CAPÍTULO 8: SANGRE ROJA

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En cuanto los rayos de sol iluminaron las ventanas de aquella lóbrega habitación, me desperté y senté en aquella recia cama. No había dormido, yo no, no lo necesitaba, pero sí Elíbhar, que pese a que mi cuerpo no desprendía calor alguno, se acurrucó contra mi pecho.

Empecé a pensar en lo que haría después. Escalar el muro no parecía una opción viable según lo que aquella salvaje me había contado, pero tal vez, sobrevolarlo subida a una dragona azul como el cielo, capaz de camuflarse entre él, si lo era.

-Mierda.-Susurré al darme cuenta de que para ello debería esperar un par de meses a que Elíbhar fuera lo suficientemente grande como para poder cabalgar entre sus alas.

Me encontraba atascada, sin saber que hacer, dónde ir o a quién recurrir. Y sin duda, ir a ver a mi padre no había sido un acierto. La pequeña dragona se enroscó a mi cuello, como si de un collar se tratara, y se ocultó bajo mis ropas, había escuchado a alguien. La salvaje entró a mi habitación descorriendo la piel parduzca que actuaba de puerta.

-Gracias por darme una cama.

-De nada, pero deberás marcharte pronto.

-¿Porque?

-Salta a la vista, tu cabello blanco nos podría traer problemas, incluso yo sé quienes son los Targaryen.

Rocé con la gema de mis dedos mi largo cabello, era cierto, ya no portaba aquella peluca marrón, volvía a ser Targaryen a los ojos de los demás.

-Si Jon Nieve ha muerto, ¿Quien hay en el muro?

-No lo sé.

Me levanté de la cama, asentí, me despedí de aquella salvaje, y aunque mi parte caminante se moría por matarla y transformarla, logré vencer mis ansias y largarme de allí. Vi como por un momento mis manos, evitando aquel deseo, se volvieron de hielo, las escondí entre mis mangas y continué caminando.

Tardé unos dos días en llegar al borde del muro, con Elíbhar creciendo más cada día, haciéndome muy díficil ocultarla entre mis ropas. Había aprendido a volar, y a cazar cuervos y pequeños ratones. Cada día comía unos cinco cuervos o unos diez ratones, era pequeña, pero voraz. Sus facciones se tornaban poco a poco más majestuosas. Y pese a sus defectos, aquella minúscula criatura me parecía la mejor del mundo.

Aquel muro, era mi única opción, debía pasar a través de él, y después, encontrar a mi tía lo antes posible para así, crear un nuevo dragón. Trencé mis cabellos antes de caminar hacia la puerta del muro, para que así, pareciera una Targaryen más, y fue entonces cuando, antes siquiera de acercarme, unos guardias en lo alto me gritaron y pidieron que me identificara:

-Soy Rahaenys, hija de Rhaegar Targaryen y Elia Martell, hija del Khal dothraki Bharbo quien me puso el nombre que ahora visto: Lakía. Soy Targaryan, soy Martell, pero soy dothraki sobre cualquiera de esos nombres.

Los miré con mi mirada púrpura, y entonces, supe que me creyeron.

-¿Eres la heredera de los siete reinos? La bruja nos avisó de que vendrías.

Reí.

-Por los dioses antiguos y nuevos, si todos los bastardos fuéramos herederos, este mundo estaría lleno de reyes. Yo solo soy una mujer que necesita cruzar el muro, eso es todo. ¿Vais a dejarme pasar?

-Os dejaré pasar mi lady si a cambio me ofrecéis algo que vos tenéis, yo no, y que ansío desde hace tiempo compartir con una mujer.

-Debéis ser el comandante, ningún guardia de la noche diría semejante estupidez en voz alta.

-Soy quien os abrirá la puerta, pero no me habéis respondido.

-Os lo daré si además de ello me dejáis mandar un par de cuervos a desembarco del rey.

-Trato hecho, Targaryen. ¡Dejadla pasar!

Las puertas se abrieron,  y en ese mismo instante juré que a ese imbécil si que lo mataría.

Un par de soldados me dieron la bienvenida, iban acompañados de una mujer de cabellos rojos al igual que su vestido, esta me miró y me dijo:

-Os estábamos esperando Lady Lakía. El señor de Luz me ha hablado mucho de vos, de la niña con mil nombres y casas. Has llegado justo a tiempo, necesitaré la sangre del dragón para revivir a Jon Nieve.

-¿Y vos sois?

-Melissandre, sacerdotisa roja, ¿no me recuerdas?

-Tú...

-Soy la bruja que predijo, tras vuestro nacimiento, que portaríais mil nombres, de momento, lleváis cuatro, aunque estáis a punto de recibir cinco, bienvenida.

-¿Y decís que podéis revivir a Jon Nieve?

-Lo intentaré al menos, pero vos me seréis de mucha ayuda si estáis dispuesta a ello.

-¿Y que obtendría yo de ayudaros?

-El respeto de un Stark a los Targaryen, y, quien sabe si un nuevo apellido.

-Poco me importan mis nombres, además, es un cuervo.

-Vuestro corazón no dice lo mismo, ansiáis el poder de los Lannister, pero admiráis la nobleza de los Stark, además, el juramento de los cuervos se rompe al morir.

-Si Jon Nieve es tan noble como las palabras que a mis oídos llegaron de manos de Tyrion Lannister, jamás se llevaría bien con una mujer como yo.

La bruja sonrió y dijo:

-¿Me ayudareis?

-Solo si me prometéis algo Melisandre.

-¿El que?

-Quiero que habléis con el señor de Luz, y le preguntéis una sola cosa. Preguntadle si alguna vez podré alejarme de él.

-El señor de Luz me ha mostrado muchas veces tu camino, pequeña, y muchas son en las que has triunfado gracias a tus aliados, pero, para ganar, debéis alejaros del hielo, acercaos al fuego y el hielo se olvidará pronto de ti.

Asentí y dije:

-Os ayudaré entonces.

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¡Perdonadme! Sé que he tardado mucho en escribir una nueva parte de este fanfic, espero que os haya gustado, si lo ha hecho no dudéis en leer mi nueva novela:

La reina del destino, aquí os dejo el enlace a wattpad: https://www.wattpad.com/story/134593062-la-reina-del-destino 

Espero poner el noveno capítulo pronto, en él, sabremos si Melisandre, con la ayuda de Lakía consigue revivir a Jon, y, sabremos como reacciona él al enterarse de que una Targaryen le ha ayudado.


Juego de tronos: LakiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora