Amor Con Amor Se Paga

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Al día siguiente Héctor se despertó sufriendo una horrible migraña. Con una mueca de dolor quiso cambiar su posición y hundirse la cara en la almohada.

Pero la superficie en donde se encontraba no era una almohada, sino... el pecho de Ernesto.

Héctor de inmediato se sobresaltó al sentir al mismo tiempo la mano izquierda del cantante en su cintura.

Y sus piernas entremezcladas con las suyas.

... ¡¡¡Y ambos completamente desnudos!!!

Abrió ojos como platos mientras se le aumentaba la migraña, y salió de la cama con mayor discreción para no despertar a su amigo.

Héctor se encerró en el cuarto de baño y se pasó agua por la cara, mirándose con asombro en el espejo.

¿¡Qué putamadre había pasado anoche?!

Brutalmente le volvió la memoria.

El Día de Muertos, el concierto, el productor, la cantidad incontable de tequila que se habían tomado después... luego habían hablado de Imelda y Coco que ya no le escribían... habían bebido más... después Ernesto le había besado... Y él le había correspondido el beso, y...

Se le volvieron débiles las piernas y tuvo que agarrarse del lavamanos para no desplomarse.


¿Cómo...? ¿Cómo había podido hacer tal cosa...?

Héctor hundió la cara en sus manos que le temblaban, luego de nuevo se miró en el espejo, horrorizado por sí mismo.

De acuerdo, de veras se sentía muy apenado, les extrañaba tanto a Imelda y Coco, entonces había buscado apoyo por parte de su compañero...
Y habían bebido demasiado, y habían... ?!!!

Le resultaba imposible reflexionar, que le hervía la sangre en el cerebro y se le nublaba la vista.

Sin embargo un solo pensamiento se imponía en su mente y le pesaba como plomo sobre el estómago.

Le había engañado a Imelda.

Tal acto, del que nunca se hubiera creído capaz incluso en sus peores pesadillas, le dio un sabor infecto en la boca que le hizo vomitar.


Imelda, su esposa, aquella mujer a la que adoraba con todo su corazón y toda su alma, aquella mujer a la que había jurado fidelidad y amor eternos desde el día en que se le había declarado, aquella mujer que le había dado a Coco, la niñita de sus ojos; que él a ellas les había dejado durante meses con la única meta de hacer fortuna para asegurarles la vida que merecían...

Pero anoche le había engañado a Imelda... ¿¡¡con un hombre?!!

Y no cualquier hombre además: su mejor amigo, su compañero, ¡¡Ernesto De La Cruz!!


Héctor cerró los ojos y se cayó de rodillas.

Mientras que por fin aparecía la luz al fondo del túnel gracias a ese productor, había cometido el peor error.

Acababa de firmar su propia desgracia condenándose a sí mismo, ¡de la peor manera posible!

¿Cómo...? ¿Cómo le podría mirar a los ojos a Imelda ahora...?

Volvió a abrir los ojos y miró a sus manos.

¿Qué tal si no se lo contara...?

¡No! ¡No! se corrigió, dándose una cachetada mental. ¡Mentir no era una solución sino algo aún peor! ¡Ya bastaba así!
Esa "historia" por supuesto debería de permanecer secreta, ¡pero no se la podía ocultar a su propia esposa! A ella también la concernía, ¡pues sí que tenía que saber!

Loco de Atar ESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora