Lazos rotos

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-¿De qué día estás hablando? -quiso saber Suecia, confundido por la agresiva actitud del finés-. Que yo recuerde, nunca te he dado la espalda -le aseguró, tajante.

-¡Vaya, así que además de amnésico, eres cínico! ¿Ya no te acuerdas del 13 de febrero de 1940, cuando fui a pedirte ayuda durante la Talsiviota, y tú te negaste? -le recriminó mordazmente Finlandia, enfrentándolo directamente a los ojos.

El sueco se quedó mudo. No esperaba que su mejor amigo sacara justo esa fecha a colación.

-¿Qué te pasa Ruotsi? ¿Acaso al fin has recordado? ¿Ahora sí puedes entender de qué estoy hablando? -insistió el más bajo con rudeza.

-F...Fin... yo... yo... yo... Yo creí que ya te habías olvidado de eso... -musitó Suecia, nervioso, desviando la mirada.

-¿En serio lo esperabas? -replicó Finlandia, incrédulo, para luego esbozar una sonrisa sarcástica-. Claro... eso tiene sentido... ¡porque tú siempre me has considerado como un país sumiso y temeroso, al cual puedes intimidar y manipular a tu antojo, mientras que yo tengo que conformarme con "olvidar" todo lo que me haces, ¿verdad?!

-Mph... -gruñó el sueco, algo ofuscado-. Eso no es verdad... tú lo sabes bien... -farfulló.

-¡Claro que lo es! ¡Y ahora, escucha mis argumentos! ¡Yo he estado a tu lado y te apoyado en innumerables guerras por más de tres siglos, así que lo mínimo que podía esperar era que tú te pusieras de mi lado en una sola ocasión, en una guerra crucial por la lucha por mi soberanía! ¡¿Dónde estaba mi mejor amigo cuándo más lo necesitaba?! ¡¿Acaso tienes alguna razón válida que justifique tu traición, Ruotsi?! -vociferó el finlandés, fuera de sí.

-Mph... -se limitó a replicar Suecia, agachando la cabeza, culpable, sin saber exactamente qué decir.

-¡No respondes, ¿verdad?! ¿Será que el verdadero motivo por el cual no me apoyaste fue para evitar mancharte las manos o dañar tu reputación? Si Venäjä me hacía trizas, o si perdía mi autonomía, o si yo desaparecía para siempre del mapa.... nada de eso era tan importante comparado con conservar tu neutralidad, ¿verdad? -le reclamó el finés al sueco, con un frenesí tal que no era propio de él.

-Grrr... -el más alto, por su parte, estaba cada vez más tenso. No sólo le frustraba su incapacidad para darle a Finlandia una explicación coherente, sino que además le irritaba la repentina histeria del más bajo.

-¡¿No vas a decirme nada?! ¡Estoy hablándote de un tema delicado, ¿y tengo que aceptar simplemente tus gruñidos como contestación?!

-Mph... claro que no... es que estás gritándome tan fuerte que no me dejas pensar con claridad... -fue lo único que pudo alegar el sueco en su defensa, mientras se masajeaba las sienes sintiendo que la cabeza le estallaría en cualquier momento.

-¿Es... es en serio? ¡Nuestra amistad pende de un hilo, ¿y eso es lo mejor que se te ocurre decir?!

-Mph...

-Esto es inaceptable... -masculló el finés, habiendo llegado al límite de su tolerancia-¿Sabes, Ruotsi? Realmente creí que te disculparías, que dirías que no fue tu intención hacerme daño y que tratarías de hacer las paces conmigo... pero sin duda me equivoqué... ¿Sabes otra cosa más? Ya estoy harto de tu inexpresividad, de tu insensibilidad y de esa mirada tan fría que tienes... en resumen, ¡ya estoy cansado de ti! -le reprochó a Suecia, con la voz a punto de quebrarse.

-¿A sí? Pues yo no creí que fueras tan rencoroso... -replicó Suecia, con un dejo de decepción-. Además, si no me soportas, ¿por qué sigues a mi lado?

Excursión sobre la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora