Señales de amor - Capítulo 6

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Narra Dimitri

Los asuntos del parlamento me tienen cada vez más aburrido, cuando me dan documentos a firmar y que necesitan mi aprobación lo hago sin siquiera importarme de que se trata. Muchos me han preguntado si tengo problemas con Anastasia, yo les respondo que no pero...¿Ya es todo tan obvio?

Hice mis cuentas y ya llevamos 4 meses casados, me siento patético sobre el fracaso de mi matrimonio, y es todo mi culpa. Debí comenzar por conocerla, enamorarla y después casarnos y quizá ya estaría encinta; y nada de lo que vivimos ahora estaría pasando.

-¿Señor, le interrumpo? Ha llegado una carta para usted, es de su primo Christian de Dinamarca.

Es Ludwing.

-¿Hace cuanto que llegó?

-Esta misma mañana.

-Déjala en mi escritorio, donde pueda verla; la leeré después.-  se la devuelvo, en estos momentos poco me importa la vida de los demás.

Me alejo caminando lentamente... El viajecito a Rusia y todo el cuento de nuestro amor ha cambiado mi forma de ver las cosa, sí siento algo por Anastasia, no lo niego pero, ¿cómo arreglar la situación? Puedo hacerlo como normalmente se hace pero quiero que ella este contenta con esto y empecemos a ser un verdadero matrimonio. Jamás he tenido que hacer del hombre romántico, jamás, sin embargo la situación lo requiere. ¿Por donde empezar? Primero necesito saber de sus gustos; ya sé que le gusta leer y eso ya es algo. Quizá la nodriza quiera ayudarme.

He buscado a esa anciana regordeta por todo el palacio, ¿donde diablos se metió? Ya pregunté a los mozos pero nadie la ha visto

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He buscado a esa anciana regordeta por todo el palacio, ¿donde diablos se metió? Ya pregunté a los mozos pero nadie la ha visto...Escucho una carcajada, sigo el sonido y llego hasta una pequeña sala que casi nunca frecuento, al entrar me encuentro con Anastasia, que se sobre sale y cambia dramáticamente de expresión.

-Hola- le digo para romper el silencio incómodo que se había formado.-¿Porque estás sola? ¿Y tu nodriza dónde está?

-Le pedí que me dejara sola un tiempo, habla mucho y así no puedo leer.

Merodeo por la estancia, hay un librero, una mecita para té al igual que una salita, un ventanal que da a lateral del jardín, con estilo francés tan común; me siento frente a ella y no deja de mirarme.

Oh, ahora que lo veo, ¡ésta es mi oportunidad! No le preguntaré sus gustos pero puedo empezar por pasar un rato agradable con ella, empezar a entrar en confianza.

-¿Acostumbras mucho a venir aquí?

-Si, a veces cuando no leo en el jardín lo hago aquí, sino en mi habitación.

-¿Y qué lees que te causaba tanta gracia?

-Las comedias de Molier.

-Odio a Molier. Bueno, cambiando de tema, ¿no quieres dar un paseo? A caballo. ¿Montas?

La Reina InfielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora