Paula es señalada como la chica fácil del instituto; creía ser capaz de soportarlo y hacer oídos sordos, pero ahora está embarazada, su novio duda de ella y nuevos rumores amenazan con manchar aún más su reputación.
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La vida de Paula mejoró cuand...
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Lo primero que hizo la joven fue correr, ignorando por completo la mirada confusa de su madre. La mujer quería decirle algo, cualquier cosa que pudiera detenerla, mas no salió palabra alguna de su boca y el cuerpo tampoco le respondió. Paula fue hasta la puerta principal y salió con la misma prisa de casa.
La madre de la joven se quedó con una especie de vahído en la sala de estar. Cuando pudo espabilarse un poco se tiró en el sillón. Miró a la mesa de centro y se dio cuenta de que ahí se hallaba el celular de su hija. Dejándose llevar por la curiosidad presionó el botón de en medio; una notificación de mensaje se asomaba en la pantalla principal, se trataba de uno perteneciente a un número desconocido, este decía:
[Todo te pasa por puta]
Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, no tenía idea de que su hija tuviera amigos con los que se llevara de ese modo. Siempre la consideró taciturna y algo asocial. Antes Paula solía traer a Gabriela y a Mónica a casa; las jóvenes se quedaban a dormir y hacían ruidosas pijamadas, incluso las risas de las tres se escuchaban hasta altas horas de la madrugada. Sin embargo, de un momento a otro, Paula abandonó esa costumbre y también dejó de pedir permiso para ir a dormir a casa de Gabriela, a penas y salía, pero solo con Mónica o con su novio, Leo.
Ella reflexionó unos segundos sobre el comportamiento de su hija y lo que le escuchó decir. Estaba enojada por lo irresponsable que fue al no cuidarse, no obstante, también se encontraba preocupada por su futuro y todo lo que se le podía venir encima con una situación así.
Además, una sensación de culpa se apoderó de ella. Pasó mucho tiempo desde la última vez que tuvo una charla larga con Paula, la creía todavía una niña con la que no se podía hablar de nada serio y cuando la escuchó pronunciar esas palabras, cayó en cuenta de lo mucho que creció y de lo poco que se enteraba de su vida.
«¿Pude haberlo prevenido?», se preguntó.
No tardó en entrar alguien más a la casa, se trataba de su esposo, Mateo. Vestía el traje de siempre para el trabajo y las canas en su cabello negro le daban un toque de madurez. La mujer suspiró largo al verlo, también él creció en sus narices y nunca lo notó.
—¿Qué te pasa, Carmen? —le preguntó él, dejó la mochila en la que guardaba su portátil en el sillón.
Ella dudó por unos segundos si debería decirle o no. Era incapaz de deducir cuál sería su respuesta o reacción. Paula era la adoración de su marido y aunque se distanciaron desde que ella comenzó a tener novios, seguía amándola.
—Mateo, debemos hablar. —Al final llegó a la conclusión de que era un asunto que tenían que resolver ambos—. Es sobre Paula.
—¿Qué tiene? —interrogó. Se sentó junto a su esposa y se extrañó a ver el celular de su hija sobre la mesa de vidrio—. ¿Salió y se le olvidó el teléfono?
Carmen negó. Tomó el aparato y lo resguardó entre sus manos.
—¿Está enferma? ¿se peleó con alguien? —insistió Mateo—. No creo que sea tan grave como para que pongas así.