Capítulo diecisiete.

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Yo.

Viernes 17 de Diciembre, 1999.

No recuerdo la última vez que paramos de hacerlo.

Más bien, desde aquel día todo ha cambiado.

He cambiado.

Una sensación deshidratante recorrió la garganta de Kishibe Rohan, el frío extremo era lo suficientemente escalofriante para que el muchacho pegara su cuerpo junto al del otro con el objetivo de obtener un efecto caluroso en el pecho.

Ojos color verde se abrieron paso entre la oscuridad absoluta de la habitación, absorto por los brazos atléticos de su amante recostó una vez más su frente sobre el pecho de Josuke.

No puedo más, tengo mucha sed. Pensó.

Trató de recoger con meticulosidad ambas extremidades — cuyas eran capacitadas para no dejarlo salir de aquel rincón — del otro estudiante. Suspiró, y una vez más intentó la acción con el propósito de no despertarlo, porque si lo hacía, sería un problema.

"Puedes tomar lo que sea de la cocina, mi cocina es tu cocina". Recordó.

— Supongo que un poco de agua no le hace mal a nadie... — susurró mientras se ponía de pie y encontraba sus calzoncillos a un costado de la cama.

Con ayuda de Heaven's door caminó por los pasillos a mitad de la noche, por suerte, los escalones contaban con una alfombra al estilo americano, así las pisadas no se oirían hasta la habitación donde el azabache dormía.

— Agua, agua, agua. — cantó con una melodía indefinida mientras buscaba en el refrigerador una botella sellada. — Aquí estás. — dijo viendo al objeto pausadamente.

Tomó un sorbo y mantuvo la solución helada por unos segundos, un escalofrío recorrió su espalda al darse cuenta que todo el glacial clima de la nevera estaba a punto de salirse por completo.

— Mierda, mierda. — se repitió a sí mismo cerrando el congelador.

Recostó sus codos sobre la barra de utensilios de cocina y exhaló con cansancio, tal vez debería volver a la cama junto con Josuke pronto, enfermaría debido al frío y Navidad estaba próximo a celebrarse, Kishibe Rohan no querría un enorme catarro por aquellos días festivos, mucho menos con un azabache merodeando por su casa de vez en cuando, o más bien todos los días.

Con ojos somnolientos y un buen sentido del tacto, fue capaz de subir las escaleras sin problema alguno, la frescura de las paredes lo obligó a separarse de ellas y obtener un camino sin pistas y mucho más ciego y a la deriva.

Optó por alzar los brazos y moverlos a medida que sentía algo frío o sólido, todo iba bien hasta que sus caderas toparon con algo gélido y puntiagudo, rápidamente se maldijo y amparándose de sus manos y un excelente talento para adivinar las cosas mediante el tacto descifró qué era lo que estorbaba en su camino.

Un pequeño buró.

Encima de él, se encontraba una pequeña linterna roja, un llavero de rana, y por último un estético florero vintage de los 60's, según Josuke era una casa vieja, perteneció a su abuelo y había un montón de objetos que no se habían cambiado de lugar durante décadas.

Con ayuda de la linterna Rohan observó detenidamente el mueble, cayendo en cuenta que había dos compartimentos — uno grande y otro chico — uno de los cuales estaba casualmente entre abierto.

La curiosidad recorrió sobre las venas de Kishibe Rohan, pero después de dudar durante unos minutos, terminó cediendo ante tal tentación.

Bueno... supongo que la madrugada está para sacar lo que escondes de ti mismo. Chasqueó la lengua con actitud sarcástica y se detuvo repetidas veces para sacar el primer cajón de su cavidad.

Él. | Rohan & Josuke.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora