Capítulo 8: Dime que no

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Narra Dalia

Habíamos llegado a la mansión Black. El gran lobo había desaparecido escaleras arribas y yo me quedé con mis padres, sentada en la sala. Una sala sumamente espaciosa que dejaba apreciar unos muebles victorianos de color rojo oscuro, con un delicado terminado en barniz, acompañados de una mesa que funcionaba como centro, que dejaba ver la calidad y elegancia que emanaba aquel hogar, del cual yo solo era una simple invitaba y donde estaba principalmente sola. Mis padres me dejaron en aquel lugar de cual no podía presentar ningún tipo de queja, disculpándose porque tenían que discutir algunos asuntos con un tal Marcos, por lo cual me quedé aquí, en esta sala que gozaba de una belleza poco convencional, sin más compañía que mi grata presencia. Con miles de dudas, que llenaba cada recóndito lugar de mi pensamiento, de los cuales aquel lobo era el principal culpable  y la ferviente duda de porque tuve que ser yo la destinada a un ser del que yo no era merecedora.

Ese lobo era muy hermoso, debía admitirlo. Era imponente, pero no tanto como Calía. No quería presumir pero ella tenía un tamaño mayor a ese lobo, ella era distinta, tanto en su personalidad  como en su forma de actuar, ella podía ver lo que yo no y bajo su criterio nada podía ser replicado o cambiado, pero no cabía duda, que lo único que llegaba a controlarla de que ella causará destrucción a su alrededor era aquel lobo, que según ella se llamaba Jake y que nos quería como éramos. Debía estar agradecida porque controlar a Calía ya era una misión difícil a diario y el fácilmente podía hacerlo.

¿Por que el chico que es parte de Jake no me dijo su nombre?

¿Quiénes son?

¿Será...

No puedo.

¡¿Qué me pasa?!

Debo dejarme de tantas estupideces porque yo no puedo estar con ellos. No, por su propio bien. Me acerqué a la pequeña mesa que reclamaba el centro de aquella delicada y amplia sala y tomé aquel marco de fotos con un hermoso terminado hecho a mano. Guardaba un peculiar recuerdo en el, una foto que proyectaba tanto a través del silencio y que cada uno de los demonios de mi conciencia decían a gritos que no iba a lograr tener jamás en mi vida lo que allí había: amor. Era un hombre apuesto de algunos trenta y tantos años, abrazaba con sumo cariño a una mujer embarazada, ella tenía unos hermosos ojos azules, miraba hacía al frente proyectado felicidad, ambos transmitían lo mismo y sin duda eran dos seres que se amaban de la manera más sincera, ella era sumamente hermosa.

— Son mis padres— me dijo una voz masculina, de manera dulce, no había que ser un adivino para saber quién era, su aroma peculiar me dejaba en claro quien era.

Me voltee por instintos y un apuesto muchacho, alto , de hermosos ojos azules, cual infinito cielo azul se hacía presente ante mi. Intenté decir algo, pero no podía, no sabía que decir. El chico se acercó a mí con una sexy sonrisa en los labios y tomó mi mano.

—Disculpa por no presentarme como debía, soy Gael Black, alfa de esta manada—beso mi mano y me sonrió— bienvenida a mi hogar.

—¿Ere...Eres...aquel lobo?— mi pregunta era un estúpido tartamudeo, pero en realidad era más una afirmación para mí misma, que no necesitaba una contestación porque claramente era una realidad, pero entiéndame no todos los días te encuentras a un apuesto muchacho y menos que esté sea tu mate.

— Sí, soy aquel lobo y tú ¿eres?— me dijo con una voz tierna y divertida, mientras que acariciaba mi mejilla, se sentía tan bien, seré mis ojos disfrutando del momento, un momento breve, pero que me transmitía amor y paz, como hace mucho tiempo no había sentido. Abrí mis ojos y dí dos pasos atrás por inercia, me miró confundido, pero rápidamente su expresión cambio a una neutra, como si entendiera que lo que hizo no estuvo bien.

Gallarda LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora