Capítulo 13: Misterioso mate

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Me quedé un tiempo allí tratando del calmar el intenso dolor que el agua mengüo, aunque no del todo. Mirando como el agua golpeaba en el piso de la bañera, pude ver cómo pequeñas gotas carmín golpeaban el suelo e iban desapareciendo junto con el agua, que se iba llendo por el caño. Mi cuerpo pesaba y sentía como Calía lograba cruzar el muro que había impuesto, logrando alejar a todo aquellos demonios que me consumen lenta y diariamente. Cada vez era peor y nadie mejor que mi querida y persistente loba lo sabía.

Estás últimas semanas había comenzado a sangrar por la constancia y el dolor que causaban en mí, aquellas  malditas voces. Nadie podía brindarme la tranquilidad que necesitaba y solo Calía lograba alejarlo, pero ya no estaba funcionando y era un gran problema, porque por desgracia yo no lograba detenerlas  de ninguna manera.

Dí un gran suspiro y salí de la ducha, sequé mi cuerpo y mi cabello. Me puse la ropa que había tomado del almario y desenredé mi largo cabello oscuro, que poco a poco mientras se iba secando tomaba aquellas vueltas naturales que tanto me gustaban. Miré mi reflejo en aquel espejo, solo veía a una chica vacía que no podía tener el privilegio de amar, una chica que fue entrenada para acabar con el enemigo de su padre, por haber matado a su familia, por haber acabado con una manada entera, un mounstro que tenía que matar a ese maldito demonio.

<¿Por que no dejas que el te mate a ti? Tú no vales nada, nadie te quiere.>

Susurros y risas volvía a escuchar. Me levanté de donde estaba y salí para buscar a Emma. Necesitaba hablar con mis padres y saber que fue lo que pasó y saber si en mi ausencia lograron arreglar la situación.

Unos gritos y discusiones me sacaron de mis pensamientos cuando iba caminando por el pasillo. Ventajas o desventajas de los sentido agudos de audición, que Calía y yo compartimos. Sentía muchas curiosidad, y seguí aquella polémica escaleras abajo.

Risas y peleas se  hacían presentes y una Emma que fulminaba a una Clarisa que reía se hacían presente en lo que parecía ser la cocina de este bello lugar.

— ¡Anda! ¡Sabes que es verdad!— le decías la peliroja moviendo sus  cejas a la Castaña de ojos azules que en cualquier momento iba a saltar sobre ella.

Una escena bastante divertida, mientras en una silla se encontraba un Gael, que sonreía disimuladamente con lo que veía.

— Eres una...— dejó el cuchillo sobre la mesa y se fue molesta escaleras arriba— ¡Iré a acondicionar las habitaciones!— fue lo último que se escuchó junto a algunas palabras entre dientes.

— Clarisa deberías dejarla en paz, no siempre será tan paciente— le dijo mientras negaba y ella se reía descontroladamente diciendo que era divertido.— Sabes que puede hacerte daño si quiere.

Gael se levantó negando por la actitud despreocupada de su amiga, que en cuanto a mí, prefería mantener distancia, hasta poder tener el completo control de Calía.

— ¿Podemos hablar? — me dijo de manera neutral.

Asentí como respuesta porque huir de la situaciones no era lo mío. También necesitaba preguntarle por mis padres. La noche caía y ellos ni el suyo habían regresado.

Llegamos a la sala, aquel lugar de la casa donde por primera vez me dijo que su corazón era mío y donde yo sabía que iba a ser difícil alejarme de él por completo.

Se sentó en el sofá grande y yo me senté al frente de él. Esperando que continuará.

— Mi padre llamó hace media hora— me dijo con cierta cautela.— y dijo que no regresarían hasta por lo menos dentro de dos meses.

Mi cara de sorpresa fue evidente, planeaba arreglar todo con ellos y  alejarme del chico que en estos momentos me miraba expectante por una respuesta.

Gallarda LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora