Caperucita y el Lobo (Parte 1)

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París... Ciudad del amor.

No podía negar que era hermosa, las luces, el romanticismo que parecía siempre rondar en el aire, pero yo siempre me encontraba extrañando los cielos grises de Londres, extrañando aquellos días donde incluso con el sol brillando en lo alto del cielo, de repente las nieves llegan y lo cubren bañando la ciudad, limpiando la de la impureza.

Sin embargo, me concentre en mis estudios. Aprendí mucho de cada una de las personas en la galería y fue extraño estar allí para rastrear la historia de un cuadro y no para restaurarlo.

Era extraordinario como solas las pinceladas podían decirte mucho sobre el autor o el tiempo en que fue pintado. Vivía mis días entre libros y registros, buscando información, atando cabos. A veces me sentía como una detective buscando al autor intelectual de un crimen debido a que los pintores ocultaban su identidad y firmaban cripticamente sus cuadros. Aprendí que esto era una mezcla entre deducción e instinto. 

En mis ratos libres, que eran distantes entre si -no es que me molestara mucho- recorría París o visitaba a Tristan, conducir era una buena forma de conocer pequeños pueblos y localidades que estaban fuera del radar de los turistas. 

Pero en este fin de semana, había decidió ir a un lugar cerca de la costa y disfrutar de la brisa tibia y del espesor del aire. Había algo incomodo pero encantador en el ambiente costero, algo en la salinidad del mar hacia del aire mas denso y también mas pegajoso pero me encantaba, incluso si a veces el ligero aroma a pescado se filtraba en la pequeño bote que renté. Tenia un pequeño espacio en el puerto de aquella artística y pintoresca ciudad costera que, aunque estábamos cerca del verano no estaba aun en su auge.  

Esta ciudad tenia una mezcla arquitectónica interesante, desde las catedrales góticas hasta edificios en una onda mas de los 70. La primero que hice fue maravillarme con varias de las iglesias locales y lo mucho que los alrededores de mi estancia me hacían sentir dentro de otra época los edificios eran altos con mas de tres pisos la mayoría pero parecían posadas sacadas de las películas o quizá de los cuentos. Donde diversos colores adornaban las fachadas de las casas y contrarrestaban el lado opuesto, grisáceo y verde de los riscos que se veían mas allá, era como si fueran muros gigantes que protegían la ciudad. 

Y mientras estaba en la playa cuya arena eran mas bien pequeñas piedras que iban desde el gris mas oscuro hasta el blanco, rodeada de otras sombrillas y toallas de playa, aquellos riscos parecían enjaularnos y se extendían sobre nuestras cabezas con el mas hermoso y rico verde cubriendo la cima y creando hermosos paisajes para los que preferían hacer una caminata antes de venir a la playa. Había algo familiar en aquellos peñascos, me recordaron a mi tiempo en Escocia pero a diferencia de la aquellas tierras altas, el mar aquí era mas claro y menos arrebatado. 

Tenia un par de días aquí así que en este primer día solo disfrute de la playa, jugueteando en el agua con niños cuyos balones casi me golpeaban en distintas partes del cuerpo -casi siempre iban a mi cara o cabeza- pero mas que nada, disfrute de nadar de espaldas, absorbiendo el paisaje, perdiéndome en la sensación del agua fría ayudando combatir el calor de los rayos del sol. 

Después de un almuerzo rápido, camine sin rumbo por las calles tomando un batido mientras veía a las demás personas ir de aquí para allá enfocados en sus propios asuntos. Suspirando, fui a un hermoso café en una azotea donde la vista daba justo a los peñascos y mas allá el mar. Alcanzaba a divisar un par de botes navegando en el basto azul. 

Mi mirada estaba perdida en el paisaje cuando escuche el alboroto tras de mi. Algo se rompió y había murmullos. Sin poder luchar contra la curiosidad me quede mirando y mis ojos poco después se encontraron con unos muy familiares

Censura (a forbidden love story #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora