Cápitulo 5

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Meláncolia

»Dulce sinfonía funebre
se abré paso entre el llanto
arrancando de sus manos
a la doncella de labios pálidos.«


Las voces de los presentes podían escucharse simultáneas recitar una y otra vez las oraciones que llevarían al descanso aquella joven de misera fortuna que fue arrebatada del mundo con violencia y crueldad.

Se respiraba a distancia la depresión y pesades del ambiente ante la trágica muerte de alguien tan joven como lo fue Amy J. Ross. Sus conocidos y familiares permanecian alrededor de la pequeña urna de pocerlana turquesa que aguardaba sus restos, reducidos a cenizas. A mi lado Saraí ahogaba los sollozos mientras sujetaba un rosario, la ví tan afligida que no pude evitar preguntarme ¿qué hacía yo allí? Y ¿qué buscaba exáctamente?

Tragué grueso y me dispuse a caminar entre las diferentes personas vestidas con atuendos oscuros que al igual que yo ingresaban a una de las casas más grandes de todo el poblado, era de doble planta y con una apariencia tan antigua y colonial que pareciera ser de las primeras que allí se construyeron, de tejados rojizos y paredes de color beige envejecidas. Su jardín estaba envuelto por lirios, camelias y rosas, arbustos de un verdor opacado, además de un cesped recién cortado.

Ahogué un suspiro y cerré los ojos rogando por paciencia, sentía como si me observarán desde nuestra llegada, tal vez eran ideas mías pero hubó un momento en el cual pensé en dar vuelta sobre mis botas de tacón y retirarme de aquel lugar, cuya decoración principal eran las llameantes flamas de velas y coronas de flores, sin embargo una mano sujetó mi brazo con cierta fuerza y recordé a esa chica castaña que ahora parecía necesitar apoyó para seguir.

"¿Podrías acompañarme, por favor?"

Las palabras parecieran taladrar mis oidos como un pequeño recordatorio. Intenté sonreirle de manera comprensiva, ella por su parte asintió y relajo su agarre. Saraí era una chica extraña pues en pocas horas me entregó su confianza sin dudar ni pensar en que yo sólo era una turista que se marcharía dentro de poco. Sin embargo, atribuí aquel actuar a su manera risueña y sensible de ser, la observé un instante en el cual sus ojos permanecían sobre una fotografía de Amy puesta delante de la urna que guardaba sus cenizas, un extraño sentimiento sacudio a mi fuero interno, tal vez un atisbo de tristeza por la funebre escena.

Amy Ross, escuchar la simpleza de su nombre significaba regresar al recuerdo de lo que fue su cuerpo, sus cabellos rubios cubiertos de sangre y las cuencas vacías de sus ojos. La expresión de su rostro como una tétrica pesadilla se colaba en mi mente ¿Quién? y el ¿porqué? eran dudas díficiles de desentrañar, y a su vez irrestibles para investigar y llegar al fondo de aquello.

Suspiré al tiempo que posé la vista al frente, notando una mirada intensa e insistenté sobre nosotras, pudé ver a un hombre de estátura alta y porte elegante, quién permanecia cerca de la urna, aquel hizó un gesto que no supe discernir como una media sonrisa oculta trás un gesto decaido, luego de acomodarse la cobarta de color negro sin dejar de ver a mi dirección.

Me sentí cohíbida y desvié mi atención hacía la izquierda viendo de perfil a nada menos que Émile Ross, sujetando una copa de licor con cierta frustración mientras permanecia retirado de todos los presentes. Sus ropas se encontraban desarregladas y parecia llevar más de unos tragos encima, de echo se perdía trastabillando por un pasillo ante las reprimendas de una señora con traje de servienta. Me perdí unos segundos en aquel momento reaccionando al percibir un suave empuje, cuando me giré, note el cuerpo de Saraí moverse como si fuese atraido hacía aquella dirección, mantenía su vista fija en aquel pasillo, mientras se alejaba para seguir a Émile con gesto desesperado. Era lógico pensar que para ella aquel rubio significaba alguien realmente importante.

Sentía curiosidad pero mis pies se quedaron clavados en el piso de reluciente caoba, sabiendo que sería una intrusa mal recibida en aquel ambiente. Alcé los hombros resignada, sería mejor dar la vuelta y seguir otro día con mi pequeña búsqueda de información, un día sin tanta gente a mi alrededor, sin tantas lágrimas ni dolor.

-Disculpe, señorita.

Aquella voz detuvo mi andar, me ví envuelta por una fragancia exquisita mientras que una voz masculina que denotaba un lijero acento fránces resopló cerca de mi cuello. Dí media vuelta mientras acomodaba mis lentes, enfocando el inusual y atrayente color plateado de unos iris que desprendían una gran intensidad ¿De dónde había salido?

Él hombre de cabellos claros esbozó una sonrisa mientras se posaba a un lado rosando vagamente mi hombro con su brazo.

-¿Puedo ayudarle? -Respondí casí en un murmuro, mientras aquel ladeo el rostro a medio lado y me sonrio, para luego dirigir su atención a uno de los arreglos florales.

-¿Conocio a Amy?

¿A qué venia eso? Estudié las facciones de aquel hombre, sin duda era guapo, sus rasgos masculinos denotaban gentileza y un aire aristocrata que no encajaba en aquel lugar, definitivamente ese hombre no pertenecía a Hometwon y su ambiente de antaño, y eso me causo cierta inquietud. Sin embargo, habia dejado la pregunta al aire asi que me apresuré a responder sin miramientos.

-No, lamentablemente no. Aunque parecia haber sido una buena chica.

Cerró los ojos mientras guardaba sus manos en los bolsillos delanteros del pantalón de mezclilla. Daba la sensación de estar perdido en algún recuerdo.

-Lo era, desde niña era géntil y  hermosa.

Sin duda aquel hombre la conocia y fijandome en el retrato de Amy, el sujeto de perfíl mostraba un parecido familiar.

-Supongo que era pariente suyo ¿no?

Él se giro a verme y sonrio con un deje de tristeza.

-Hermana menor de echo.

Sentí un nudo en la garganta al fijarme en la opacidad que adquirieron aquellos ojos. Bajé la mirada apenada por la situación sin duda perder un familiar de aquella manera tan abrupta debía ser desquiciante.

-Lo siento mucho, no me imaginaba que fuesen hermanos.

El hombre ladeó el rostro a medio lado, y suspiró hondo antes de relajar sus hombros.

-Descuida, tenía años sin pisar esté lugar... - De repente, se desvio de lo que diría y su atención se hizo sobre mí.- Sin embargo, no recuerdo a verte visto en Hometwon en mis visitas anteriores y sin ofender no pareces vivir aqui.

-Igual tú. -Refuté sonriendole a medio lado.

-Touche mon ami. -El acento fránces le dio un encantador tono a aquella frase. - Soy frances pero mis padres se residenciaron en este pueblo... Y por cierto...

Extendió su mano y sujeto la mía con sutileza dejando un beso en el dorso de la misma.

-Dominik Ross, a su servicio señorita...

-Amelia Facianni. Es un gusto señor Ross.

Dominik alzó las manos y negó.

-Sin formalidades Amelia, por favor.

Asentí.

-De acuerdo.

Analizó mis facciones con detenimiento e hizo una mueca de seriedad antes de seguir nuestra pequeña charla

-Sé que es incomodo, pero... fuiste una testigo de lo que paso ¿cierto?

Enmudecí, al ver en su rostro, el desespero y ansiedad que trataba de ocultar trás una sonrisa apagada.

- Facianni, ese era uno de los apellidos que estaba escrito en el informe policial.

Se explicó, yo sólo asentí. No supe el porque pero verlo bajar el rostro y adoptar un gesto depresivo me causo tristeza. Sin darme cuenta posé una mano en su hombro y él colocó la suya sobre la mía aprisionandola con gentileza. Aquello me descolocó provocandomé un lijero estremecimiento en el cuerpo y un rubor en las mejillas.

-Gracias mon ami.

Tomó mi mano entre las suyas y la beso, mientras me observaba en silencio, como si aquel gesto hubiese sido un balsámo al dolor que significaba el haber pérdido a su joven hermana.

En ese instante solamente pensaba en la desolación que consumía aquella alma y el abismo del cual sin saber porque deseé liberarle.

Mentes OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora