Su padre caminaba de un lado a otro como si fuese un león enjaulado o más bien un depredador a punto de cazar su comida. Gustavo miraba a la mesa de madera y seguía con sus ojos el patrón de las líneas, solo aguardaba a que comenzara una nueva ronda de insultos y de paso otras dos bofetadas.
La madre del joven era la más nerviosa, no sabía si debía dejar que su esposo arreglara el asunto e ir a terminar la comida o si tenía que quedarse ahí. Cualquier movimiento que el hombre considerara incorrecto le costaría más que unos simples regaños.
—¡¿Por qué lo hiciste?! —El hombre le preguntó con violencia a su hijo—. ¡Estamos en octubre! ¡A meses de que te gradúes!
Gustavo mordió con fuerza su labio inferior, el sabor metálico de su propia sangre invadió su boca. No quería llorar, más bien no podía, siempre que lo intentaba le iba peor con los regaños de su padre, de ahí que se limitara a lastimarse a sí mismo.
—¡Si te expulsan, valiste madres! —prosiguió el padre—. Tendrías que empezar en otro lado quinto semestre, eso si te lo permiten, porque con las quejas que te cargas dudo que te quieran en cualquier prepa.
—Tomás, todavía no es seguro, apenas van a investigar —intervino la madre. Fue un susurro temeroso, incluso después de pronunciarlo cerró con fuerza sus ojos.
—Cállate, Aidée —le exigió a su esposa—, déjame arreglar esto solo, que ya vi ni eso puedes hacer bien.
Gustavo miró a su madre, quien se encontraba encogida en el sillón, observando a sus manos y moviendo los pies con ansiedad. Su padre siempre le aconsejó que así era como debía imponerse a las personas, porque así se obtenía el temor y este, a su criterio, era por mucho superior al respeto.
El joven a veces sentía pena por su progenitora. Ella se encontraba la mayor parte del tiempo asustada, nerviosa y preguntando cómo debía actuar, siempre incapaz de imponer su voluntad. No obstante, la mayoría de las veces él creía que eso era lo correcto, que así era como se mantenía el orden y se evitaba que lo desobedecieran.
—¿Acosas a una compañera? ¿Te peleas a mitad del pasillo? —Comenzó a enumerar al mismo tiempo que se dejaba caer en el sillón—. ¡¿Qué más, Gustavo?! ¡¿Qué más?!
—¡Ella se lo merecía! —se defendió. Alzó la cabeza, desafiando a su progenitor—. ¡Es una puta!
Tomás se dio una palmada en la cara y miró con reproche a Aidée.
—¿Te costaba hacer todo eso sin que te cacharan? —lo interrogó con cinismo—. Según el correo de la directora ella tiene pruebas de los mensajes que le mandan en sus redes, ¿cómo chingados vas a probar que no fuiste tú?
—No hay ningún mensaje mío, al menos no de ese tipo —replicó con un tono de voz más bajo—. Es la palabra de ellos contra la mía.
—A mí no me interesa cómo le hagas. —Tomás golpeó la mesa con el puño. Haciendo que su esposa diera un sobresalto—. Pero si te expulsan, te largas de mi casa —señaló a la salida.
ESTÁS LEYENDO
Lo que se diga de Paula | ✅ |
Dla nastolatkówPaula es señalada como la chica fácil del instituto; creía ser capaz de soportarlo y hacer oídos sordos, pero ahora está embarazada, su novio duda de ella y nuevos rumores amenazan con manchar aún más su reputación. ■■■ La vida de Paula mejoró cuand...