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— ¿De verdad te lo prestó o sólo lo tomaste? Porque el señor Sherwood no creo que te lo prestara tan fácilmente.

Dominic rodó los ojos.

— Primero que nada, mi papá ya te dijo que lo llamaras por su nombre. Segundo, sí, me lo prestó. Que cante despacito no me convierte en un ladrón, Rosende.

— ¿Sabes qué? Mejor prenderé la radio para que ya no hables — contestó Alberto mientras llevaba su mano izquierda para prender el estéreo.

Apenas sintonizo una radio, la melodía de la canción "favorita" del rubio llenó el automóvil.

Dominic miró de reojo al castaño y éste lo apunto con un dedo, acusándolo.

— Cantas y te golpeo en la entrepierna. 

DESPACITO, domberto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora