿En qué piensas, Shin-chan? —cuestionó el chico, quién no despegaba su mano de la de su amado, quién se encantaba con su ternura y su amor.

—En lo mucho que te amo, Kaito —aseguró sin ninguna duda en su voz, haciendo temblar al ladrón que jamás había oído esas palabras con tanta severidad.

Las luces ya engrandecían el cielo nocturno, haciendo alarde del recinto y el magnífico escenario que sería usado para la presentación.

—Vamos, Kaito, esto será solo un gran paso para ti —jalándole de la mano para poder llevarle al interior del edificio. Todo lucía tan perfecto.

—¡Para ti igual! ¿Crees que dejaría a mi amada esposa? —cuestionó divertido, molestándole. Shinichi bufó, pero no estaba demasiado preocupado de la pequeña broma, sino de llevar a su ladrón al escenario.

Amaba cuando Kaito daba actuaciones, porque se embelesaba en la belleza de sus trucos e ilusiones, era delicado y perfeccionista. Con él aprendió a disfrutar de esta vida.

Con él, estaba aprendiendo a ser amado de una forma cariñosa, de dejarse llevar por los sentimientos cálidos, de dejarse amar y disfrutar el toque de él. Aprendía tantas cosas, pero también se recordaba que se encargó de enseñar muchas cosas a su querido mago, el que ahora lucía una mirada de niño mientras se despedía con un apasionado beso delante de todos los espectadores.

¿Qué tanto importaba?

Shinichi sería por siempre de él y todos debían saber que el próximo gran mago del siglo, Kuroba Kaito, lo tenía de pareja.

El afamado detective, era el novio del mago.

Todos los betas, omegas y alfas ya estaban resignándose para la eternidad, pues nadie podía irrumpir en esa burbuja exquisita de amor que ambos tenían.

También cabía decir que para coronar con la cereza al pastel, Shinichi pretendía darle la noticia a su amado novio, Kuroba Kaito, una vez terminado el acto. La noticia tan importante que llevaba unas semanas guardándose, esta que involucraba a un pequeño niño próximo a la vida de ambos, el que probablemente ahora descansaba plácidamente en el vientre del detective que miraba con ilusión la actuación.

Bien, eso sería una buena noticia para el inicio de la carrera del ya muy afamado mago Kuroba Kaito, y el aclamado mejor detective japonés, Shinichi Kudo.

Un niño. Su niño.



Límite { Kaishin | Shinkai }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora