DORY
Luces de colores, rosas blancas, un cielo azul y unas enormes y espumosas nubes formando cómicos animalillos en un escenario lleno de magia. Caminaba por un prado verde, un jardín lleno de flores de colores, unos tonos inimaginables, flores que jamás había visto y sonidos que nunca en mi vida había escuchado. El aroma, peculiar, lo sentía con intensidad en ráfagas que me levantaban únicamente una parte del cabello, pero esa deliciosa fragancia la conocía, la tenía etiquetada en mi tablón de perfumes como uno de los preferidos.
Ese aroma era el de Dalif, sólo que, él no estaba en este prado verde, en esta vivencia que no se destinaba a ningún lugar conocido.
Continué mi camino hasta que un precipicio apareció ante mí. Un vacío interno, oscuro y sin sentido. No veía el horizonte, todo era azul ante una caída de infinita distancia.
Miré a mi espalda, ese prado en movimiento, esos colores danzando y las flores mirándome, abiertas con los pétalos clamando mi atención, después miré hacia delante, algo por descubrir que podía resultar tan emocionante como estremecedor…
–Dorothy…
Me paralicé al escuchar su voz, un eco llegado del viento, un calmante para todos mis sentidos que se relajaron completamente como si su voz fueran caricias y tocaran delicadamente mi piel.
–Dorothy…
A mí espalda, el trueno de su voz me levantó el cabello, pero cuando me di la vuelta para chocar con un verde mucho más intenso que toda esa escena, unas manos en mis hombros me empujaron al vacío acantilado.
La respiración se quedó atrancada en la garganta. La sensación de caída fue tan rápida que dejé de ver con claridad el cielo y la roca, que pasó a gran velocidad por mi vista, hasta el horizonte azul desapareció en un oscuro color que llegó a convertirse en la nada, en un agujero de gusano completamente vacío, completamente silencioso y completamente negro.
– ¿Dory?
La voz, fue más clara, más cercana y tan leve que me motivó abrir los ojos.
Una luz cegadora me quemó con gran intensidad y los cerré de nuevo.
Analicé mi situación mientras caía en la realidad. Estaba sobre algo blandito, cómodo a la vez que suave. Mi cuerpo reposaba sobre lo que califiqué de un colchón con una alta almohada. Los aromas que me rodeaban los reconocía, era una mezcla entre el alcohol, el yodo, flores dulces y ropa recién lavada.
Absorbí de nuevo porque entre ese cóctel de lo más extraño, había uno que destacaba sobre todos, Dalif, pero en el momento que abría la boca para susurrar mi agrado por esa deliciosa fragancia, el cuerpo me castigó con un terrible dolor.
El brazo desde el hombro lo sentía sujeto a algo que no me dejaba moverlo, al intentarlo recibí un dolor punzante. La cadera parecía muerta junto con las piernas, cuyas extremidades las sentía aplastadas y atrapadas en un muro de contención. Pero la cara…
Esa era la peor parte.
Me dolía a rabiar del mismo modo que me picaba. Notaba desde el propio calor del fuego, hasta una palmada de pequeñas piedras restregándose, clavándose y cortando.
Me mordí la lengua y gruñí de dolor.
–Dorothy, tranquila.
La voz de mi hermana, despertándome por segunda vez, lo malo es que esta vez me despertaba de un precioso sueño para dejarme caer a una maldita pesadilla horrible.
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Sabor A Piruleta (Colección Encadenados 2)
RomanceSegunda parte de ENCADENADOS. (Se puede leer por separado) Dos hombres y una mujer, un amor para repartir entre los tres. ¿Pueden luchar contra los celos? ¿Pueden amarse y hacer una vida juntos los tres? ¿Terminará bien esta historia llena de int...