CAPÍTULO 7: ELÍBHAR

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Mi cuerpo ardió con el huevo, tal y como mi padre me había ordenado. Y allí entre el fuego nació mi pequeña compañera de piel azulada. Sus alas eran algo más pequeñas que su cuerpo y lejos de estar formadas de piel como lo había imaginado, estas, estaban hechas de plumas, y de su cabeza sobresalían dos pequeños cuernos blancos. 

Salí de entre las llamas con mi dragona en brazos, está se acorrucaba entre mis brazos aún con los ojos cerrados.

-¡Lo sabía!-Dijo mi padre, que estaba frente a mí.-Está ciega, por eso no abre los putos ojos. En fin, puedes quedártela, espero que en unos meses me traigas un dragón. Ponle un nombre, dale de comer y adiestrala, ahora vete.-Dijo dándome algo de ropa de invierno.

Asentí con la cabeza.

Me vestí y caminé con un objetivo: volver tras el muro, encontrar a mi tía, conseguir un dragón para escapar de las garras heladas de el que antes fuera mi padre, y ahora no era más que un rey helado con una única misión: vengarse de la humanidad.

Miré a mi dragona, la acaricié con el dorso de mi mano derecha y le susurre:

-Yo soy Lakía, pequeña, yo soy tuya y tú eres mía pequeña Elíbhar. Tu nombre honrra a mi família, a mi verdadera familia, a mi madre: Elia, y a mi padre, que nunca fue ni será ese maldito caminante blanco sino Bharbo, khal Bharbo.

La dragona entonces abrió sus ojos. Eran negros como la noche con chispas blancas en ellos. No se si estaba ciega o no, pero lo cierto es que me miró, reconociendo mi voz, asumiendo su nombre.

-Tú, pequeña Elíbhar serás mi única compañía, pues sé que no puedo confiar en nadie, ahora lo sé. Quise hacerlo en mi padre, pero él no es más que lo que siempre han sido todos los Targaryan: seres egoístas, vanidosos, ansiando el poder supremo.

Caminé durante días, con la dragón sobre mi hombro hasta ver en el horizonte el enorme muro. Miré hacía el cielo, viendo sobre mi cabeza un cuervo.

-He de enseñarte a cazar cuervos.-Susurré sabiendo que me espiaban.-¡Putos caminantes blancos!-Grité  hacía él haciendo que se marchara, aunque aquella blasfemia no cayó en saco roto.

-¡Que les follen!-Gritó una voz tras de mí.

Me giré bruscamente, y vi una mujer alta, rubia, era un salvaje. Elíbhar se escondió dentro de mi chaqueta. ¿Acaso podía ser una dragona, cobarde?

-¿Tu también vas a escalar el muro?-Me dijo.-¿De dónde vienes?

-De un poblado cerca de casa Austera. ¿Y tú?

-De árbol blanco. ¿Vienes a acompañarnos?

-¿Escalar el muro?, No, no es mí objetivo, pienso hacer que me abran las putas puertas.

-A sí ¿A una salvaje?-Dijo riéndose.- ¿Que piensas hacer? tocar a la puerta y decirles: Hola, soy una salvaje de Casa Austera, por favor, déjenme pasar, hace mucho frío.

Continué caminando, ignorando a aquella mujer, con Elíbhar bajo mi abrigo, y esta me dijo:
-¿Te vas?, ¿Dónde dormirás está noche, con los caníbales?

-No necesito tu ayuda si eso es lo que me propones.

-Puede que no, pero en cuanto te vean desde lo alto del muro te matarán. Mira, no se quien eres, ni de dónde vienes en realidad, pero lo que si se es que si te plantas allí, sola, morirás.

Reí ante aquello.

-Soy Lakía, hija de Rhaegar Targaryen y Elia Martell, mi padre es Khal Bharbo y estoy prometida con un guardia de la noche, Jon Nieve, si tu estúpida...

-Con que Jon Nieve, eh, llegas tarde querida, está muerto, esas son las noticias que recibimos de Tormund.

-¿Muerto?

-Los cuervos son traicioneros, idiotas, me temo que eres libre, ya no eres de nadie.

-Aun así he de cruzar el muro, los caminantes llegarán pronto y mi sitio está allí. No pienso quedarme con los salvajes.

-Muy bien, pues buena suerte querida, aunque una noble dama como vos...

-¡Yo no soy una dama!, Soy Lakía, una dothraki, siempre lo seré.-Dije girandome, caminando hacía el muro de nuevo.

-Esta noche habrá helada, si no quieres venir, tú misma. Morirás entre la nieve.-Dijo ella en la lejanía.

Elíbhar asomó su cabeza entre mi pecho y me miró con pena.

-Ni tú ni yo deberiamos estar aquí ¿Verdad?

Me giré, y acepté la propuesta de la chica, yo podía resistir el frío, pero Elíbhar no.

-Soy Enler. Se bienvenida a nuestro pueblo.-Me dijo al entrar a aquel poblado medio abandonado, de Árbol blanco.

CONTINUARÁ...

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