Capítulo 20

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DALIF

    Esto nunca resultaría tan fácil como chasquear los dedos y hacer que desapareciera todo.

    Ilay, ya lo veía, me daba la espalda y hablaba con Dante. Pero esa no era mi mayor preocupación en ese momento. Dory, se había dado cuenta, no sabía cómo, pero lo había pillado a la primera, y su primer impulso había sido salir corriendo. Le había pegado un empujón a Poe, y este, al no esperarse ese brusco comportamiento por parte de ella, su cuerpo no lo impulsó a la defensa y se le había escapado de las manos.

    Maldita sea.

    ¿Es que Maddox había contratado a unos inútiles que no podían sostener un cuerpo tan menudo como el de mi mujer?

   Dios.

    El corazón me brincaba cada vez que esa palabra se repetía en mi cabeza.

    No es que no me acostumbrara a la idea de que estaba casado, lo que no me acostumbraba era a la idea de que Dory se había casado conmigo…

    Rectifica; tú eres el que se ha casado con ella.

    Sacudí la cabeza y me aseguré, mirando por el retrovisor, que Poe ya se había llevado a Dory, por suerte y antes de que saliera del coche cuando ella había echado a correr, el increíble hombre de negro, la había cogido al vuelo, se la había colgado al hombro con las piernas de ella lanzando patadas -gesto que no me había hecho mucha gracia, pero me animé diciéndome que era necesario- y había salido corriendo adentrándose en la playa.

    No tenía ni idea de a donde se la llevarían, ni tampoco me iba a detener para preguntar, la verdad es que cuanto menos supiera sería mejor, mi boca en ese momento podía convertirse en mi mayor cepo para darle a Ilay la pista principal de donde encontrarla.  

    Eso, aparte de que ella lo viera de nuevo, era lo que menos quería.

    No deseaba que Dory se encontrara con Ilay. Temía que ese encuentro reavivara la llama del amor que ella sentía por él y finalmente se dejara convencer hasta tal punto de cerrar los ojos y verla desaparecer. Una parte de mí gritaba desde mi interior que no era lo adecuado, que ella tenía derechos a hablar y aclarar las cosas con ese cerdo, pero mi otra parte, la egoísta, la envidiosa y la que la amaba con locura se negaba a ese acuerdo.

    Ella era mía y no pensaba dársela sin luchar.

    Dirigí mi vista hacia delante. La cosa daba miedo, y observando como mi hermano, levantaba la barbilla, me dirigía directo a una auténtica batalla.

    Bien, esperaba que así fuese, tenía ganas de descuartizar a Ilay, y aunque le había prometido a Dory mantener la calma, rezaba para que Ilay me diera el mínimo motivo para estrellar su cabeza contra el asfalto.

    Antes de apagar el motor o las luces, cosa que no hice porque deseaba que Ilay me viera cuando entrara por la parcela (y había funcionado, esos ojos ya estaban puestos en mí), apreté el volante con fuerza, casi hasta poder llegar a desprender la piel del prototipo especial de volante que Dante, con exigencias, había pedido a Italia para terminar de encajar ese coche a su gusto. Sentí los nudillos trasparentar en la propia carne, el hueso ya la rozaba, con lo cual, ya estaba completamente listo para salir y enfrentar la realidad.

    Nada más salir escuché un grito y al verme empotrado contra el coche, supe que debería de haber esperado un poco más para calmarme, pero…

    Mala suerte.

    Estaba al cien por cien, e Ilay había actuado complaciendo mis deseos.

Sabor A Piruleta (Colección Encadenados 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora