[SEGUNDA PARTE]
Yo.
Ding dong.
Ding dong.
— ¿Rohan? — preguntó el maestro antes de abrir la puerta. — ¡Rohan! — se alegró cuando vio el rostro de su alumno en el marco de la puerta. — ¡Qué bueno que viniste! Estábamos esperándote, ya casi estamos todos, solo faltabas tú y un invitado que no tarda en llegar. — sonrió con ternura.
Las manos le temblaban, y no era cierta inercia la que llevaba a cabo tal acción, el hecho de presentarse ante una familia desconocida — y peor aún, en una cena — lo ponía más que nervioso, sin embargo; la autenticidad en la alegría del pelirrojo le relajaba las entrañas.
— Antes que nada... — murmuró poco después de pasar y quitarse los zapatos. — Agradezco mucho que me haya invitado a una cena familiar, pues yo no soy nada...
— Ssshhh — interrumpió Kakyoin. — Eres de la familia. — argumentó. — O tal vez en un futuro. — rió quisquilloso.
¿En un futuro...? Pensó y se atrevió a preguntar.
— ¿A qué se refiere con...?
Ding dong.
Ding dong.
Una flecha le atravesó el corazón, sintió su pecho arder y apreció un sentimiento notorio en su garganta, como si le estuvieran aplastando la tráquea con un pie o unas gigantescas manos, tragó saliva.
— ¡Oh! Llegó el otro invitado.
Él.
Suspira. Se dijo a sí mismo.
Suspira, y relájate. Repitió.
No pierdas el control. Camino a mano derecha en una bonita casa llena de flores y exóticos árboles de cerezas.
Tranquilo Josuke...
Una voz femenina se le vino a la cabeza, una mujer de cabello corto y negro como el suyo, de bonito rostro y carácter tremendo, con un corazón torpe y enamorado, tan delicada por dentro. Ver a Tomoko en sus días malos le proporcionaba agua salada en los parpados, y aunque no quería admitirlo, lagrimas se escurrían por sus mejillas cuando escuchaba aquella frase.
Todo estará bien mi Josuke... los dos estaremos bien... mi pequeño diamante...
Yo.
Un hombre de estatura alta apareció en el umbral del genkan, con un suéter de cuello alto pegado a su perfecta figura masculina, unos jeans que resaltaban la proporcionalidad de sus piernas y glúteos, para la sorpresa de Rohan, fumaba un cigarrillo.
— Hey. — atrajo a Kakyoin de la cintura y lo apegó a su cuerpo mientras deposito
— ¡Jotaro! Te he dicho que no fumes dentro de la casa. — le acarició la mejilla hasta llegar al objeto lleno de nicotina.
El sujeto más alto gruño por debajo y soltó a su adorable esposo lentamente.
— Yo me encargo del invitado. — torció los labios en una tétrica sonrisa mientras miraba a su esposo.
Él.
Son dos simples pasos.
Dirigió su mano derecha al timbre.
Piensa rápido...
Un crujido se oyó para después escuchar del típico:
Ding dong.
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Él. | Rohan & Josuke.
FanfictionPorque Kishibe Rohan no podía aceptarlo, porque el destino era cruel, porque todo lo bueno se iba de alguna manera, porque la mala suerte corría por sus venas, porque nada le satisfacía, porque todo es incoloro como su arte, porque en su caminar en...