Me levanté de mi asiento cuando la campana sonó, con rapidez guardé mis cosas en mi mochila y de inmediato me lo coloqué en la espalda; no era el único que recogía sus cosas con ímpetu: los demás también. Era la hora del receso y todos salían de manera apresurada.
—¿Apurado, no?
Le dediqué una mirada de pocos amigos a Harrison, mi compañero y éste rió a carcajadas, mientras se quitaba el suéter azul marino, dejando ver su pulcra camisa blanca y corbata azul del uniforme.
—No estoy apurado por ver a John, si eso es lo que piensas...
—¡Pero si te has delatado tú mismo!
—Cállate. Él no me gusta.
—Sí, claro y Ringo es alto...
—¡Hey, estoy detrás de ti!
Ambos miramos a Ringo y estallamos de la risa, pues traía sus brazos cruzados, el ceño fruncido y un puchero que lo hacía lucir tierno.
—Como yo sí soy amigo de John, me voy a ir a hablar con él.
Lo fulminé con la mirada y George volvió a reír.
—¿Por qué no le hablas?
—¿¡Estás loco, verdad!? —espeté—. Claro que no, no le voy hablar.
—¿Por qué te da tanta pena acercarte a él? —habló Ringo.
—Porque...ahg, él es... ¡empezando que es de un curso mayor! Y que él, ya sabes, siempre anda rodeado de gente que comparte sus mismos gustos.
—¡Pero inténtalo! —me instó George—. ¿Qué malo puede pasar?
—Que se burle de mí o que me ignore.
—Eso es verdad —me apoyó Richard—; John es un cretino que se las da de gran cosa. Te mira de reojo y todo.
—¿¡Lo ves!? ¡No me voy a arriesgar a pasar vergüenza! ¿¡Qué tal si le hablo y no me responde o sus amigos se burlan de mí!?
—¡Pero yo le hablo a él y no me ha pasado nada de lo que dijiste!
—Pero tú eres diferente, George —expliqué—; joder, tu lo conoces desde hace años.
—Bueno, ¿por qué no le hablas cuándo estemos él y yo nada más?
—¡Porque nunca está contigo nada más, idiota!
Ringo rió al escuchar aquello, pero mi mirada se posicionó en la suya y calló.
—George.
Cuando escuché esa voz, mis mejillas se tornaron de un color rosa y mi respiración se aceleró. Con lentitud me di la vuelta y lo pude ver ahí parado, en el umbral de la puerta: su camisa blanca con corbata estaba acompañada por una chaqueta negra de cuero, su pantalón caqui estaba ajustados, realzando sus perfectas piernas torneadas y en sus pies llevaba botas de militar negras muy brillantes; su cabello estaba perfectamente desaliñado y en su cara llevaba estampada un sonrisa de oreja a oreja. Todo le quedaba bien, incuso el uniforme.
—¿Vienes, George? —le dijo, con su irresistible voz ronca—. Te estamos esperando.
—¡Ya voy! —se apresuró a decir y dirigió sus pasos hasta allá—. ¡Nos vemos, chicos!
Dicho eso, salió del aula con John y envuelto en risas.
—¿Lo ves, Ringo? George tiene el toque que yo no tengo.
—Pero debes intentar hablar con él... —aconsejó—. Mira, yo no tengo buena relación con él, pero de vez en cuando le hablo y tú puedes hacer lo mismo.
—No, no. ¿Bajamos? Muero de hambre.
—¿O mueres por verlo?
—También —bromeé y ambos reímos.
Salimos del aula conversando sobre la clase anterior y sacamos por conclusión que el profesor era muy amargado. Siempre con su carácter reticente y sus ganas de fastidiar. Se molestaba por todo, incluso el sonido de una mosca lo ponía de mal humor.
Al llegar al patio, el ruido de los demás alumnos casi nos ensordeció. Comencé a mirar hacia mi entorno para ver si podía verlo, mientras me sentaba en la mesa que solía frecuentar con Ringo.
—Está al lado tuyo, ¡pero mira disimuladamente!
Pero no le hice caso: volteé con rapidez hacia mi izquierda, mi mirada chocó con la suya, me sonrojé y volví a mirar a Ringo, quien tenía la palma de su mano en su frente y sacudía su cabeza en negación.
—Siempre haces lo mismo —refunfuñó.
—Me miró —le dije—. Ya sabe que existo.
—Hace un millón de años que sabes que existes —se burló.
—¡Ringo! —espeté—. Déjame...
—Lo voy a llamar y lo vas a saludar, ¿de acuerdo?
—¡No te atrevas!
—¡John!
Abrí mis ojos como platos y mi amigo me sonrió. Inmediatamente John llegó a la mesa, apoyó sus manos sobre ella y nos miró.
—Hola, Ringo y hol...
—¡Ringo, debo irme! —expresé y me levanté con ímpetu—. Olvidé el cargador del móvil en el salón y necesito ponerlo a cargar porque si no lo cargo no enciende y si no enci... ¡tú me entiendes!
Me fui de ahí, sintiendo la mirada extrañada de Ringo y John; pero no me importó en lo absoluto. Subí las escaleras, busqué el baño y me adentré, cerrando la puerta. Resoplé, me miré en el espejó y negué con la cabeza.
—Qué idiota eres, Paul.
Pronto la puerta se abrió y le dio entrada a Ringo, quien sacudía su cabeza en completa negación.
—¡Ay, ya sé! ¡Fui un estúpido! ¡Lo sé, no me lo recuerdes!
—¡Te iba a saludar, pero tú lo interrumpiste!
—¿Qué dijo cuándo me fui? —cuestioné.
—Nada porque le dije que te iría a acompañar y aquí estoy.
Fruncí mi boca y fijé la mirada al suelo.
—Vamos a clases —dije, mirando el reloj de mi muñeca—. Ya vamos a entrar
Ringo me acompañó al aula y en el camino, yo no paraba de lamentarme por lo que había hecho. Dejé mi bolso en mi puesto y me senté, en ese instante, George se acercó.
—Ten —me dio una bolita de papel—; ábrelo cuando estés en casa, ¿sí?
Sin ganas, asentí, lo agarré y lo metí en el bolsillo de mi suéter. De inmediato el profesor de la última clase llegó; sin más, procedió a darla y me sentía tan idiota que no presté atención a nada de lo que dijo.
Llegué a mi casa a eso de la una, mis padres aún no llegaban y subí a mi habitación hacer mi tarea. Me quité el suéter, lo lancé al suelo y la bolita de papel rodó. Recordé lo que George me había dicho, por esa razón la tomé entre mis manos, la abrí y procedí a leerla.
Una amplia sonrisa iluminó mi rostro al ver que George escribió elnúmero de John.
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Hi, I love you ➳ McLennon
FanfictionDonde Paul es un acosador y le manda mensajes a su crush. Se prohíbe su copia y/o adaptación. Todos los derechos reservados. Fecha de inicio: 13.01.2018 Fecha de culminación: 18.02.2018