𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝟏𝟑. la voz de tu cuerpo

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Las cosas se habían complicado

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Las cosas se habían complicado. El plan estaba arruinado y eso nunca se lo perdonaría.

Alastor contempló con una mezcla de ira y cansancio el cuerpo frío e inerte que momentos atrás había masacrado con tanta fuerza, que logró desfigurarle toda la cabeza. Los huesos destrozados enteramente. La sangre encharcada y ahora coagulada. El daño a sus facciones más allá de toda comprensión. Un cadáver que alguna vez fue humano, uno muy detestable a su parecer.

Su pecho subía y bajaba, respirando agitadamente, pequeños rastros de aquel líquido rojo habían quedado impregnados en casi toda su ropa, la cual sería difícil de lavar los días posteriores; sus lentes estaban chuecos ligeramente, con el cabello castaño despeinado. La postura de su cuerpo le hacía ver alargado, delgado y muy amenazante. Su propia cara era un reflejo de oscuridad que podría consumir a cualquiera; un hombre que se había desligado temporalmente de su raciocinio, con su instinto animal dominándolo, haciéndole olvidar que para matar debía ser precavido y no dejarse llevar por el impulso. Sus movimientos se volvieron casi monótonos, se giró lentamente sobre sus talones, y salió del baño, sintiéndose en una elipsis surrealista, contemplando vagamente el cuarto que parecía intranquilo.

—Me cago en Dios... Estamos muertos, ¡muy muertos! —era lo único que Angel atinaba a decir, frenético, con la mirada perdida en algún punto incierto, jalándose los cabellos rubios. Si pensaba que no podía volver a estar tan angustiado como la vez que fue obligado a ser cogido por diez camioneros, estaba muy equivocado.

—¡Anthony! —Husk tomó el vestido rojo y corrió a su lado, sin embargo, al notar su estado deplorable, ansioso y tembloroso, decidió quitarse el saco negro para ocultar su desnudez, a la vez que miraba preocupadamente sus ojos, notando el severo moretón en su mejilla y el labio partido. Apretó los dientes, gruñendo profundamente, una sensación de impotencia le llenaba el corazón al darse cuenta que su Omega había sido agredido.

No obstante, antes de hacer otro movimiento, Alastor llegó para apartarlo bruscamente y tomó del cuello a Angel, alzándolo con una fuerza descomunal, provocando que su cabeza golpeara sin querer contra la pared. El Omega soltó un leve quejido cuando sintió los dedos largos del locutor cerrarse sobre su garganta, impidiéndole que el aire llegase a sus pulmones y entornó los ojos al encontrarse cara a cara con el castaño, quien parecía estar decidido a matarlo también.

—¡Tú... lo... tocaste! —susurró el Alfa, muy por lo bajo, de forma que solo Angel lo escuchara claramente, y abriéndole camino a su animal interior desde sus entrañas, gruñéndole con rabia.

Furioso de que alguien más hubiera tocado a su Omega. A su presa.

—Agh... N-No... y-yo-... —apenas pudo decir Angel, boqueando como un pez, dando pequeños golpes banales en su brazo para que lo soltara, incluso pateándolo del tórax aunque no funcionó mucho.

Sin previo aviso, Husk le estampó un golpe en el ojo izquierdo tan fuerte, que hasta cierto punto, el Alfa pudo sentir que perdía la visión completa, por lo que se tambaleó y cayó. Uno de los cristales de sus lentes se rompió. Alastor se llevó una mano a su rostro, viendo con gran desprecio al veterano, que apretaba los puños, y otro profundo gruñido salía de su garganta, junto con una mirada de advertencia, ordenándole que se controlara. Eso le causó una ira desmedida, apretó más la quijada.

BEATIFUL PROBLEMS ➞ APPLERADIO | RADIOAPPLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora