El suave sonido de las teclas siendo presionadas por mis dedos llenaba el lugar como el sonido de papel al ser las páginas pasadas por tus largos y mágicos dedos, el olor a incienso, té y café inundaba el espacio que nos separaba.
Pero el sonido que emanaba de tus manos al rozar y golpetear rítmicamente el libro que siempre descansaba en tu regazo paró, escuché como dabas un sorbo al té que te calentaba las manos y como mi nombre rodaba entre tus dientes, lengua y labios, sonido que querría escuchar hasta el final de mis días; levanté la mirada y ahí estabas, sentada en aquella montaña de cojines que poco a poco acumulabas haciendo de ellos tu pequeño nido dónde pasar tu tiempo y dónde a veces me hacías sentarme con nuestras rodillas rozándose y nuestros dedos enredados entre sí.
Mi mirada no se alejaba de aquella parte hundida en tu mejilla que tanto me apasionaba, hasta que susurraste un "¿Puedo?", entonces mis piernas reaccionaron por sí solas y desplazaron la silla en la que me encontraba hacia atrás y mis manos abandonaron las frías teclas para tomar la taza de café que habías dejado junto a mi mano izquierda cuando habías llegado, el calor ahora hacía que mis dedos doliesen cansados y tus largas piernas ahora te desplazaban hacia donde yo me encontraba y tras besarme la mejilla te sentase en mi regazo, mi pecho se hinchó de orgullo, satisfacción y comodidad, era la forma más fácil y efectiva de calmar mi alma, era la forma que habíamos aprendido con el paso del tiempo uno junto al otro, en esos momentos en los que creíamos que todo se derrumbaba y solo nuestra presencia era capaz de hacer que nuestra respiración se acompasase y nuestros pensamientos no volasen lejos, sino que permaneciesen en la realidad de la habitación, la realidad que nos importaba, solos tú y yo, a salvo de todo.
Me encantaba cuando alzaba la vista y te veía ahí, al otro lado de la sala sentada en tu escritorio con tu ceño fruncido y el bolígrafo atrapado entre tu nariz y labio superior mientras tus dedos repasaban los números en la calculadora una y otra vez "¿Cómo puede ser que ya no me dé el mismo número?" un gruñido salió de tu garganta he hizo que las comisuras de mis labios se alzasen, si había algo que tuviera que destacar de ti definitivamente destacaría tu poca paciencia y esa habilidad que tienes para aprender a hacer cualquier platillo que quisieses.
No pude evitar levantarme e ir hacia ti, cuando mi mano tomó la tuya alzaste la mirada y un suspiro escapó de tus labios, labios que besé, en un simple roce.
Tus ojos estaban aguados a causa de la frustración de que no todo te saliese a la primera, sabía que necesitabas parar por un minuto y por ti misma no lo harías porque siempre creías que eso era rendirse "Sabes lo que te digo siempre, es solo parar, tomar aire y volver con más fuerza" fue lo que dije luego de que apoyases tu cabeza en mi cadera y mis dedos se enterrasen en tu pelo hecho un nudo en lo alto de tu cabeza, o por lo menos hasta que tiré del lápiz que lo sujetaba y lo vi descender hasta cubrir tus hombros y espalda, "Ven, vamos a descansar un poco, no hemos parado en todo el día", mi mano tiró de la tuya y sin esfuerzo ninguno te separaste de la silla y comenzaste a andar tras de mí hasta que llegamos al sofá donde te hice sentar a la espera de mi regreso, regreso que hice con un té hecho exclusivamente para ti.
Mis manos jugaban a trenzarte el pelo, algo que nunca salía bien, mientras tú, apoyada en mi pecho, me contabas como el estudiar día y noche te estaba volviendo loca, "Te lo estoy diciendo totalmente en serio, que me estoy volviendo loca, que he metido el bolígrafo en la taza y he pretendido escribir con la cucharilla" , una carcajada salió de mí haciendo que tu cara de confusión pasase a una sonrisa y luego rieses conmigo, "mi loca", te besé la cabeza intentando parar las carcajadas que no parecían acabar pronto.
Pero por tu parte no fue del mismo modo, sino que tu risa se apagó de repente, separaste tu cuerpo de mi y te sentaste con las piernas cruzadas entre las mías, pero fuera de mi alcance, tu mirada no se separaba de tus manos hasta que tu nombre fue dicho por mí, giraste tu cuerpo y caíste sobre mí, esta vez boca abajo enterrando tu cara en mi pecho y rodeando mi cintura con tus brazos, intentaba llamarte y hacer que me mirases, solo sentía tu respiración lenta y profunda, obligada por ti a no ir más rápido de lo que tu cuerpo quería realmente, "Odio esto, llevo horas frente a los libros y siento que no me sirven de nada, que no he avanzado, nuca siento que avance", entonces lo entendí todo y mis manos subieron a tu espalda y te apretaron contra mí, sin decir una palabra, porque sabía que no podría hacerte cambiar de parecer.
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