Me miré al espejo, suspiré y escondí mi pelo dentro del pequeño gorro negro. Cogí la mochila tras ver que llevaba lo necesario y salí de casa, envuelta en la oscuridad de la noche caminé hasta cruzar la ciudad. Abrí la mochila y saqué la máscara que ya había usado tantas veces y entré a la tienda levantando mi pistola y tirando la mochila sobre el mostrador. Aquel chico con pelo castaño claro perdió la sonrisa en cuanto me vio acercarme, antes el miedo en los ojos de los empleados me hacía sentir mal, pero tras tantas veces había aprendido a ignorar su expresión. Cerré la mochila con rapidez y salí corriendo de allí sin apartar la pistola de su cabeza. Corrí hasta llegar al callejón que habia localizado con anterioridad por la zona. Tiré las cosas de la mochila al suelo y le di la vuelta haciendo uso de que fuese reversible. Metí toda la ropa negra dentro sin orden alguno y tras arreglarme el pelo salí del callejón, ya podían escucharse las sirenas de la policía en la distancia. Sonreí para mis adentros y caminé con calma hasta llegar al metro, un par de policías vigilaban la estación. Pude escuchar en sus radios cómo les avisaban sobre el robo que acababa de ocurrir y uno de ellos se acercó a mí. Noté cómo me corría el pulso y cómo me sudaban las manos, me obligué a calmarme y lo miré a los ojos fingiendo curiosidad cuando estuvo frente a mí. Tras saludarme me avisó sobre lo ocurrido, diciendo que vigilase mi mochila, insistiendo en que siempre es peligroso ir sola a estas horas. Sonreí y bromeé diciendo que a qué ladrón podían interesarle mis apuntes. Llegó el metro y subí abrazada a mi mochila, sabiendo que una vez más me había librado. Siempre me ponía nerviosa hacerlo, pero tras tantas veces comenzaba a pensar que conseguiría todo el dinero sin consecuencia alguna.
Llegué a casa, aquel pequeño piso desordenado, y comencé a contar el dinero. No había sido mucho, la tienda era pequeña, pero como todo ayudaría a pagar las deudas que mi padre había dejado a mis espaldas. Suspiré escondiendo el dinero una vez más en el hueco que había tras el espejo del baño, haciendo cuentas mentales, pensando si sería suficiente para ese mes. Me di una ducha y me metí a la cama, tras guardar bajo esta la mochila reversible, al levantarme tendría que enfrentarme al primer día de clases en el nuevo instituto. No quería, odiaba estudiar y odiaba que la gente siempre buscase un motivo u otro para odiarme. Escondí la cabeza en la almohada y en poco tiempo me dormí.
Desperté antes de que sonase la alarma, como de costumbre. Me vestí y tras desayunar algo rápido salí hacia clase. El sol apenas comenzaba a asomar, suspiré, consciente de todo el dinero que todavía me hacía falta y en un intento por desconectar, me puse los auriculares y fui hasta el instituto caminando. Quedaba a más de media hora, pero disfrutaba el caminar sola por la calle, fingiendo tener una vida normal. Llegué allí y observé el edificio, con todos los barrotes que tenía casi parecía una cárcel. Entré con desgana, dejando que los auriculares me aislasen del ruido alrededor, y tras ver en la lista del curso a qué clase tenía que ir, fui hacia allí. Un par de chicos, uno con pelo rubio y el otro con pelo gris, ya estaban en clase, dejé salir un chasquido con la lengua y me senté en una de las últimas mesas de la clase. Puse la mochila sobre la mesa y apoyé la cabeza en esta, esperando que nadie se sentase a mi lado. Entonces noté cómo tocaban mi hombro, fingí no darme cuenta pero la mano en mi hombro insistió moviéndome. Me quité los auriculares y levanté la cabeza, demasiado cerca de mí estaba el chico de pelo rubio con una sonrisa, me noté subiendo los colores de cara, consciente de lo guapo que era.- Hola, me presento, soy Kim Seok Jin. —estiró su mano como saludo— Eres nueva aquí, ¿verdad?
- Sí, llegué hace poco a la ciudad. —sonreí sabiendo que mentía y cogí su mano— Me llamo Han Yaeji.
- Encantado, este es... —miró a su lado y dio una vuelta sobre sí para encontrar a su amigo sentado en una mesa cercana mirando el móvil— ¡Yoongi! Te acabaré quitando el teléfono como cuando salimos todos a comer, te he dicho que saludes.
- Ey. —dijo levantando la mano pero no la vista.
- Será posible. —le quitó el móvil haciendo que este se levantase de la silla entre quejas— Este maleducado de aquí es mi amigo Min Yoongi.
- Qué tal. —dijo con desgana, los dos tenían los rasgos muy distintos, pero era indiscutible lo atractivos que eran.
- Si te interesa el baloncesto o la música puedes hablar con él, que forma parte de los dos clubs. —se rió, tenía una de esas risas que te obligan a reír en cuanto la escuchas— Yo estoy en el club de cocina.
- Por ahora no quiero entrar a ningún club pero gracias, sois muy amables.
- No es amable. —dijo Min Yoongi recuperando su móvil de un tirón— Quiere volver a ser delegado de clase este año, está queriendo ganarse tu voto.
- Yoongi, ¿cómo le dices algo así? —negó con la cabeza— Tú ni caso, duerme poco y por eso está siempre de mal humor, pero no es mal chico.
- Si quieres ser delegado no me importa votarte a ti, de todas formas no conozco a nadie. —sonreí.
- ¿Es en serio? Muchas gracias. —su sonrisa parecía brillar— Que no he venido a hablarte por eso, pero gracias igual. —se sentó a mi lado— Yo también vine al instituto sin conocer a nadie y me costó meses llegar a entablar una amistad, sé cómo se siente, por eso quería dar el primer paso y hablarte.
- Muchas gracias. —por primera vez en años sentí que no tendría un año horrible.
- Si quieres cualquier cosa, si tienes alguna duda o algo, no dudes en venir a hablarme. Si no conoces el edificio puedo enseñártelo cuando acabe la presentación, hoy acabaremos pronto.
- Te lo agradecería, no conozco nada. —más gente comenzó a entrar a clase, grupos de amigos de años anteriores.
- Decidido entonces. —se levantó y volvió con su amigo.Los miré desde mi asiento, agradeciendo que hubiese alguien así de amable en mi clase. Todos los años tenía que cambiar de instituto, huyendo de mis problemas. Me pareció gracioso que el último año, cuando ya no pasaría al siguiente curso con nadie, fuese el primero en el que alguien me hablaba bien por fin. La clase fue llenándose y una chica vergonzosa que llegaba junto con el profesor se sentó a mi lado. La miré decidiendo dentro de mí si debía presentarme pero la chica parecía ponerse tensa solo con que la mirase. Aparté la vista y atendí a las explicaciones del tutor, me di cuenta entonces de la cantidad de reglas que tenía aquel lugar y tras explicar por encima su asignatura pasó a repartir el horario de clases, acompañado de una agenda con el nombre del instituto en la portada. Decidió entonces pasar lista, con la intención de aprenderse los nombres, según dijo, aprendí entonces que mi compañera se llamaba So Dayeong. Tras comprobar que estábamos todos allí nos deseó suerte en el curso y fuimos saliendo de la clase.
Paré frente a la puerta y miré hacia Seokjin, hablaba con su amigo mientras guardaba las cosas, me miró cuando ya cerraba la mochila y vino hacia mí con una sonrisa.- Venga vamos, Yoongi me esperará con todos a la salida así que no hay prisa.
- ¿Todos? ¿Conoces a mucha gente?
- La verdad es que sí, después de un tiempo aquí fui haciendo amistad con gente de todos los cursos y clases, pero no mucha gente es cercana a mí.
- Ya veo. Yo nunca he tenido la suerte de ser popular. —me reí— Supongo que ser siempre la nueva no es bueno.
- ¿Cambiaste mucho de instituto?
- Sí... —tragué saliva sabiendo que había hablado de más— Siempre estaban trasladando a mi padre por trabajo y me tocaba ir detrás.
- Vaya, espero que esta vez te quedes más en la ciudad, hay muy buenas universidades aquí. Siendo mayor quizá te deje vivir por tu cuenta.
- Sí, quizá. —sonreí, consciente como siempre de todo lo que tenía a mis espaldas.Caminamos por el instituto hablando ya de cosas más triviales, mientras me enseñaba todas las clases que había. Me presentó a algunos de los profesores con los que tropezamos y lo vi saludar incesablemente a casi toda la gente que encontrábamos en nuestro camino. Pude notar los celos de algunas chicas, que se colgaron de su brazo diciendo que a ellas no les había enseñado el instituto, que querían venir. Fue lo suficientemente considerado como para negarse, diciendo que solo era una visita rápida, y en poco tiempo habíamos visto el edificio entero.
- Sé que es difícil aprendérselo a la primera, así que si quieres puedes venir conmigo y Yoongi de clase a clase.
- Muchas gracias Seokjin.
- No es nada. —saludó al grupo de chicos que estaba sentado en uno de los bancos cercanos a la puerta— Y aquellos de allí son mis amigos. —sonrió— ¿Quieres que te los presente? —los miré y entonces me di cuenta, de toda la gente del mundo tenía que ser él. El chico de pelo castaño al que había visto la noche anterior.
- No, no hace falta. Bastante es que hayan estado esperando. —todo lo bien que me sentía se desvaneció al verme en una situación que no había vivido nunca— Además tengo prisa, tengo que ir a casa pronto.
- No es nada, te los presento y te vas, venga, tienes que conocer gente. —me arrastró del brazo hasta llegar frente al grupo— Este de aquí es Kim Nam Joon. —el chico de pelo corto y verde claro me saludó con una sonrisa— Este es Kim Tae Hyung. —el chico tenia una sonrisa encantadora al saludarme, resaltada por su pelo anaranjado— Aquí tenemos al más bajito, Park Jimin. —Seokjin soltó una carcajada al recibir un golpe de aquel chico con pelo negro, que me saludó aguantándose la risa— Este es nuestro pequeño. —abrazó a un chico de pelo castaño oscuro— Jeon Jung Kook, que no te engañe su apariencia, no es un angelito. —sin poder soltarse del abrazo levantó el brazo como saludo— A Yoongi ya lo conoces y este trocito de sol que hoy anda algo triste es Jung Ho Seok. —me saludó forzando una sonrisa y me quedé bloqueada durante un instante, con su expresión de miedo en mi mente. Todos me miraron extrañados y reaccioné como pude.
- Sí, lo siento, te pareces a alguien que conozco. —me reí acumulando otra mentira tras de mí— Un placer conoceros a todos, aquí Seokjin ha sido muy amable conmigo. —hice una pequeña reverencia y di un paso atrás— Tengo algo de prisa, nos vemos por aquí otro día. —todos se despidieron alegremente, dando paso a una animada conversación entre todos, decidiendo dónde comer.Caminé tan deprisa como pude, queriendo borrar de mi cerebro la expresión de miedo de aquel chico, sintiéndome culpable por primera vez en tanto tiempo. Nunca había vuelto a ver a alguien a quien hubiese robado, siempre elegía sitios lejos de mi casa precisamente por eso. Me consolé a mí misma diciéndome que al menos no me había reconocido, que no tenía porqué saberlo nunca. Y con mi falsa calma, llegué a casa.