Trust me (COMPLETA)

CAPÍTULO 12 | ABRAHAM

*No te saltes la nota del final, por favor*

Renzo y los demás están en la fogata bebiendo y riendo. Por el contrario, yo permanezco dentro de su casa, y estoy en el balcón fumando.

—Dime el nombre —reconozco la voz de inmediato y no le presto atención—. Te estoy hablando —insiste.

—Ya te escuché —replico.

—Entonces dime el nombre.

—Quiero estar solo, Maya.

Ella guarda silencio, y se acerca al balcón. Está parada a mi lado y extiende su mano para que le pase el cigarrillo. Ruedo los ojos pero finalmente se lo acerco, y le da una pequeña calada.

—Es extraño —dice—. Max te lastimó también...

—No le des más vueltas al asunto —la detengo—. Ya me vengué, se acabó.

—Mataste a mi mejor amigo.

—Mató a mi hermano.

—Tienes razón. Lamento haberte golpeado, aunque te lo merecías.

—Te disculpas pero justificas tu forma de actuar. Interesante, Lowen —mascullo, y le quito el cigarro.

—Eres como una patada en el culo.

—Lo mismo digo de ti.

— ¿Me dirás el nombre, entonces?

—Aún no es momento, mi amor —siseo vacilante.

Tiro el cigarro y me doy media vuelta para poder irme a dormir.

—No vas a dejarme con la intriga, Mateo. —insiste.

No le contesto y me dirijo a la habitación.

—Te estoy hablando, Abraham —ella entra conmigo y cierra la puerta.

Me quito el polo y me desabrocho el cinturón.

— ¿Qué haces?

—Pues voy a dormir.

—No voy a dormir en la misma cama que tú si estás desnudo.

—Entonces duerme en el suelo.

—Serás imbécil, ¡por Dios! —se voltea cuando me quito los pantalones.

Ahora estoy tratando de aguantar una gran carcajada.

(...)

Maya se ha dormido en el piso. No pensé que lo haría, pero ella es tan dramática e intensa, que una parte remota de mí, ya se lo esperaba. Desearía poder dejarla ahí, pero no puedo. Finalmente me pongo de pie, y la tomo en mis brazos.

— ¿Qué haces? —pregunta soñolienta.

—Voy a matarte —afirmo, y ella se sobresalta—. Sólo te llevaré a la cama, tranquila.

—No quiero tener sexo contigo.

— ¿Qué? No quiero tener sexo contigo —repito.

— ¿Entonces para qué me llevas allá?

— ¿Para qué demonios sirve una cama? Aparte de follar, claro.

— ¿Y por qué lo haces estando casi desnudo?

—Porque no pensé en ponerme pantalones. De todos modos no hay nada que no hayas visto antes.

—Estúpido. Quiero que me bajes ahora mismo.

—Como digas.

Maya cayó al suelo y me volví a meter a la cama.

—Muy gracioso, Mateo.