El viaje… Una maravilla.
Con precaución había pisado el acelerador a tope y la bestia no me había dejado en ridículo, lo malo es que el controlador que tenía al lado, no le gustó ese arrebato y con una orden me sacó el pie hasta casi llegar a pasear en vez de conducir para terminar llegando a algo que por nada del mundo me esperaría.
Una feria.
Un lugar lleno de atracciones, colores, aromas dulces y salados, gente riendo, gente bailando, corriendo y jugando en las casetas que ofrecía un gran surtido de retos divertidos con grandes premios como una enorme jirafa bizca o una enorme mano que decía “¿Me la estrechas?”… Algo que podía ser sacado con doble intención para las mentes enfermas…
-¿Tú me la estrecharías? –Susurró coquetamente Dalif contra mi oreja.
Y ahí tenía una mente enferma.
Le di un empujón con el hombro y el soltó una carcajada, después, rodeó su brazo por mis hombros y me apegó a él con una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Qué te apetece hacer primero? –Levantó una mano señalando la enorme noria que había en el centro de tal espectáculo de luces de colores. -¿Quieres un paseo lento por las nubes? ¿Una enorme mano? –Pronunció divertido mientras señalaba al joven que le pegaba con dicha mano en el culo a su novia. -¿O te apetece que se te suban las tripas a la garganta?
Dalif me giró para que mirara la gigante y arrebatadora montaña rusa que estaba colocada al final del recinto. Me giré y lo miré, esperaba, con las cejas alzadas mi respuesta. Me mordí los labios internamente pensando que hacer primero.
-No tengas prisa, he comprado un montón de fichas, así que, tómate tu tiempo, yo iré detrás de ti. Hoy mandas tú.
Sus últimas palabras fueron marcadas con énfasis al tiempo que me guiñaba un ojo y me atraía un poco hacia él. Sus labios, de pronto estaban tan cerca que casi caigo en ellos, pero lo evité alzando la mirada, con mucha fuerza, hacia sus ojos.
-Tengo hambre. –Dije finalmente, y era verdad. No había comido nada desde que me había levantado.
-¿Qué te apetece? –Ronroneó él, sabiendo que me había quedado embobando mirando esos labios.
-Perritos calientes.
La boca de Dalif se alargó en una sonrisa de lo más picarona y no pude evitar estremecerme.
¿Sabría él, lo sumamente atractivo, guapo y delicioso que le hacían esos gestos?
-Oh, nena, eso deberías de haberlo dicho en casa. –Ronroneó con tono deliberado. -No es plan de sacar mi perrito caliente a pasear…
-Oh, por favor.
Le di otro empujón con el codo y me deshice de ese abrazo para darle la espalda y buscar el carro de la comida. Dalif soltando una carcajada salió detrás de mí.
El contenido, nada más se expuso delante de mí no sólo hizo que rugiera mi estómago, a ese punto hasta yo misma solté un vergonzoso rugido. Pero realmente estaba famélica, y me resultaba extraño, normalmente después de un día como el que llevaba, pasaría a estar a dieta directamente ya que las penas me cerraban el estómago completamente y sin embargo, aquí estaba, pidiendo un perito caliento con todo, y cuando digo todo es todo, sinceramente esperaba que las calorías se cayeran por mis dedos en color rojo y amarillo.
-Yo pago. –Indiqué en el mismo momento que vi a Dalif sacar su cartera.
Metí las manos en mi bolsillo y saqué unos billetes, automáticamente Dalif cogió los billetes y los metió, con gran lentitud en mi bolsillo trasero mientras, se aprovechaba de que me quejaba y con su otra mano le tendió al cocinero su propio dinero.
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Sabor A Piruleta (Colección Encadenados 2)
RomanceSegunda parte de ENCADENADOS. (Se puede leer por separado) Dos hombres y una mujer, un amor para repartir entre los tres. ¿Pueden luchar contra los celos? ¿Pueden amarse y hacer una vida juntos los tres? ¿Terminará bien esta historia llena de int...