El hoy...

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El futuro no es algo que este decidido completamente… Existe algo muy interesante que pocas veces se le da importancia: la libertad de decidir o de elegir el camino de tu vida.

Lo único cierto es que, cómo ley física del universo, las decisiones que tomes hoy, decidirán el mañana y tu destino.

Usualmente, los errores de ayer no pueden ser corregidos… los remordimientos o alegrías del hoy, son consecuencia de las decisiones del ayer.

Sin embargo, algunas veces un milagro brinda a las personas necias una segunda oportunidad, que les permita darse cuenta de lo que han perdido.

~§~

Tatsumi Souichi es un hombre de éxito, lo fue desde sus años de universidad y lo sigue siendo en su vida laboral. Después de terminar su doctorado y con los contactos necesarios, se hizo pronto de un nombre entre los científicos y empresarios de su rama de estudios, posicionándose rápidamente en puestos importantes hasta llegar a ser socio de la empresa para la que antes solo era empleado.

No hace falta mencionar que su férreo carácter junto con su intachable actitud hacia el trabajo y ética profesional, le abrieron las puertas indicadas para ascender laboral y económicamente.

Pero todo tiene un precio, y para nuestro querido tirano fue uno que quizá en otro momento hubiera sido muy difícil de pagar: su vida personal y familiar.

Entre más escalaba profesionalmente, más se alejaba de su familia; los hermanos a los que sobreprotegía apenas y les llamaba (cuando sucedía era porque ellos buscaban el contacto); el padre al que regañaba por ser un "padre ausente", se volvió más presente que él, había acumulado ya algunos años que no paraba por la casa familiar.

Ese hombre fuerte y honorable de ceño fruncido y mirada cálida, se convirtió en un hombre de decisiones duras, ceño fruncido y mirada fría; capaz de todo por lograr su objetivo, aunque a veces parece que ya no recuerda cual era.

Nunca se cuestionó las decisiones o sacrificios que tuvo que hacer para llegar a donde estaba ahora. Para él, el trabajo se había convertido en su vida, vivía para trabajar… ya no trabajaba para vivir; sus ascensos y asociación como jefe le permitieron rápidamente una vida cómoda, elegante... y solitaria, en lo que su carácter no ayudaba; pero justo en este punto, no le importaba tampoco.

Había intentado un par de ocasiones (por presión de su jefe) relacionarse con alguna chica; las múltiples reuniones con inversionistas parecían tener como requisito un acompañante femenino de preferencia; las primeras ocasiones era el centro de atención por ser el típico"soltero codiciado": laboralmente en ascenso, guapo y "convenientemente" disponible, o eso parecía el joven de cabellos largos.

Las mujeres lo acosaban y colmaban su paciencia con preguntas tontas y voces chillonas; las primeras cinco reuniones eran interesantes, pero después de que pasó de moda ese "misterioso soltero", se volvió un suplicio para Tatsumi soportar más de una hora entre toda esa gente molesta, ruidosa e hipócrita.

— Souichi, te he dicho muchas veces que necesito que te quedes más tiempo en los reuniones... Los inversionistas necesitan sentirse seguros... Somos los anfitriones y necesito que cooperes más— le decía un pequeño hombre con lentes de pasta, enorme barriga y puro en mano; con voz firme pero amable.

—No molestes viejo... Sabes que no me gustan esas idioteces... No he visto que alguno se queje de las ganancias que obtienen después de las mejoras a sus estúpidos productos— decía tirado en el sofá que había en la sala de juntas totalmente indiferente al regaño de su jefe —¿Quién te crees … mi padre?— murmuraba para sí, fastidiado por el regaño de aquel hombrecillo, cada que podía le decía el mismo sermón, ya lo estaba cansando.

Un hombre exitosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora