Él.
— Llego en quince.
Sus labios ya estaban secos en ese entonces como para decir algo, no sabía si mencionárselo a Koichi, si avisarle a Okuyasu o esconderse en una de las habitaciones de la casa. Lo primero que se le vino a la cabeza fue encerrarse en el armario que estaba a un lado del teléfono. A los quince minutos, el moreno se había armado de valor para salir y afrontar la consecuencia — una muy buena, por cierto — que se había venido al invitarlo a la fiesta.
— ¡Josuke! ¡Josuke!
Era Koichi, sabía lo que significaba.
— ¡Josuke, Rohan vino! Está en la sala, creo que espera verte.
¿Algún día peor que este? A veces las cosas pasaban demasiado rápido, y más cuando eres adolescente.
— Perdón... — fue lo primero que se le ocurrió para salir del armario. — Estaba viendo... pantalones.
— ¿Los pantalones de mi hermana?
¿¡Qué!?
— ¡AH! NO, NO, yo... estaba... eh... checando la marca, es que... me parecieron bonitos, digo, bueno, yo...
— No importa, no hay problema. — rió. — Por cierto, hace un momento te estaba buscando.
— ¿Sí? N-no te escuché. — una risita nerviosa corrió por su garganta.
— Pero si saliste del armario. — abultó los labios y alzó una ceja. — Bueno, en fin, Rohan está aquí. En la sala, sentado. Sé que tiene caras de pocos amigos, pero para que Rohan venga a una fiesta, es como pedirle a Yukako que salga con Okuyasu.
Yo.
Somnoliento aún, con la mirada fija en el cuadro familiar de los Hirose, no le prestaba atención ni siquiera podía pensar en ellos en ese momento, frotó sus ojos una vez más y volvió a la misma posición de antes, espalda recta, piernas cruzadas y acariciándose ligeramente la punta de la nariz.
La música le aturdía los oídos, con el pasar del tiempo — más bien minutos — comenzaba a sentirse irritado, Kishibe Rohan no era de fiestas, y mucho menos amante de música electrónica barata de los noventa, el delgado muchacho no estaba acostumbrado a esperar, no a Josuke.
Él.
— ¿Crees que este de buen humor? Parecía enojado por el teléfono. — dudó viendo hacia la sala.
Efectivamente, estaba sentado, con la mirada perdida entre la pared y el sofá, con un montón de chicas con voluptuosos cuerpos bailándole alrededor. Al parecer, ninguno de los dos le agradaba el tema de estar allí.
— Siempre parece estar enojado. Nunca le he visto sonreír.
Qué mierda...
Josuke se atragantó con su propia saliva y comenzó a caminar en dirección a la sala, las manos le temblaban, veía su espalda de lejos y de repente empezaba a estar más cerca de aquel muchacho, sintió un terror en el estómago, se afligió cuando Rohan tomó otro camino, se levantaba del sofá y deambuló al baño.
Yo.
Escuchaba el latido de su corazón con el ritmo de la música, ahora era algo un poco más relajado, tal vez, hasta llegaría a gustarle llegando a casa, percibía los pequeños toques eléctricos que venían desde la yema de sus dedos, recordó ese momento, las gotas de agua parecen correr a larga distancia, sus dedos son largos, está sentado, a la deriva de la nada, se reclina sobre el lavamanos y exhala, finalmente, decidió tomar de la perilla.
Parecía enojado, otra vez.
Él.
Sintió un cuerpo chocar contra el suyo, algo delgado y fino.
Nosotros.
— ¡R-Rohan!
Los ojos del de cabellos zaínos se volvieron grandes como platos, Josuke no acostumbraba a chocar con personas políticamente correctas, ¿qué era eso? ¿Una película americana?
— Ah... Josuke... — se frotó los ojos y rascó su nuca mirando a un lado aleatorio, sí, a Okuyasu.
— V-Viniste. — inventó. — ¿Y-y qué te parece? ¿Estás cómodo?
El chico de la diadema verde suspiró, y una vez más se frotó los ojos, ya parecía que era su costumbre.
— Para serte sincero no es mi tipo de ambiente... — miró a Koichi quien se encontraba con la misma chica de hace rato. — El enano. — lo señaló. — ¿Es su novia?
Josuke no sabía que decir, esperaba que preguntara algo sobre su persona, pero ¿de Koichi? Vaya decepción.
— Pues... creo que sí, andan muy juntos desde que se conocieron, pareciera amor a primera vista. — respondió para después preguntarle: — ¿Quieres ir a otro lado?
Rohan palideció al escucharlo, odiaba la naturalidad con la que decía las cosas, esa magia que llevaba en la lengua para que sus palabras fluyeran de manera positiva, trató de girarse para que el moreno no viese su rostro, sin embargo, fingió un estornudo.
— Sí, vamos.
Josuke le regaló una sonrisa, Rohan ya estaba más que muerto.
Yo.
Las manos le sudaban, prefirió metérselas en los bolsillos, su camisa le llegaba mucho más arriba de su vientre, dejándole al desnudo el ombligo, una gota de sudor le recorrió el abdomen, aterrado de la situación, empezó a tronarse los nudillos, no sabía qué hacer, ni qué decir, ¿qué demonios estaba haciendo? ¿Acaso el tiempo corría demasiado rápido?
— Y... llegamos. — Josuke se echó a la cama de Koichi.
El ventanal de la habitación, dejaba la luna llena al gusto de quien durmiese en la recamara, en ese entonces, era lo único que los iluminaba. El astro no dejaba de esclarecer el cabello oscuro de Josuke, otra gota de sudor le recorrió a Rohan por la barbilla.
Le invadieron las ganas de tocarle aquel extraño cabello.
Él.
Por supuesto que estaba apenado, no dejaba de verle el abdomen tan delicado que poseía, nunca se había sentido así con alguien, no con Rohan.
— Rohan...
— ¿Mmm...? — respondió sin mirarlo, viendo a la luna.
En ese momento, empezó a sonar aquella canción que a Rohan le fascinaba, desde lejos, el pelinegro comenzó a tararear la melodía.
— ¿Cantas? — le preguntó Josuke.
— No... bueno, tal vez.
Se quedó mirándolo por un par de segundos, hasta que notó su nerviosismo en los dedos del delgado, pensó que era porque no tenía amigos, o porque seguramente le incomodaban las personas como él, pero Josuke era alguien de confiar, con un corazón noble, ¿por qué se resistía tanto?
But now there's no way to hide, Since you pushed my love aside...
— Así que te gusta Vaselina. — comentó después de un rato.
— Sí... — Rohan parecía casi no oírle.
Al largo rato de esperar en silencio a que terminara la canción, se sentó a la orilla de la cama, y dijo:
— Canta para mí.
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Él. | Rohan & Josuke.
FanfictionPorque Kishibe Rohan no podía aceptarlo, porque el destino era cruel, porque todo lo bueno se iba de alguna manera, porque la mala suerte corría por sus venas, porque nada le satisfacía, porque todo es incoloro como su arte, porque en su caminar en...