Diario de una pequeña sumisa (i)

2.6K 29 4
                                    


Sé que ya he puesto esta canción antes... Pero es perfecta.

¿Por qué sigo pensando en tu ausencia?

Mi señor, mi primer amo. Por dentro sigo siendo una pequeña esclava, una sumisa atada a una silla. Sin dueño, deseando tus manos.

Miro a un costado, siento que mi esencia se ha perdido, que mi mente se va al lugar donde quiera que esté mi amo, disfrutando de su chica.

Cierro los ojos y contengo el llanto. ¿Por qué quiero tanto a un hombre que parece que no le importo ni lo más mínimo? Frío, cretino, odioso, egocéntrico...

Un aire cálido prende en mi pecho, aquél que describía era mi señor.

Doy un fuerte suspiro, y un perfume conocido se adentra en mi nariz. Quiero respingar, emocionarme; pero no puedo hacerlo, no me permites demostrar lo mucho que me alegra tu presencia. Miro por el rabillo del ojo, sintiendo mi corazón bombear con fuerza. Te miro, tus largas piernas, tus manos marcadas...

Y tu mirada penetrante color almendra.

Me pongo roja cuando nuestras miradas chocan, y rápidamente la aparto. Un escalofrío recorre mi espalda de arriba abajo, erizando mi piel a su paso.

Oye... —El aliento de mi señor choca contra mi oído. Sin poderlo contener me estremezco e intento mantener la compostura, aquí no podemos ser amo y sumisa; o como se adapta más a nuestro caso: Amo y mascota.

—Dime. —Mi voz sale rota, él no se da cuenta.

Sube —susurra—, y espérame en las escaleras.

Siento la sangre por todo mi cuerpo. Me pongo nerviosa, lo suficiente para sentirme vomitar en cualquier momento.

Él se va del recinto y me levanto de mi asiento con piernas temblorosas. Ésta es la parte que no entiendo de mi comportamiento, cuando me hace hacer algo o quedamos solos, me pongo tan nerviosa que me provoca salir corriendo... Pero, por otra parte, una vez que se va, me siento eufórica, deseosa de él.

No me entiendo.

No entiendo el porqué hago esto.

"Porque te gusta" Él respondería.

¿Eso es cierto? ¿Soy tan masoquista para gustarme consumirme por dentro?

No lo sé.

Camino sintiéndome pálida. Llego hasta las escaleras y subo lo más rápido que puedo, sabiendo que él me castigaría si tardaba.

Llego arriba, está desierto. Hecho un vistazo, puedo verlo en una esquina, esperando por mí. Su mirada ha cambiado, está oscurecida, fría y distante.

Ya no es mi amigo. Ahora es mi Amo, mi señor.

Me hace una seña para que lo siga y le obedezco, entramos a una habitación deshabitada. Una vez dentro, mis ojos huyen de los suyos; mi actitud cambia a una diferente, sumisa como una muñeca.

Puedo ver cómo se quita el cinturón aunque tenga la mirada hacia otro lado. Sé lo que va a hacer, me quiero adelantar, arrodillarme... Pero mi cuerpo no reacciona. No puedo moverme, él me controla.

Con su mano presiona mi hombro y mi cuerpo se despierta ante su orden. Me arrodillo. Humedezco mi boca, sabiendo lo que viene. Tu pene entra, me siento caliente. Saboreo con ímpetu y algo hace que comience a jadear con fuerza mientras me follas la boca.

No hablas, no es necesario. Tomas mi cabeza con ambas manos y metes lo más que puedes. Lo siento en mi garganta, haciéndome ahogar, aún no me he acostumbrado a tenerlo en mi garganta; lo lamento, mi señor. Lo sacas y siento cómo me cacheteas por mi ineptitud; me quedo quieta, ya que me lo merezco.

Me haces levantarme. Mi cuerpo tiembla, me coloco contra la puerta y dejo que hagas lo que quieras. Soy tu muñeca, tu juguete, tu mascota...

¿Por qué se siente tan bien, tan pleno, admitir que soy el juguete de alguien?

Debería sentirme mal...

Pero no puedo.

¿Estoy demente? ¿Por qué me gusta ser usada?

No lo entiendo.

Mi cuerpo arde cuando siento tu pene en mi entrada, apreto los dientes, sabiendo lo que viene. Entras en mí sin compasión, con el sólo deseo de satisfacerte, y yo con gusto te dejo usarme...

Me duele un poco, jadeo de dolor, pero no interesa. Que me uses sin importarte me hace mojarme poco a poco. El dolor, el hecho de que me usaras como si fuera nada, me hacía mojarme e hincharme sobre tu pene.

Me das tan duro que siento mi cuerpo presionar contra la puerta. Comienzo a sentirlo bien, me siento hinchar alrededor de tu pene, mojándolo. Gimo y me avergüenzo de que me guste tanto, aunque por dentro sospecho que te encanta el hecho de que me excite siendo usada de esa forma.

Tenerlo en mi interior se siente como una droga, me nubla la vista y me hace ser alguien totalmente diferente a lo que conozco de mí.

Después de un rato te cansas de mi vagina y lo sacas. Sé lo que viene, te gusta usar mi culo.

Puedo sentir tu dedo jugar con mi ano, sin poderme contener jadeo de vergüenza. Sentir tus dedos en mis partes íntimas me avergüenza, me hace ponerme nerviosa, incluso más que sentir tu pene.

Sin contenerte, lo metes y no puedo evitar gruñir de dolor. Deseo gritar, pero nos pueden oir. Contengo lo más que puedo los gritos mientras siento el dolor de mi culo. Siento que lo destrozas, y cómo te hinchas al saber el dolor que me estás causando.

Tomas mi cabello en un fuerte agarre y haces que mi mentón se recargue de la pared. Me dominas, me montas cómo lo deseas; y yo, por alguna razón, te dejo hacerlo. Extrañamente me siento mojada, aunque mi culo arda.

Me das intensamente hasta que no puedes más. Lo sacas, gimo al sentir el vacío. Me volteas y haces que me arrodille de nuevo.

Lo metes en mi boca y la follas, de nuevo, sé lo que viene. El fruto del acto pecaminoso, tu esencia. Agarras mi cabeza con fuerza. Gimo al sentirlo entrar hasta mi garganta, donde un sabor conocido me hace gemir y estremecerme. No puedo evitar toser cuando lo sacas, y con dificultad, lo trago.

Mi cuerpo tiembla en el suelo. Puedo sentir tu mirada mientras me levanto y me arreglo el pantalón. Te acercas, aún no he podido verte a la cara.

—Mírame.

Lo hago, avergonzada. Miro tus ojos oscuros de malicia, y tu mirada, seria.

Por alguna razón, quiero que mi boca reaccione y decir:

"Gracias, amo."

...

Pero nada sale de mi boca, tu presencia me pone demasiado nerviosa para poder hacerlo.

Quiero volverme a arrodillar, darte las gracias por usarme de nuevo. Quiero sentir tu mano en mi cabello como si fuera un cachorro, un perrito. Saber que fui buena chica...

Pero no puedo moverme.

No sé qué hacer.

Tiemblo bajo tu mirada.

Y siento que lo disfrutas.

Típicas fantasíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora