Capítulo 18

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DORY

      Había despertado en un lugar completamente desconocido para mí. Al principio me asusté terriblemente, pero cuando una mujer embarazada se me acercó y susurró con gran rapidez quien era y donde estaba, la reconocí a ella y lo cerca que estaba de la casa donde había dormido.

  -¿Y Dalif?

    Fue lo primero que dije, lo primero que salió de mis labios y aunque, después de todo lo sucedido ya fuese malo o bueno necesitaba verlo.

  -Está en casa solucionando una cosa…

  -¿Él…?

  -Ha estado aquí, nada más se enteró de que te habías ido, vino a por ti, pero…

  -Yo no me he ido. –La interrumpí.

    No era la típica mujer que salía huyendo cada vez que algo me superaba, solía plantarle cara. Pero de todas formas tampoco entendía mucho que hacía en casa de Dana, acaso que... Dalif, en un arrebato de arrepentimiento, pensara que lo mejor sería alejarme de él.

    Mi cuerpo sintió una elevación nada agradable y cada músculo se quejó cuando un dolor intenso se me clavó en la boca del estómago.

  -Conscientemente no, pero inconscientemente… -Dana alargó la boca en una sonrisa que me inspiró una ternura sobrecogedora. –Digamos que querías darte un baño de buena mañana.

  -Oh.

    Sentí un gran alivio extraño y me ruboricé de inmediato. Pensar que había caminado como un zombi en estado de pérdida delante de una persona que no conocía, me avergonzaba seriamente.

  -Quiero… quiero volver con él…

  -Tranquila. –Dana colocó una mano encima de la mía, con una presión precisa, cariñosa y sus ojos me miraron con una alteración poco disimulada, como si lo que acaba de decir fuese algo hermosos. -Yo te llevaré con él.

     Me incorporé, bajando los pies al suelo hasta terminar sentada. Dana me ayudó a levantarme, como si sufriera alguna lesión e inmediatamente, cuando me puse en pie, ese brazo me rodeó la cintura. La miré de reojo y después miré esa barriga que poco menos podía permitirle verse los pies, fruncí el ceño.

  -Estoy bien…

  -Y yo. –Me cortó ella con una sonrisa de oreja a oreja.

    Dudé, no era normal que sonriera tanto, acaso que sucediera algo que yo no supiera. Me encogí de hombros y la dejé llevarme, apoyándome solo y únicamente en mí, no deseaba que esa mujer sufriera un accidente por mi culpa, pero al tercer paso, la verdad es que se lo agradecí.

    Por lo visto mi escapada nocturna me había dejado sin fuerzas, ya que aunque pensaba que había dormido, me sentía tan agotado como si hubiese practicado deporte durante toda la noche.

    Dana no me soltó hasta que llegamos a la puerta de la casa de Dalif. Y solo para abrir la puerta, se retiró a un lado y con una sonrisa me animó a entrar, quise sonreírle e incluso darle las gracias, pero en ese momento escuché la voz de mi hermana, en un tono angustioso y mis palabras se quedaron atascadas.

    ¿Qué hacía Alicia aquí?

    Solo sería una señal de problemas.

    Avancé más lentamente, tal vez tres o cuatro pasos más, perdí la cuenta en el momento que escuché otra frase donde la palabra “no la quiere” e “Ilay” resonó en la misma frase acompañada con un gruñido masculino.

Sabor A Piruleta (Colección Encadenados 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora