Capítulo 4: Estigma.

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"Esa luz, esa luz brilla sobre mis pecados. Solo cae la sangre roja, incapaz de volver atrás. Cada día aumentan mis ganas de morir. Deja que reciba mi castigo, concédeme la absolución de mis pecados, por favor".

Stigma – BTS (Solo de V)



L U N A


Su voz era grave, rasposa y suave. Era como una mezcla entre las voces de Jungkook y Monster, pero mucho más suave y delicada. Parecía editada en estudio, de uno de esos locutores matutinos que mi tía Daisy escuchaba en las mañanas cuando me quedaba a dormir con ella de vuelta en Littleton. Seguía intentando buscar la referencia exacta de lo que me vino a la mente cuando la escuché, y la respuesta hizo que me detuviera por un instante.

Su voz era idéntica a la voz de mi padre.

De repente, olvidé como respirar. Cerré la puerta con mi espalda, ya que prácticamente caí en ella, y empecé a sentir como aquella habitación incolora se hacía más y más pequeña. La reacción de V fue casi inmediata, pasando de una cara sin expresión a una inundación de preocupación en su cara. Puse mi mano en mi pecho como pude, sintiendo como mi corazón aceleraba y mi pecho subía y bajaba gracias al poco aire que llegaba a mis pulmones y a la violencia con la que respiraba. V tomó mi rostro y se sentó frente a mí.

– Luna, di algo– me pidió, mirándome a sus ojos.

Su mirada era profunda, sus irises se veían un color café para mis ojos, los cuales vagamente distinguían algo a estas alturas. Intenté complacerlo, pero no podía. Estaba entrando en pánico, y me costaba recuperarme de eso. Los recuerdos de mi padre acostado en ese ataúd, sus labios morados, sus ojos cerrados, la palidez de su piel. El hecho de que ese vidrio me impedía abrazarlo y llorar con él entre mis brazos. Básicamente evitaba pensar en él, ya que lo primero con lo que mi mente me traicionaba era la ausencia de aquellos bellos recuerdos por los que le era eternamente agradecida. En cambio, sólo pasaba por mi memoria como una película de terror aquel día en el que mi madre, mis hermanos y yo nos despedimos de su imagen, la cual nos hacía sentir seguridad. Pero en mi mente, ese día solo me brindaba terror.

– Luna, háblame, por favor– me pidió de nuevo, las lágrimas empezaban a salir de sus ojos mientras que el nerviosismo sacaba lo peor de él.

– D–di–dime algo– logré decirle.

Él me miró, y empezó a acariciar mi cabello, entendiendo con esas pocas palabras lo que le había pedido que hiciera. Estaba nervioso, se notaba. Sus manos temblaban cada vez que sus dedos rozaban mi cabello, y la expresión más pura de miedo se tiñó en su mirada.

– Bueno, cuando era pequeño, descubrí que una mariposa se paraba en mi ventana todos los días, sin falta –empezó, con la voz más tranquila que pudo, aunque durante su anécdota sonreía al hablar de la criatura–. Era azul, grande y muy bonita. Me di cuenta de que nunca se iba una noche cuando mi madre lloraba en el regazo de mi abuela por mi padre, lo habían despedido y estaba emborrachándose en la calle. Tenía unos doce años. Cuando la escuché, me encerré en mi cuarto y empecé a llorar, silenciosamente y a escondidas para que no lo notara. Pero entonces levanté mi mirada y vi la mariposa en mi ventana, iluminando mi oscuridad, dándome alguna especie de señal de que todo iba a estar bien. Esa mariposa me acompañó a todos lados desde ese día, incluso después de haber hecho lo que hice. Nunca me dejó solo, pero ahora no la veo. Y creo que por tu persistencia y el hecho de que sigues creyendo en nosotros sin importar qué... no lo sé, eres como mi mariposa.

sinners | bts.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora