Mis dedos rasgaban las cuerdas de la vieja guitarra, Clara y Alex sentados frente a la pequeña hoguera, que tanto nos había costado encender, hablaban y reían. La nieve había caído por la noche dejando la tierra mojada y la madera inservible, pero aun así habíamos sido precavidos y habíamos guardado un par de pequeñas ramas en el bus.
Whole Lotta Love de Led Zeppelin llenaba el ambiente, el viento se llevaba las notas susurradas por la guitarra, Alex planeaba salir a cazar y Clara me preguntaba por salir a buscar unos vegetales.
-¿Recuerdas cuando comenzó todo esto?
Mi voz indicó el final de la melodía y mis manos dejaron de hacer el amor con la música y dejaron la guitarra apoyada en la puerta del Magic Bus.Mi mente vagaba casi año y medio atrás cuando casi sin pensarlo Clara y yo nos gastamos los ahorros que teníamos en un vuelo hacia Los Angeles donde empezó lo que se convertiría en muestra vida, vagar por un país desconocido intentando sobrevivir de pequeños trabajos que encontrábamos. Hasta que nos encontramos con Alex y su sueño de llegar a Alaska se convirtió en el nuestro y lo que eran dos caminos totalmente separados se convirtió en uno de tres carriles, para tres pares de pies, tres pares de pies con más kilómetros que cualquier Davison viajera, tres pares de pies con un solo sueño, escapar de aquella sociedad tóxica en la que habían nacido.
La nieve había caído por la noche llegando a cubrir las ruedas del bus y dificultando la salida de este, empujaba la puerta intentando tener la fuerza suficiente como para superar la presión que hacía la nieve en su contra.
-¿Te ayudo?- Alex sentado en su cama mientras se miraba y repasaba por septuagésima vez la guía de plantas silvestres de América del Norte. Negué con la cabeza -Deberías dejar de ser tan cabezota- mi cabeza se giró rápidamente en su dirección y enarqué una ceja, Alex levantó las manos en forma de rendición y volvió la vista a el libro ahora en su regazo.
-¡Alex!- Alex llegó a mi asustado, casi cayéndose una vez se hundieron sus pies en la nieve hasta casi las rodillas. Yo sólo miraba la nieve que se extendía sobre un horizonte infinito lleno de grandes montañas, Alex me preguntaba una y otra vez que qué había pasado para que lo hubiese llamado de esa forma. -Tenemos un problema, ¿Sabrías encontrar ahora donde ayer dejamos la carne ahumándose? -Por primera vez desde que Alex había salido del Magic Bus me giré hacia él, el cual no tenía expresión ninguna en la cara y podía ver como cada vez su rostro tenía menos color.
-¡Clara! -Alex se llevó las manos a la cabeza donde enterró los dedos en su propio cabello mientras gritó el nombre de nuestra amiga la cual salió igual de alterada que anteriormente lo había hecho Alex. -Clara dependemos de ti que eres la que mejor orientación tiene, ¿sabrías encontrar donde dejamos ahumando la carne?
En ese momento comencé a arrepentirme no haber creído nunca en un Dios al que rezarle en ese mismo instante para que Clara no negase, pero lo hizo, Clara se encogió de hombros y Alex gritó, gritó como nunca lo había hecho y luego se puso en marcha, alejándose de nosotras a grandes zancadas y fuertes pasos, se oía la nieve crujir bajo sus pies furiosos, mi primer instinto fue salir tras él pero una mano me sujetó, Clara negaba con la cabeza dando a entender que tenía que dejarle solo, que necesitaba estar solo.
Siempre admiré el cómo Clara y Alex encajaban, como si ellos fuesen hechos precisamente para estar juntos, eran capaces de hablar con la mirada, eran capaces de hacer un gesto y estallar en carcajadas, tenían bromas internas que yo nunca fui capaz de entender. Y ahora como siempre Clara sabía que Alex quería estar solo cuando yo había interpretado lo contrario.
Asentí y comencé a andar intentando recordar por dónde habíamos andado el día anterior buscando el lugar perfecto para dejar la carne durante la noche, pero me arrepentí cuando tras veinte minutos comenzó a nevar de nuevo y ya no era capaz de ver el bus, sabía que como no volviese sobre mis pisadas en ese mismo momento me perdería y no sabría cómo volver y la verdad es que no me apetecía el morir congelada, no aún.
Cuando llegué de nuevo al bus los chicos estaban recogiendo todo lo que teníamos fuera antes de que la nieve cubriese los objetos, y sin decir nada les acompañé en la tarea. Carreábamos las sillas hacia el interior de Magic bus sin pronunciar palabra, ninguno de nosotros decía nada, casi no nos mirábamos en ese momento.
-Chicos, tengo que contaros algo- sentía como en mi garganta se instalaba un bulto que entrecortó mis palabras y que amenazaba con hacerme llorar. Tanto Clara como Alex dejaron la partida de cartas y me miraron, yo no podía apartar la mirada de la ventana, sabía que como les mirase no sería capaz de decir nada.
-Cuando el tiempo mejore un poco me iré, no soy como ustedes, no puedo vivir así, necesito seguir adelante, me siento atrapada aquí.
Nadie volvió a hablar del tema, los días continuaron con toda la normalidad que podíamos tener tras aquel momento.
Pasaba las noches a partir de ese momento odiando Alaska, por primera vez en todo el tiempo que llevaba ahí, el tiempo no mejoraba sino que empeoraba por momentos y mi pecho se oprimía a la misma vez que el nivel de la nieve aumentaba.
"Para mis compañeros de viaje, mis compañeros de felicidad:
Espero que no os enfadéis mucho conmigo, no os pediré que me entendáis porque no creo que lo vayáis a hacer, solo espero que me recordéis con cariño por todo lo que hemos recorrido juntos.
Mi estadía en Alaska ha sido maravillosa, para que mentir, pero llegó un momento en el que yo ya no pertenecía aquí, o pertenecía demasiado, así que tomé la decisión de irme. La libertad y la simple belleza son demasiado buenas para dejarlas pasar.
Mi querida Clara, siento no poder ofrecerte el final que habíamos pensado para esta aventura, pero espero que los giros de guion que han sucedido recompensen el no tener lo que queríamos. Clara, tengo tantas cosas que decirte, tantas cosas que agradecerte, gracias por confiar en mi cuando nadie más lo hizo, gracias por acompañarme y darme el valor para cumplir mi sueño, gracias por enseñarme tanto durante todo estos años, gracias por darme la confianza que necesitaba, gracias por compartir y darme nuevos puntos de vista de lo que ha sido la vida, gracias por todo pequeña.
Alexander, que decirte, sé que siempre hemos chocado más de lo que nos gusta admitir, pero aun así nos dejaste acompañarte, aun así has hecho que vivamos una de las mejores experiencias de nuestras vidas. A ti también tengo que agradecerte muchas cosas la principal es dejarnos acompañarte, el enseñarnos todo lo que estaba en tus manos, gracias hacer que amase Alaska con toda mi alma. Gracias por compartir tu felicidad con nosotras. Una vez escuché decir a una persona muy importante para mí que la felicidad solo es real cuando se comparte, no sé si te suena. Por último déjame pedirte un último favor, sigue amando por mi Alaska, sigue cuidando esa parte de mí que se queda contigo, esa parte que lleva nombre y apellido.
Espero que me recordéis como ese trocito de la aventura que llevamos los tres a cabo. Espero poder ver que algún día nuestra historia la conoce alguien, que esta historia de dos amigas que quisieron desaparecer se unió a un completo desconocido amante de Alaska sirva de ejemplo a las personas para hacerles saber que se puede ser feliz sin mucho y con un amigo a tu lado.
Siempre vuestra H."