Capítulo 22

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La brisa fresca azota mis mejillas, tiñiéndolas de un tono rojizo que hace juego con mis labios. El viento se encarga de ondear y alborotar mi cabello castaño, apoderándose del dulce aroma que desprende. Automáticamente me estremezco ante la sensación gélida que recorre mi cuerpo de pies a cabeza, y reacciono bajándome las mangas de la camiseta con el fin de cubrir mis nudillos. Incluso soy capaz de percibir como mis dientes castañetean tras mis labios.

A mi vera se encuentra la chica rubia, quien tiene su cabeza apoyada en mi hombro derecho. Su cabello dorado, en ocasiones, logra rozar mi mejilla, provocándome una leve cosquilla. El brazo de ella está entrelazado con el mío. Tengo la cabeza unida a la suya y la mirada en la misma dirección. Junto a la acera yace un vehículo gris, cuyo maletero está abierto y siendo utilizado para guardar el equipaje en su interior.
Daniel es quien se encarga de colocar las maletas de manera que no impida el cierre ni entrañen ningún tipo de peligro. Samuel está a su vera, bebiendo un sorbo de su cubata cada pocos minutos, mostrando su dedo pulgar en señal de aprobación. Cormac está apoyado en el capó de su vehículo, charlando animadamente con Jonathan, quien hace relativamente poco que ha llegado. El chico rubio le propicia sendas palmaditas en el hombro a su amigo y se limita a transmitirle sus más sinceros ánimos.

Abby aparece por mi izquierda y se toma la libertad de acomodar una de sus manos en mi hombro y luego apoyar su barbilla sobre ella. Flexiono mi brazo, aproximándolo a mi pecho, de manera que alcanzo a colocar mi mano sobre la suya. La chica morena, además, le pasa un brazo por encima de los hombros a la vampira, quien le agradece el gesto con una sonrisa.

—Esto no es el final, tan solo es el principio de algo mucho mejor— admite Abby, con el propósito de levantarle el ánimo a Ashley.

—¿De verdad lo crees?

—Claro que sí.

—Nos tenemos las unas a las otras— intervengo, mirando a cada una de mis amigas directamente a los ojos—. Nada puede salir mal mientras permanezcamos unidas.

—Estaremos juntas para siempre— añade la chica rubia.

—Creo que va siendo hora de concienciarme acerca de tener que convivir día a día con una Ashley perfeccionista y alterada.

La aludida le da un leve codazo a la chica morena, quien sonríe.

—Tal vez nuestros caminos tomen direcciones distintas en algún momento de nuestras vidas pero cada una encontrará la forma de volver a casa— murmuro.

—¿Cómo sabes dónde está tu hogar?

Miro a Ashley, perdiéndome momentáneamente en sus ojos color miel, los cuales ganan belleza al estar ocultos tras sus largas pestañas.
Luego cambio el rumbo de mi mirada hacia la carretera, concretamente hacia la parte delantera del vehículo, deteniéndome en una persona en concreto. En ese instante, Jonathan se percata de mi detenida observación y me escruta con su mirada azul desde la distancia. Una sonrisa se apodera de sus labios y yo no puedo evitar ser presa de ella.

—Casa es aquel lugar en el que te sientes protegida de todos los males y sobre todo feliz. No necesariamente debe ser un sitio, puede ser una persona o los brazos de alguien a quien quieres.

—¿Y cómo sabes que has encontrado tu hogar?

—No lo sabes. Simplemente lo sientes— contesta Abby, quien está mirando embelesada al chico de cabello moreno y camiseta azul marino que acaba de darse media vuelta, quedando enfrentado hacia ella por unos metros de distancia. Sus miradas se conectan al instante y sus sonrisas aparecen con una milésima de segundo de diferencia.

Ashley deposita su mirar en el chico de cabello castaño que yace junto a la puerta, con los brazos encruzados y apoyados sobre el techo del vehículo, observando con avidez a la chica que descansa bajo el porche junto a sus mejores amigas.

Cazadores Nocturnos 2; La PromesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora