3. Mi primer corazon roto

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Luego de aquella cena, los Zimmerman decidieron que mandarían a sus semillitas a nuestro mismo instituto. Nosotros los recogíamos a la mañana y ellos nos buscaban cuando terminaban las clases.

El primer día de clases yo mandaba. Un año más tarde, papá se encariñó tanto con Ben que ahora él va en el asiento del copiloto. Era él hijo que mamá no pudo darle.

Como el auto es de tres filas, yo voy atrás, con Alex. La situación es que Alan y Alex no pueden estar en la misma fila, por la paz mundial de las mañanas.

Hoy es el último viernes de clases.Un día muy importante para mi historia personal pues voy a dar un pequeño pasa para Diana, pero un gran paso para el amor.

Deséenme suerte.

Esta mañana, Ben nota que estoy de buen humor, así que cuando llegamos al instituto abre el asiento y me pasa una mano para ayudarme a bajar. Yo la tomo y él me hace una reverencia.

Nuestra relación amor y odio es así. Un día nos peleamos todo el transcurso en el auto y otro día él es mi caballero de brillante armadura.

Alan y Alex son mis compañeros, por lo tanto nos marchamos juntos hasta la clase de inglés. Ben se encuentra con sus amigos en el camino y Michi y Violet se marchan al edificio de primaria.

El año que viene serían parte de la secundaria y probablemente los Zimmerman tendrían que partir traseros a alguno que otro chico, pues esas dos mejores amigas eran cada día más bonitas.

A Diana Cobb eso no le importaba, pues estaba a un recreo de declararle su amor a Malcom Aigner.

Malcom era descendiente alemán, pero parecía un escocés de película. Era pelirrojo, con el pelo rizado bien definido, los ojos azules y las pecas muy marcadas, con la tez blanca como la leche. Ahora era uno de los más altos de su curso, la pubertad le había llegado antes que a los gemelos. Jugaba basket y era algo popular. No tan popular como Ben y sus amigos, pero popular.

Si todo salía bien hoy, podría disfrutar toda la semana de manualidades por fin de año trabajando con su nuevo novio el popular.

Cuando al fin termino la hora de inglés, Diana fue corriendo a las escaleras por las que Malcom bajaría. Era unos niveles inferior en inglés a ella, pero eso le parecía irrelevante.

Cuando Diana pudo divisar a su amado bajando, quito la carta que se había pasado toda la noche escribiendo. Uso su mejor caligrafía, el papel de carta más fino y los mejores pinceles. La carta decía todo, su profesora de redacción hubiera estado orgullosa si la leyera. Cosa que definitivamente no haría.

En los últimos escalones, Diana estiró a Malcom de las mangas. Llevaba su suéter gris de cuello v que lo hacía lucir muy apuesto.

-Eh, Malcom ¿podemos hablar? Solo será un momento.- dijo Diana y pudo ver en la cara de Malcom asombro.

Obviamente estaría sorprendido, Diana nunca hablaba con él en clases a menos que fuera sobre tarea o los partidos de basketball. Pero ella lo veía todo en él. Con sus habilidades de stalker sabía casi todos los gustos de Malcom, su color favorito, el nombre de su perro, los integrantes de su familia, fue información fácil de adquirir.

-Si, ¿qué pasa?-dijo, apoyándose contra la pared al costado de la escalera. Tenía que doblarse un poco para estar a la altura de Diana y los rizos le caían en la frente.

-Bueno, en realidad yo, ya sabes, te llamo porque...- las palabras no surgían y esto se hacía más complicado de lo que debería ser. - Me gustas, Malcom. Y quería saber si yo tambien podría,.. no sé ¿caerte bien?

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