Capítulo dos.

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Él.

Caminaba con paso lento, había hecho nuevos amigos el primer día de clases en la preparatoria de Morioh, Koichi Hirose se llamaba, el pequeño robusto de cabello blanco con ojos azulmente encantadores, se le conocía por ser generoso y demasiado amable con sus compañeros de escuela, especialmente con Josuke.

— Hey... el chico nuevo, Okuyasu, tiene buenos chistes ¿verdad? — a pesar de que estaban hablando de algo sumamente cómico, Koichi se limitó a echarse una goma de mascar a la boca.

— Sí... Okuyasu... ¿Cuándo dices que es la fiesta en tu casa? — preguntó Josuke encimándose el portafolio en el hombro.

— ¿Por qué estás tan nervioso de la fiesta? ¿Acaso esperas ver a alguna chica? — el bajito alzó la ceja y sonrió con picardía.

— No... bueno, yo... — el eco de una risa cruzó por su mente para después contestar: — Yo... Koichi... Te contaré algo, pero quiero que no se lo digas a nadie... nunca, ¿está bien?

— Mi boca se ha cerrado con un candado, y he perdido la llave. — hizo el ademán de arrojar la llave imaginaria lo más lejos posible.

— Está bien.... Está bien... — titubeaba al jugar con sus dedos.

— Dime Josuke, ¿es una chica verdad? Si es así, yo podría ayudarte... Okuyasu podría... — la voz ronca de Josuke interrumpió a Koichi.

— Kishibe... — fue lo primero que salió de sus labios.

— ¿Qué dijiste?

— Kishibe Rohan...

— Ah... hablas de él... ¿Qué tiene? — Koichi todavía no lo entendía, ni siquiera Josuke podía entenderlo.

— ¿Quién es ese chico...?

El corazón le palpitaba como un caballo desbocado, el sereno de la lluvia hacia que el azabache se sintiese aún más incómodo, ansiaba llegar a casa y quitarse los calcetines para secarse el sudor, y recostarse en su cama una vez más.

Yo.

— Rohan... — pronunciaba la abuela Kishibe desde la recepción.

— ¡Dime abuela! — gritó desde su cuarto quitándole la tinta a su pincel.

— Llama a Reimi, avísale que compre pollo frito, hoy no haré de almorzar.

— ¿Por qué? — preguntó calmado viendo el óleo.

A la anciana le molestaban las preguntas de su nieto, no por la pregunta, sino en el tono en que respondía, era como una burla:

— ¡Haz lo que te digo Kishibe Rohan! — alterada, movía la agenda que guardaba los números telefónicos de los residentes de la posada.

— Ya voy, ya voy.

Él.

— Ah... Rohan... pues, casi no habla con nadie. — Koichi se rascaba la nuca, le incomodaba hablar de discapacidades que la gente desafortunadamente tiene.

— ¿Y...? ¿Solo eso? — se acercó un poco al pequeño muchacho para interrogarlo más a fondo.

— Sí, Josuke. Ya sabes... ese chico no tiene amigos y es... extraño hasta cierto punto. Da un poco de miedo. ¿No crees?

— Sí... — se rió con desgano. — Es... extraño...

Mintió.

Yo.

— ¡Abuela! Reimi no se encuentra, tuvo que ir a cuidar al bebé de la señora Nijimura.

— ¡Mierda! — era una mujer de carácter, pero no de modales. — Entonces llama a la tienda o nos quedaremos sin comer.

— ¡Está bien!

Se quitó el mandil lleno de escarcha y pintura de diferentes colores, tronó un poco las articulaciones de los dedos y continuó tomando el teléfono marcando a la tienda más cercana, estaba comenzando a hartarse, por lo regular, contestaban a la primera, pero hoy era diferente, llevaba tres tonos sin una respuesta del otro lado de la línea.

— Buenas tardes, te atiende Ayana Hirose de KFC.

— E-eh... — por un momento se le había olvidado lo que tenía que pedir. — Buenas tardes, quisiera... el paquete clásico.

— Claro, ¿Dirección?

— Eh... creo que ya han venido aquí muchas veces, es en la posada de aguas termales de los Kishibe... al lado de... la estación de tren. ¿P-podrían dejar la cuenta en la tarjeta?

— ¡Oh! Claro claro, muy bien, en 20 minutos le dejaran su pedido en el buzón de correo, ¡Gracias por su compra!

Colgó el teléfono antes de que la chica cortara la llamada primero, echó afuera una ráfaga de aire por los labios y se sentó en el sillón, hoy no había ido a la escuela y menos el día anterior a este, Kishibe Rohan, se tomaba para sí mismo sus propias vacaciones post-exámenes semestrales.

— ¿Y bien? ¿Qué dijeron? — la abuela apareció de repente en el umbral de la puerta que daba vista al patio.

— ¡AH! Abuela me espantaste.

— Nadie te manda a no observar a tu alrededor. — rió quisquillosamente. — ¿En cuantos minutos llegan?

— En... miró el reloj de la sala, 15.

Él.

Koichi ahora iba lamiendo un fresco helado de vainilla, el camino a casa era un poco largo, y eso necesitaba de muchas energías para llegar a casa completo.

— Por cierto Josuke, hace rato me preguntabas por Rohan, ¿no? — le dio un sorbo a lo que quedaba del helado.

— S-sí... — el azabache ya estaba por dejar ese tema de lado.

— ¿Qué la profesora no te dijo que le llevaras las copias de hoy?

Se quedó en silencio por unos segundos, buscó rápidamente entre su portafolio con la esperanza de no tener los documentos, con la esperanza de que Koichi haya perdido la cabeza de tanto comer helado. Se apresuró a buscar entre la letra "K" de su portafolio con orden alfabético, sí, ahí estaba.

"Kishibe Rohan, matemáticas volumen 3: Trigonometría media".

— No, no, no, no, no, no, no... — se repetía para sí mismo. — ¿Y si se las entregas tú? — se le ocurrió animando a su amigo.

— ¿Recuerdas lo que dijo el profesor Kakyoin? Hacer las cosas por ti mismo. Además, si vamos a su casa, podrías averiguar más sobre él.

Cabizbajo asintió con la cabeza, una vez más, tendría que cumplir una nueva tarea.

Yo.

Cansado de esperar, la abuela y él optaron por comer arándanos rojos que quedaban sobre la mesa de invitados, ya ni siquiera miraban la televisión. El joven, se rascaba la cabeza.

El timbre sonó exactamente veinte minutos después de la llamada.

Kishibe Rohan corrió apresurado hacia la puerta.

Nosotros:

— H-Hola... s-soy... Higashikata Josuke.

Él. | Rohan & Josuke.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora