Capítulo IX.

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   Con algo de miedo bajé las escaleras. Estaba expectante, llevaba el móvil en la mano y mi mirada estaba inquieta. Tal vez era nada más una broma para asustarme. Eso era lo que quería pensar.

   Abrí la puerta con lentitud, asomé mi rostro, no vi a nadie y la volví a cerrar con rapidez. Sabía que era una broma.

   Me dispuse a subir las escaleras, pero un escalofrío recorrió mi espinazo cuando escuché la puerta: le dieron tres toques. Mordí mis labios con nerviosismo y no sabía por qué el hecho de que John estuviera ahí me ponía así.

   —¿A qué juegas, John? —espeté y abrí la puerta, pero de nuevo no había nada—. Fastidioso...

   Di la vuelta y cerré la puerta a mi paso, pero sentí que algo lo impedía, así que opté por cerrarla más fuerte, seguido de un—: ¡Ay, mi pie!

   Rápidamente me di la vuelta y sí: ahí estaba John.

   —¿¡Qué haces aquí!? ¿¡Cómo sabes dónde vivo!? ¡Aléjate qué tengo un rifle!

   —Máteme, precioso.

   —¿¡Qué estás diciendo, John!? —lo empujé y cerré la puerta.

   —¡Paul, ábreme! —y la tocó varias veces.

   —¿Cómo sabes dónde vivo?

   —Porque te seguí... y lo hice porque si te preguntaba dónde vivías o que quería ir a tu casa, te ibas a poner cómo loco.

   —¡Estoy cómo loco! —apelé.

   —Pero cálmate...

   —¡Estoy calmado! ¡Muy, muy calmado!

   —Déjame ser el buró.

   —¡Olvida eso! —espeté—. ¡Y vete!

   —Paul, no seas mal educado —me dijo—; ¿por qué no invitas a tu humilde huésped a pasar?

   —Ya va... ¿¡por qué esperaste tanto tiempo para decirme que estabas aquí!?

   —Porque estaba esperando a que dijeras algo indecente.

   —¿¡Y si no lo hacía!?

   —Siempre lo dices.

   —¡Me haces quedar cómo un pervertido!

   —Eso eres.

   —¡Basta!

   —¡Déjame pasar!

   —¿Y para qué? —y me crucé de brazos.

   —¿No me darás agua aunque sea? ¡Llevo cómo media hora aquí parado! Me duelen los pies...

   —Pues qué te sigan doliendo porque no te voy abrir.

   —Aunque quisiera, no te voy a violar, así que tranquilo...

   —¿¡Me quieres violar!? —me alegré—. ¡Espera! ¿¡Qué cosas dices!?

   Él estalló de la risa, para después dar un par de toques más.

   —Abre...

   —¿Qué me harás?

   —Verte. ¡Paul, no te voy hacer nada!

   Me dispuse abrir la puerta con cierta cautela y mi corazón dio un brinco al verlo ahí parado, con una sonrisa de oreja a oreja; me hice a un lado para que él pudiera pasar y al hacerlo, cerré la puerta. Di un suspiro.

Hi, I love you ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora