Capítulo ocho.

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Nosotros.

— ¿Quieres regresar conmigo a casa mañana? — fue lo primero que salió de los labios de Josuke.

Rohan se decepcionó un poco, esperaba más que una pregunta, un beso.

— Tengo arte después de clases.

— ¿Paso por ti?

A estas alturas Rohan ya no estaba para privarse de nada, hace una semana solía molestarse por los comentarios coquetos del otro chico, aquella noche decidió contemplar sus ojos azules imaginándose el océano y ahogándose en sus encantos, azul como el cielo, azul como blanco y negro.

— Está bien. — suspiró.

Él.

Su regreso a casa no fue incómodo, pero tampoco tuvieron mucho de qué platicar cuando caminaban sobre la calle principal, Josuke decidió acompañar a Rohan hasta la puerta de su casa.

— No soy una chica. — dijo irritado después de haber escuchado una eterna explicación de su gusto por el fijador de cabello.

Pero igual te quiero como a una, pensó.

— Te veo en clases. — mencionó el otro mientras abría la puerta de la posada.

Yo.

Por suerte eran 8:45 PM, tendría que inventar alguna excusa tonta para decir que se había retrasado en el camino y no tener algún tipo de interrogatorio por parte de su abuela, aunque no había problema, casi nunca llegaba tarde.

— ¿Por qué llegaste tarde? — su corazón paró por unos segundos del susto.

— Tenía que limpiar el salón de arte, por supuesto. No iba a dejarlo sucio después de usarlo tanto tiempo. — se excusó de inmediato.

La abuela tomó un vaso de agua y se dirigió a su habitación, desde adentro dijo:

— Bueno... — se quejó. — No tenías por qué dar tantas excusas, con el chico de cabello extraño bastaba.

El comentario de la anciana le cayó como un balde de agua fría en la cabeza, no podía articular nada después de escucharle el tono sarcástico y mordaz en cada una de sus palabras, luego de unos segundos de risitas por parte de su nana, Rohan corrió lo más rápido que pudo a su habitación y escondió su cara entre las sábanas.

El sonrojo quemándole la cara, la pena hundiendo su orgullo.

Sus gritos de pena se disiparon entre las mantas esa noche.

Kishibe Rohan se lamentó una vez más, haberle conocido.

Él.

Jueves, 13 de mayo de 1999.

Habían pasado casi tres semanas desde aquel incidente bochornoso en la playa, no se han dicho nada desde aquel entonces.

Yo.

Viernes, 21 de mayo de 1999.

Caminan juntos a casa, sin decirse absolutamente nada.

Él.

Miércoles, 26 de Mayo de 1999.

— ¿Quieres escuchar un chiste? — le preguntó después de mucho tiempo.

— No, no quiero que... — Josuke lo interrumpió antes que Rohan pudiese negarse.

— Estaba papá jitomate, mamá jitomate y bebé jitomate. Entonces, bebé tomate se despista y papá jitomate se enfada muchísimo. Vuelve atrás, le aplasta y le dice: Cátsup.

Él. | Rohan & Josuke.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora