Capítulo 17

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DALIF

    El sonido insistente de un terremoto me despertó de sobre salto. La cabeza me dio un golpe de mareo de miedo y por un segundo todo el salón comenzó a bailar a mí alrededor. Cerré los ojos con fuerza y me cubrí de la luz que entraba por las ventanas, esa luz estaba dispuesta a dejarme completamente ciego.

    No había dormido ni cuatro horas. Después de dejar a Dory en la cama mi mirada se había quedado quieta y completamente fija en las escaleras, rezando porque ella encendiera la luz, me llamara, me necesitara. Tenía tanta angustia que cada vez que cerraba los ojos veía su cara llena de sangre.

    La angustia de mi pecho, el nudo interno que había alcanzado un tamaño más grande que todo mi cuerpo me oprimía, se hacía más insoportable cada vez que avanzaba el tiempo y ella, no me llamaba. Había dado mil vueltas en el sofá, e incluso me tiré al suelo, me había levantado al cabo de media hora y me dediqué a pasear por la casa, de un lado a otro, deambulando.

    Pensé en beber hasta quedarme inconsciente, pero tenía la esperanza de que ella encendiera esa luz, la misma luz de mi perdón pero, esa nunca se hizo. Dios, me había declarado una y otra vez, mil veces le había dicho que le quería, que me perdona, cosa que ni siquiera sabía que era lo que realmente necesitaba pero, igualmente, había insistido como una necesidad de vida.

    Porque ella era mi vida.

    Sacudí la cabeza… La maldición de la familia Le-Blanc. Primero fue mi madre, después mi hermana y finalmente mi hermano…Ahora yo… ¿Era eso lo que me pasaba? ¿O era simplemente que mi Karma me la devolvía?

    Golpearon la madera blindada con más insistencia, casi deseando derrumbarla y ya no tuve más remedio que levantarme para abrirle la puerta a quien quería echar mi casa abajo.

   De todo el mundo que podía llamar a esas horas de la mañana, me podía esperar a cualquiera menos Dana.

  -¿Qué haces aquí? –Pregunté con un tono seco de recién levantado.

  -Madre mía, que pintas tienes. –Como siempre, ella no se cortaba ni un pelo. Siempre decía la verdad, doliera a quien le doliera.

  -No he pasado muy buena noche, y cuando he conseguido dormir… Tu escandalosa forma de llamar a la puerta, me ha despertado.

    Dana simplemente sonrió y me guiñó un ojo. La miré y, como siempre mi vista se fue a ese estomago que estaba a punto de reventar. La verdad es que mi cuñada daba más miedo ahora que cuando estaba tan flaca, ya que, seguramente, y hoy más que nunca, tenía más fuerza que yo.

  -¿Y a que debo esta inesperada visita?... No es que no me guste que me visite mi cuñada preferida. –Rectifiqué de inmediato y ella frunció el ceño. –Pero hoy estoy hecho una mierda.

  -No lo dudes. –Susurró para sí misma. Otro golpe bajo de los suyos, y continuó con voz más alta. -No seas pelota, soy tu única cuñada. –Me comunicó con descaro y no pude evitar sonreír.

  -Ya no. Ahora tengo otra nueva.

  -Así, la famosa novia de Will. –Su comentario no fue una burla, verdaderamente parecía aliviada.

  -¿Aun están juntos? –Pregunté sorprendido.

    No sabía nada de Will desde la fiesta y con Alicia no había mantenido una conversación de ese tipo, tampoco era plan de preguntarle a una mujer que no conocía casi, por sus historias de cama.

  -Sí y me alegro por él. Dante ya lo deja acercarse a mí sin estar él por el medio. –Mencionó cariñosamente.

  -Dante nunca cambiará.

Sabor A Piruleta (Colección Encadenados 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora