La Vergüenza no conozco, pero la Venganza sí

532 36 23
                                    

A Ernesto no le gustó cuando al reunirse con él en la plaza, Héctor le dijo que había estado platicando con Imelda.

Tampoco le gustó enterarse de que ella le había hablado mal de él, pero bueno, eso no le extrañó tanto (dado que era responsable de su desgracia.)

Lo que sobre todo le enojó fue que ella le hubiera elogiado a Héctor.

No podía ser.

Primero, Héctor se enamoraba; luego, a pesar de que ninguna chica nunca se hubiera interesado por él, ¿¡lograba ganarse la simpatía de la mismísima que le gustaba, que además de eso era Imelda Reyes?! ¡Híjole!

Además de los celos a Ernesto le invadió un malo presentimiento. Absolutamente tenía que encontrar una manera para alejarle a Imelda de su amigo o el contrario, antes de que por cualquier milagro éste consiguiera interesarla de veras.

'...¡Oh nooo!' exclamó Héctor de repente, llamando su atención.

'¿Qué?' dijo Ernesto con un tono sólo parcialmente dominado mientras se volteaba hacia él.

El menor se tapó la boca con las manos con molestia.

'¡Qué idiota! ¡Ni siquiera le propuse ayudarla a transportar esa cesta tan pesada! Ay ay ay, tienes razón, ¡que de veras no sé portarme como un caballero!'

El cantante dio un gesto dramático y le puso el brazo alrededor de los hombros.

'Ay ay ay mi amigo, ¡qué grave! Ella nunca te perdonerá.'

Héctor se lo creyó a medias y se mordió el labio, temiendo a que la próxima vez regresara el mal carácter de Imelda y que ella estuviera enfadada.

'¿En serio...?'

En este momento Ernesto arrugó los ojos y se le ocurrió algo. Su compañero, además de ser despistado, a veces también podía ser demasiado espontáneo.

Quizás con suerte hubiera hecho otras torpezas que se podrían utilizar contra él...

'Bueno, depende. ¿Hiciste otras tonterías?' preguntó con voz falsamente empática.

Héctor se rascó la cabeza mientras se rememoraba la conversación.

'Bueno... le dije que no merecía trabajar porque ella valía mejor... Luego le dije que...'

Se interrumpió y miró a sus pies con más molestia.

'Quise decir que su mamá era un monstruo por haberla echado fuera', añadió al recordar que Imelda le había cortado la palabra en aquel momento.

Frunció el ceño.

'Hablando de eso, me costó entender lo que me contestó', confesó reflexionando. 'Ella me dijo que no me metiera en eso porque yo no sabía nada... ¿¡y después me dijo que me quejara ante ti?!'

Ernesto lo iba observando mientras asimilaba la información, y contuvo un juramento.

Nadie le creería a Imelda si se atreviera a pretender que él era responsable de su desgracia... salvo Héctor tal vez.

Podía que éste aún no estuviera bastante enamorado de ella para cuestionar lo que le había contado él, es decir que fue ella quien le besó; pero si Ernesto no hacía nada, eso sí podría suceder.

Héctor era bastante crédulo para creer cualquier cosa por parte de cualquier persona siempre y cuando esa persona sonara convincente — y eso Ernesto muy bien lo sabía.

'Casi me dio la impresión de que lo que le pasó fue culpa tuya', lamentó el muchacho rascándose la chiva.

Miró a su amigo con tristeza.

Loco de Atar ESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora