Perdida

1.1K 15 0
                                    


Suspiro, en carne viva. Lo observo, pensando que tal vez esto no debería ser así.

Pero si, oh, ¡Claro que sí!

Mientras lo siento respirar en mi cuello, me pregunto cómo todo pudo terminar así, ¿cómo terminé amando tanto a mi amo?

"No te enamores"

Definitivamente no hice caso a esa advertencia.

Y ahora, aquí estoy, sientiendo su piel cuan amante. No puedo dormir.

El muy idiota de mi amo no me había desatado aún, mis manos estaban presas detrás de mi espalda, donde se encontraba su abdomen subiendo y bajando lentamente, él ya se había dormido.

Tan cálido...

Cuando se removió en su sitio, sentí que había sido mi culpa, que mi corazón desbocado hacía tanto ruído que el sonido había llegado a sus oídos. Me tomó un tiempo comprender lo estúpido que había sido pensar eso.

—¿No puedes dormir? —susurró en mi oído, causándome un escalofrío.

—No, recuerda —reí en voz baja—, estoy amarrada.

—Puedo ayudarte a dormir...

Su mano recorrió mis piernas, erizando mi piel. Era tan suave que no supe cómo reaccionar. Sólo algo sabía, que esto iba a terminar en sexo.

De pronto, se levantó. Con sus manos tomó fuertemente la cuerda que amarraba mis muñecas y me volteó, empujando mi cabeza contra la cama.

—Alzate, pequeña.

Sabía qué quería, así que flexioné las rodillas, levantando mi trasero lo más que podía.

Pude sentir su mirada, la mirada de mi amo contemplando a su muñeca. La mirada de dominación... Esa mirada que me hacía arrastrarme a sus pies cuan perra fiel.

Grité cuando sentí sus dientes morder la piel de mi espalda, me encantaba que me mordiera, que me marcara. Reí juguetonamente cuando dejó de morderme, retorciendo mi cuerpo levemente.

—¿Por qué ríes? —preguntó.

—Me gusta que me muerdas —confesé con verguenza.

—Eres toda una perrita

Me sonrojé por su comentario y oculté mi rostro en la cama. Él lo hacía tan fácil...

Sin perder tiempo metió uno de sus dedos en mi -ya húmeda- vagina, lo hacía lento, le gustaba verme retorcerme de gusto en sus manos, y a mí me gustaba sentirme totalmente sometida bajo su ser.

Con un fuerte manotazo, su mano rebotó en mi nalga derecha, haciéndome gemir y mover mi trasero de un lado a otro, ganándome otra fuerte nalgada.

—De verdad te encanta que te trate mal.

Jadee al sentir su pene en mi entrada, haciendo presión para entrar. Su mano agarró con fuerza mi cabello, domándome como él, y sólo él, sabía hacerlo.

Su pene comenzó a bombear con fuerza dentro y fuera de mí. Podía sentir derramarme a su alrededor, estando extrañamente más sensible de lo normal.

Lo quería sentir, lo quería sometiéndome, lo quería, lo quería...

A mi amo, sólo a mi amo.

Con violencia me volteó, sacándolo por un segundo. Miré su rostro, su mirada era salvaje, obsevando desde arriba como un animal. Frío, impasible... todo lo contrario a mí, que jadeaba sin poder contenerme y no paraba de mojarme. Simplemente, no podía contenerme.

Me tomó por el cuello y apretó, dificultando mi respiración. Jadee y pude sentir mi alrededor con más detenimiento. Su mano en mi cuello, dominándome cuan perra; su pene destrozando mi vagina por dentro, y así... mirándome.

Mirándome...

Me contraje, sintiendo la locura de su ser apoderarse de mi, asfixiándome, haciendome sentir pequeña bajo él.

Acercó su boca a mi oreja, haciendome estremecer.

—¿Te gusta? —preguntó en susurro.

Mordí mis labios con deseo, queriendo que no me viera.

—Sí... mi señor... —susurré jadeante— me gusta.

Al instante grité por una gran embestida. Su cadera comenzó a moverse más violentamente contra mí. Ya sabía, ya podía sentirlo, cómo se correrá pronto. Lo habíamos hecho tantas veces que ya podía saberlo.

Ya podía saber cómo mi señor se venía, su respiración se hacía pesada, sus embestidas se volvían erráticas, su abdomen se contraía, y se apretaba contra mí. Me daba realmente duro, como una muñeca que usa cuando lo desea y como lo desee...

Y demonios... ¡Sí que me encantaba!

Después de un rato, ninguno pudo aguantar más, primero fui yo, derramándome en su pene con gusto; y luego él, llenándome por dentro, a su gusto.

Yo estaba para eso... para sus deseos.

Pero, en ese momento, algo extraño sucedió.

Algo...

Sus labios...

Sus labios se posaron en mi mejilla.

¿Un beso?

—Eres mía, pequeña.

Me sonrojé, sintiéndome atada, completamente atada a su oscuro ser.

—Siempre... mi señor.

Me sorprendió jalando mi collar hacia él, haciéndome sentar en su regazo. Su boca fue a mi cuello, y sentí sus dientes clavándose en mi piel. Jadee, sintiendo cómo me marcaba.

Sonreí. Me dolía, pero sonreí.

Y así, supe que estaba perdida.

Perdida completamente.

¿Cómo habíamos terminado así?

Típicas fantasíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora