Capítulo 5

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DORY

    Una hora después no encontraba a ninguno de los dos, no sabían dónde se habían metido, por suerte, aunque no conocía a nadie en la fiesta, mi hermana fue una gran ayuda ya que me presentó a Will, un acto que resultó de lo más incómodo.

    Con tanta risita por parte del nuevo novio de mi hermana, pude deducir que ese hombre sabía más de lo que yo creía, aun así, él no dijo nada y se lo agradecí en silencio ya que de ese modo, pude estar con ellos y unos pocos invitados más.

    También conocí al hermano mayor de Dalif, un hombre tan espectacularmente atractivo como su hermano solo que, escuchándolo hablar, su carácter se asemejaba más al de Ilay, un tipo controlador, duro y de voz autoritaria, exceptuando con la mujer que tenía al lado y a la que no dejaba de mirar con un inmenso amor en los ojos, ella era Danatella, su preciosa mujer que en ese momento se encontraba embarazada de su segundo hijo y que, en su opinión, resultó ser maravillosa. Habló un rato con ella, solo un poco ya que, fueron los primeros en abandonar la fiesta. Y así sucesivamente, mientras más tiempo pasaba, los invitados también se fueron.

 -¿Qué te sucede? –Me preguntó Alicia aprovechando que estábamos solas.

  -Nada. –Contesté bebiéndome de un trago mi tercer coctel de manzana.

  -No me mientas, estas tan tensa que, perfectamente podían utilizar tu cuerpo de palo de golf. Así que, ¿Dime qué demonios te pasa?

  -Nada. –Insistí.

    No tenía pensado, ni por todo el oro del mundo contarle a mi hermana absolutamente nada, pero sí que tenía que reconocer que estaba realmente mal, y mi estado integro se lo debía a Dalif. Me martilleaba la cabeza como si tuviera unos bongos dentro tocando una sintonía de Beethoven pero en un estilo de Metal-Duro.

    Me cosquilleaba el cuerpo todavía desde que él me había puesto la mano encima y para colmo, había notado mi estado depravado cuando lo había mirado con tenacidad, pero… ¿Cómo no mirarlo?, el tío desprendía magnetismo con solo poner en movimiento ese enorme cuerpo, y sí, claro que lo había visto desde el primer momento que se había puesto a mi lado, y no solo porque fuera un hombre de proporciones grandes y marcadas sobre una camiseta informal, con un bañador corto que le quedaba realmente bien y que mostraba un prieto trasero en el cual había deseado meter mis manos para aplastarlo y comprobar lo duro que estaba, también por su aroma, su aura peligrosa y llena de calidez que me arrollaba como una ola de veinte metros de altura.

    Era un fenómeno tan bueno para la vista como para los sentidos. Y sobre todo los sentidos. Me embrujaba, eso era lo que había sentido en la terraza, había sido capturada por una hechizo que lo envolvía a él solo, un encantamiento que hasta la propia luz del atardecer quería amparar dándole un toque misterioso a la vez que increíble. Era como un duende, un prohibido duende blanco que extrañamente me incitaba a seguirlo, a sumergirme en su bosque, un lugar apartado donde me quería poseer, y… La leche, en ese mismo instante hasta yo misma le hubiese abierto las piernas y mientras, le rogaría que lo hiciera.

    Me había tomado un LCD en ese momento porque estaba flipando de lo lindo.

    Saber que estaba muy bueno no era lo mismo como darme cuenta de que me ponía a mil. Ese hombre capturaba todas mis reacciones y las sacaba al aire como si estuviéramos en un escenario. Y sentirme atraída hacia él, me irritaba, y ahora encima tenía que darle coba para que me devolviera la pulsera antes de que Ilay se diera cuenta de que no la llevaba.

    Deseaba estamparme contra una pared por ese despiste tan grande. ¿Cuándo la había perdido? ¿Por qué no me había dado cuenta hasta ahora?

Sabor A Piruleta (Colección Encadenados 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora