Capítulo 13

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La venganza de Gustavo no tardó en esparcirse por la preparatoria entera; era como si fuera la neblina de las frías mañanas de noviembre, presente y visible para todos, pero en realidad, de manera tangible, no se encontraba ahí

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La venganza de Gustavo no tardó en esparcirse por la preparatoria entera; era como si fuera la neblina de las frías mañanas de noviembre, presente y visible para todos, pero en realidad, de manera tangible, no se encontraba ahí. El joven no se había vuelto a aparecer por los alrededores, solo se esfumó, dejando nada más rumores sobre su paradero y las consecuencias de un desquite cobarde encima de los hombros de la que un tiempo fue su novia.

Paula no hacía más que culparse por lo sucedido. Ese día, en lugar de apoyar a su amiga y contenerla, corrió al baño una vez sus piernas se lo permitieron y se empapó el rostro con agua helada, en un intento vano por calmar su ataque de ansiedad. De Moni solo supo que salió corriendo de la escuela en cuánto vio el mensaje y que no se había vuelto a presentar a clases desde entonces.

El primer día de su ausencia, Paula mandó numerosos mensajes preguntándole cómo estaba y si podía pasar a verla, mas no obtuvo respuesta alguna. Gabriela intentó lo mismo, aunque Moni también la ignoró. Ambas, a pesar de no haber recuperado la amistad pasada, acordaron mandarle noticias a la otra en caso de tener respuesta de su amiga, no obstante, ninguna consiguió alguna señal.

Paula se encontraba ausente en la mayoría de las clases, repasando lo sucedido y diciéndose a sí misma que de haber soportado el acoso como siempre, nadie tendría esas imágenes tan intimas de su amiga y, por lo tanto, no estaría sufriendo. La falsa ilusión de que pronto llegaría algo mejor para ella se desvaneció frente a sus ojos; al parecer, nada se solucionaría tan fácil y solo le esperaban más y más obstáculos a los que enfrentarse. La paz y la cotidianidad de una vida tranquila se le hacía cada vez más lejana, y a veces sentía que eso era algo que no estaba diseñado para la caótica constelación en la que existía.

Al llegar el viernes, Paula no lo soportó más, tomó su mochila, se alistó como si fuera un día común de escuela y huyó de casa sin siquiera despedirse de su madre. Se detuvo en la esquina de siempre, viendo a los camiones que se detenían frente a ella y como un montón de gente subía y bajaba, andaban con prisas para sus trabajos o escuelas e ignoraban los problemas que de seguro cargaba el individuo que se encontraba a su lado.

Por momentos Paula se sentía insignificante, se imaginaba que no era más que un punto solitario y blanco en un lienzo plagado de más motas, de más puntos iguales que no tenían nada de especial o más bien, todos tenían algo que los hacía diferentes y, por lo tanto, tener una cosa distinta no la hacía interesante en comparación al resto.

Metió las manos dentro de los bolsillos de su gabardina azul, la temperatura en noviembre bajaba a números de un solo dígito, volviendo los vientos turbulentos y helados. Miró a los lados en busca de Leo, quien era el que siempre llegaba antes. De todos modos, no le importaba el paso del tiempo, el reloj podía seguir girando y sus clases iniciando y acabado. Lo que menos le preocupaba era usar sus ahorros para pagar un examen extraordinario, solo deseaba asegurarse de que su amiga estaba bien y hacer el intento por sacarla de su reclusión.

Lo que se diga de Paula | ✅ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora