DORY
Dalif tenía razón en todo. Cada persona, con su función, se había encargado de mí a la perfección, y no solo eso, en este momento me sentía tan sumamente bien que más que enfrentarme a una fiesta de gente chorreando dinero, me apetecía más meterme dentro de las sabanas de la cama, una cama de dimensiones exageradas y tan apetecible que me había sentado delante de ella, con una bata de seda japonesa cubriendo mi cuerpo y la lencería roja: Ligueros, sostén y unas bragas tipo pantalón corto de encaje y adornadas con llamativos accesorios de lentejuelas y piedras similares a mini-rubís.
Debería sentirme nerviosa, alterada, pero todo el personal que había contratado Dalif, se habían esmerado a conciencia, a base de masajes corporales, baños de agua maría con sales aromáticas y un delicado masaje capilar (Donde vergonzosamente me había quedado dormida) en espantar esos miedos, los nervios y la manía de tirar con mis dedos del cabello, aunque, en ese momento, resultaba tentador, el jefe de todos ellos, por su criterio de experiencia en la materia y decidiendo por mí en todos los aspectos, había dicho que el pelo suelto sería la mejor opción para el vestido que el señor Le-Blanc había elegido para mí.
El vestido, un gran misterio que todavía no había abierto.
-¿Cuánto lleva ahí?
Cecyl y sus murmullos se escuchaban desde el pasillo ya que no intentaba disimular su desaprobación en que todavía no estuviese vestida.
-Una media hora.
-¿Y qué espera? ¿Qué la caja se evaporicé sola y el vestido mágicamente se materialice de nuevo en su cuerpo?
-No creo. –Contestó la misma chica que me había maquillado con una disimulada risa.
No era algo que había previsto, pero después de estar casi, completamente lista, tomé asiento en la pequeña banqueta que había justo delante de la cama y me había quedado muy embobada mirando la caja y el lazo (así sucesivamente), que había encima de la cama, la cuarta sorpresa de Dalif.
Sabía que era un vestido, había que ser muy tonta para no saberlo, todos y cada uno de ellos lo había murmurado casi en mi cara, preguntándose entre ellos de color sería. Una parte de mí deseaba averiguarlo ya, pero sin embargo, ahí estaba, sin poder menearme mientras mis ojos trataban de ver, como si fueran detectores de calor, lo que había en su interior.
Lógicamente, no tenía ese poder, así que, el misterio continuaba para mí y para todos los que había detrás de mí recogiendo la habitación a la vez que, de reojo, miraban la caja y a la tonta del culo “YO” que mantenía una lucha interna, realmente tonta, en hacer tres simples movimientos;
Levantar el culo, hacer bíceps mientras la caja se abría y sacar el santo grial de los vestidos…
Como no sabía nada más, no podía dedicarle más palabras.
-Aladdín y su lámpara mágica no existe… o es que de pronto te ha dado un ataque de pánico…
-Estoy completamente relajada. –Interrumpí su disparate de ideas y me giré en su dirección. Cecyl me miraba con una ceja alzada dudando de mi contestación. –Tan solo quería recordar este momento.
-¿Una caja encima de la cama? –Dijo incrédula. –Menudo recuerdón.
-No es eso. –Tomé aire y deslicé mi mirada de nuevo a la caja. –Es la primera vez que alguien hace todo esto por mí.
-Bueno es la primera vez que un hombre hace de todo por conquistar te.
-No es cierto. –Contradije su comentario con una voz un poco más alta. -Ilay…
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Sabor A Piruleta (Colección Encadenados 2)
RomanceSegunda parte de ENCADENADOS. (Se puede leer por separado) Dos hombres y una mujer, un amor para repartir entre los tres. ¿Pueden luchar contra los celos? ¿Pueden amarse y hacer una vida juntos los tres? ¿Terminará bien esta historia llena de int...