Lucifer y Stolas estaban sumergidos en un mutis incómodo durante el regreso. El Alfa había terminado de arreglarse bien toda su ropa, acomodando también su cabello para lucir presentable cuando pasaron a la humilde casa la niñera personal de su cachorro.
La pequeña Octavia miraba desde la ventanilla el paisaje de calles, personas, árboles y hogares, nombrando en voz alta todo lo que veía, y su padre asentía de vez en cuando o murmuraba un simple "ajá". El Omega miró de reojo a su mejor amigo pero era como si de repente un muro de hielo hubiera sido construido entre ellos, así que se limitó a distraerse con las compras que hizo (indirectamente) en la tienda de la señora Eudora. Sintió un escalofrío recorrerle la columna vertebral al recordar las palabras misteriosas y alarmantes que le soltó al leerle el significado de cada carta de tarot, especialmente la última.
"Violencia y desastre... No entiendo, ¿de qué o de quién tendría que cuidarme?", pensó el rubio con angustia, jugueteando con los jabones y perfumes de flores. Estaba claro que su llegada a América no había sido la mejor manera de empezar con su nueva vida, pero incluso cuando aparentemente todo estaba perdido o se sentía fuera de lugar, había tenido un ángel de la guarda cuidándolo de cerca, por así decirlo. Aunque sólo llevaban dos encuentros formales y no lo conocía del todo, le llenaba de júbilo estar dando sus primeros pasos con Alastor para formar una amistad genuina y duradera (similar a la de Stolas), pues pensaba que eso le ayudaría a familiarizarse con más rapidez en Nueva Orleans y así estar más cerca de reunirse con su amado Alfa. El castaño se veía como buena gente, era arrogante, sí, pero ciertamente era buen mozo, carismático y muy educado; aquella sonrisa que siempre le acompañaba le daba una confianza que no todo el mundo poseía, no se veía que abusara de su casta para sobreponerse a los demás, en realidad, estaba convencido de que era un hombre trabajador y sensato.
"No cabe duda que quien fuera su pareja sería muy afortunada", se descubrió a sí mismo debatiéndose entre la admiración y la envidia. ¿O eran celos? No, no podía ser, era un pensamiento ridículo sencillamente por dos razones: él ya tenía a alguien, y por el comentario de Rosie, argumentando que Alastor no tenía tiempo para amoríos. Lo mejor sería dejar las cosas como buenos colegas.
El mayordomo Philips los recibió una vez que bajaron del auto, abriéndoles las dos hojas de la puerta, para cerrarlas tras de sí. Mientras Octavia corría escaleras arriba, riendo tan alegre como siempre, hacia su cuarto y quedarse a jugar con su casa de muñecas, el mayordomo le informó rápidamente a Stolas que su señora había salido otra vez a juntarse con sus amigas del club y él solamente asintió, sin darle demasiada importancia.
—Ha sido un día precioso... —comentó con desatino.
Él tuvo la intención de irse, pero Lucifer no se lo permitió.
—Espera, Stolas, ¿podemos hablar? —pidió.
El mencionado se quedó inmóvil, como si el sonido de su voz lo hubiera convertido en piedra. Aún de espaldas, suspiró profundo al tiempo de estremecerse, complemente decidido a hacer lo que él consideraba que se tenía que hacer en ese caso. Entendía que Lucifer estaba molesto, preocupado y dolido, de cierta forma, y tenía derecho a saber lo que había pasado.
ESTÁS LEYENDO
BEATIFUL PROBLEMS ➞ APPLERADIO | RADIOAPPLE
Fanfiction( BEAUTIFUL PROBLEMS ¡! ) Alastor E. Haworth lleva una vida que podría considerarse digna y tranquila, aunque muy solitaria. Es un locutor de radio altamente famoso y respetado por la mayoría de los grupos sociales, aunque hay un pequeño detalle; s...