La soledad

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La inmensidad y profundidad del desamparo. No tengo escapatoria. Alejarme de todos es mi única salida. Nadie comprenderá lo que estoy viviendo, me condenarán sin escuchar razones. Pienso que todos son iguales así que por eso me escondo. No quiero explicarles a todos el por qué de mi sufrimiento.

¿Hasta cuándo Señor? Es el gemido de angustia que me acompaña siempre. Siento que no hay esperanza. No hay salida.

Aunque esté rodeada de personas me siento completamente en soledad. No puedo decirle a nadie cómo me siento, me resulta difícil ver a Dios en medio de esta situación. Oro y no hay respuesta. Solo escucho silencio de parte del Señor. Duele sentirse tan sola y desprotegida, es como si nadie escuchara.

—¿No irás a trabajar hoy? Pregunta mi mamá.

—Renuncié al trabajo. Respondí triste. No tengo ganas de continuar en ese trabajo.

—Me parece bien, pero sabes que necesitas un trabajo para ayudar con los gastos de la universidad, espero que encuentres un nuevo trabajo pronto. Dijo preocupada.

—Eso espero también. Respondí.

—Hija, me tienes preocupada. No quieres comer y ya no sales de tu cuarto. Me duele tanto verte sufrir así, quiero verte feliz. Dijo casi llorando.

—No te preocupes por mí mamá, estaré bien, ¿Podrías irte? Quiero estar sola.

—Está bien. Dijo llorando.

Una especie de remordimiento viene a mí al recordar ese momento. Recuerdo que en una de esas noches solitarias pensé en suicidarme. Gracias a Dios no logré hacerme daño y por su misericordia hoy estoy con vida.

Aún lucho constantemente con los pensamientos de soledad y depresión pero el Señor a través de su palabra me enseña que nunca estoy sola.  

Aunque todos me dejen, sé que Dios nunca me dejará. No importa si su soberanía quiso que estuviera en esa situación le exaltaré siempre y esperaré en Él.

Además, el Señor Jesús ha dejado un Consolador que mora en mí y me enseña cuál es la verdad. El Espíritu Santo siempre está dispuesto a consolar mi corazón aún en los momentos más oscuros. La palabra de Dios se vuelve para mí como un dulce bocado de miel y luz para mis pies. El Espíritu Santo, el Consolador, me enseña a través de la Escritura que Dios es amor, que Dios es justo y que no importa cuánto tiempo pueda pasar en la misma dificultad o prueba debo seguir confiando en Dios, en que su voluntad siempre es buena y tiene como fin mayor al final hacernos semejantes al Señor Jesús. 

Pero el Consolador , el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que les he dicho. Juan 14:26

Jesús es la luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora