Era raro, la historia nunca comenzaba con un nosotros.
Nosotros.
— ¿Higashikata Josuke? — preguntó rascándose la nuca.
— Sí, vamos juntos en clase de arte... soy el chico que... — la mirada del otro lo interrumpió, junto con una oración.
— Ah... Higashikata Josuke, de la clase B... ¿no? Te he visto en clases.
— Sí... vamos juntos a clases. — las mejillas del azabache se tornaron rojas.
— Ya veo. — murmuró muy por debajo de la conversación. — ¿Qué te trae por aquí entonces? — cuestionó lanzando una mirada a los alrededores de la calle.
— Yo... eh... te traje la tarea, unas fotocopias de Trigonometría...
— Entiendo, aunque no iré a clases mañana.
Josuke se quedó extrañado, pero decidió seguir buscando en el portafolio, sacó las hojas y dijo:
— E-Está bien, aquí tienes. Y creo que esto es para ti. — le pasó el sobre de correspondencia de parte de la escuela.
Sus manos rozaron levemente por debajo del delicado papel, Josuke pudo sentir por primera y bizarra vez las yemas gélidas de Kishibe Rohan, aún empapadas de pintura.
Él.
Como le molestaba, su estómago se retorcía al tocarle los dedos, duraron cinco segundos con los dedos enlazados por el papel, como le molestaba tocarle, pues, le daba miedo.
Yo.
Mientras Josuke separaba con discreción los dedos para llevárselos al bolsillo del pantalón, Rohan optó por dejar el sobre dentro del buzón de correos.
Algo dentro de él, parecía romperse.
Nosotros.
— Creo que debes irte. — le dijo Rohan al menor. — Ya casi son las cuatro. — lo acosó de la casa con una mirada penetrante.
— Sí... — se limitó a dejar con paso lento la morada, no quería problemas, ni mucho menos con él.
Él.
Antes de cerrar la puerta, sus labios pronunciaron algo que Rohan no escuchó muy bien: — Nos vemos.
Yo.
Cerró la puerta con la respiración entrecortada, su mirada se postró en el techo y cuando se tranquilizó... cerró los ojos, nada sería igual desde aquel día.
Nosotros.
Maldecían el día en que se tocaron las manos.
Él.
— ¿Y bien? — preguntó Koichi después de un rato de caminar en silencio.
— Ah... pues, le entregué las copias.
— Pero... ¿no descubriste nada más? ¿Algo interesante? — alzó la ceja botando la servilleta del helado.
— No, solo es un... — se quedó en silencio mirando al pavimento, sonrojado pensando en aquel bochornoso momento. — Solo es Kishibe Rohan...
Josuke no dijo ni una palabra más, ni en la comida, ni tampoco después de bañarse.
Ya no se le ocurría nada, solo pensar.
Yo.
— Las alitas estuvieron muy buenas, ¿verdad Rohan? — preguntó la abuela chupándose los dedos.
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Él. | Rohan & Josuke.
FanfictionPorque Kishibe Rohan no podía aceptarlo, porque el destino era cruel, porque todo lo bueno se iba de alguna manera, porque la mala suerte corría por sus venas, porque nada le satisfacía, porque todo es incoloro como su arte, porque en su caminar en...